Y a Clinton ¿Nadie va a decirle nada?

Otra más para el anecdotario de nuestras vergüenzas: Hasta ahora supimos el verdadero costo del famoso «préstamo»? por 50 mil millones de dólares que la sociedad secreta Skulls & Bones (Huesos y Calaveras) de la Universidad de Yale le asestó al traidor Ernesto Zedillo.
Por boca de uno de los amanuenses de esa casta gabacha, Bill Clinton –quien estuvo por aquí de paseo, la semana anterior–, nos enteramos que el salvamento dizque «de cuates» para la crisis del ’95, a contrapelo de los congresistas republicanos, costó mucho, muchísimo más que dinero.
El esposo de Hillary, tan campante como Johnny Walker, en una plática dentro del auditorio de la Universidad del Valle de México, se atrevió a decir que «ellos», los gringos, nos condicionaron ¡a hacer el trasiego del narcotráfico por tierra mexicana!
Cerraron las aduanas de puertos y aeropuertos «gabachos?» para que los republicanos no se horrorizaran y se les voltearan. A cambio, ordenaron al gobierno mexicano convertir sus caminos rurales y federales en ruta de tránsito obligada para llevarles los opiáceos y todos sus derivados a la puerta de su hogar, sin broncas.
A partir de entonces, México dejó de ser un país de tránsito, como había sido desde que tenemos memoria. «Ellos» redujeron sus dosis, en la medida que detectaban que sus generaciones de relevo, eran recluidas, por «pasarse», en resorts de rehabilitación.
Como «a confesión de parte, relevo de pruebas», ahora ya tenemos a quienes señalar pública e internacionalmente, no sólo de convertirnos en libreas de sus berlinas del vicio, sino de habernos convertido en un país de drogadictos.
Obvio, los «excedentes» de la producción nos los teníamos que inhalar y tragar nosotros, ante la amenaza de la baja de precio al consumo. Los carteles vieron cómo, pero fomentaron todas las formas de adquisición.
Ahora, ya estamos adentro. La lucha encarnizada por controlar el mercado, se escenifica en nuestra sala. Ya somos un narco-Estado en toda la línea. Colombia nos queda chica. Aquí se cultiva, se cosecha, se elabora, se trafica y se consume, en cantidades que jamás nos imaginamos.
Clinton Confiesa ¡y Aquí Nadie Reacciona!
El narco es, aceptémoslo, nuestra principal actividad productiva. A falta de autoridades inteligentes, el narco-brother ofrece trabajo, renta las tierras, silencia, condiciona, hace circular el poco efectivo que utilizamos para mal comer, define las inversiones, el comercio, los términos de la seguridad, el perfil de los candidatos, el costo de las elecciones y nuestra ubicación en el mundo.
Lo inédito de la declaración y el «mea culpa» de Clinton es el silencio sepulcral y los montones de tierra que los medios nacionales y extranjeros le descargaron. Ni el roce de un cabezal, un editorial, una nota curiosa, un comentario televisivo importante, nada ni nadie lo tocó.
Ello, a pesar de que la declaración venía precedida de la acusación de un centenar de analistas y activistas que se reunieron en Washington hace unos días para responsabilizar a los demócratas y a Clinton del crecimiento del flujo de las drogas en México. Aquí lo dejamos pasar.
Como en el último siglo, no tuvimos la visión para afrontar y dirigir adecuadamente el problema del narcotráfico, éste nos trono en la cara.
En medio de un torbellino de sangre que no tiene medida, brújula, rumbo, límites ni definición, los capos yanquis que manipulan el gran mercado global de la droga han decidido que, a cambio de un plato de lentejas, le hagamos al Tancredo.
El “Plan Mérida”, Trampa a
Cambio de unos Dólares
Republicanos y demócratas le vendieron al beodo Calderón ?el «plan Mérida», una trampa para hacer de nuestro país –por unos dólares– una tumba clandestina donde no se sabe si el cadáver que yace es militar o civil, levantado o sicario, mercenario o guerrillero.
La República no convocó a los interlocutores en esta negociación. Nunca supimos a cambio de qué se dio; no habíamos identificado las fórmulas legales útiles para desenredar los nudos.
Como en los peores momentos? de nuestra historia, lo único que supimos fue la rendición que exigía el enemigo y lo que mandaba el patrón: que pase la frontera sólo la cantidad de polvo, hoja y flor que alcance para un consumo adecuado de las clases y los sectores pertinentes.
Ya no la inundación de los años recientes que llegó a reventar los cerebros de los hijos de sus clanes, de sus clases políticas y los arrinconó en la tesitura de postular candidatos viejitos, como John McCain, mientras los jóvenes dirigentes potenciales iban a los siquiátricos.
El imperio cuenta con la conciencia de clase que le otorga el archivo de sus aliados de Albión –de la Guerra del Opio–, a través de la cual quiso reventar a los cachorros del enorme y viejo mandarinato?. Los sabios chinos del Mekong los pararon en seco.
Nos Andamos Matando, Mientras Ellos Regulan
Pero «¡como México no hay dos!», nosotros sí embestimos con la testuz por delante, no somos toros marrajos, nos tragamos todo el capote de que la sibilina guerra panista contra el narco era «para que la droga no llegue a nuestros hijos»?. Nunca pensamos que era para que nos la jambáramos toda.
Una visión de Estado, certera como un balazo –dice el trovador sotaventino– sería frenar a los traficantes antes de emprender camino. Pero el cedazo no sirve, la pichancha está abocardada y no hay muralla que resista un fajo de billetes verdes.
Una vez localizados los interlocutores, vendría el problema de juzgar el manejo y los tamaños, la cuantía de la negociación. Todo se puede, sin que haya lastimados o se llegue al límite del error. Quien conoce los rebotes de un problema, los extremos de las puntas, decía el gran Clemenceau, tiene el 90% del problema resuelto.
Pero no. Somos muy machos. Nos gusta presumirle al patrón de la bandera de los huesos y las calaveras, quién es el que se muere en la puritita raya y a quién le arrastran hasta el suelo sus masculinos atributos.
Por ese camino se va a la locura. En el iter criminis se entra al túnel de la enajenación competitiva. ¿Por qué en vez de permitir o reglamentar adecuadamente el consumo y la venta, como en los países nórdicos, nosotros nos andamos matando como salvajes invocando a la patria, con advocaciones que no entendemos?
¿O a poco nos dan cuello si no cooperamos? De entrada, ¿ya estamos capicúa? Urge una visión de Estado saludable, recia, nacionalista.
Mínimo, ¡una Mentada de Madre!, ¿o no?
Y es que si alguien tenía dudas sobre las manotas de los órganos de inteligencia imperiales en el asunto Ayotzinapa, se reedita una versión, más parecida que un gemelo, con el secuestro de 15 trabajadores mineros en Cocula. ¿No que el subsuelo era nuestro?
Como cuando la culebra se muerde la cola, el impasible Clinton nos receta el consejo: ustedes tienen todo, nada más cambien las tecnologías y no basen su economía en el petróleo. ¡Qué sencillo! ¡No lo habíamos entendido!
Un demócrata de cepa esquivando la explotación indiscriminada que han hecho del territorio mexicano los republicanos texanos.? ¿Pues no que los demócratas sólo eran dueños de la guerra y las armas y los republicanos del petróleo?
Lo espeta, ¡como si los mexicanos fuéramos dueños del destino y de hacerlo! ¿No está viendo el problema en el que nos metieron sus protegidos gobernantes, a quienes no les alcanzó ni la visión, ni la inteligencia para vender al país?.