En Pemex, los nuevos polkos

Entre los pedagogos es común señalar que para aprender a conducir un auto, es necesario subirse e intentarlo. Para saber cómo funciona, es preciso inscribirse en una escuela de mecánica. Una cosa es manejarlo y otra, muy distinta, es entenderlo.
Esta es una pequeña diferencia que cuando no es comprendida, tratándose de cuestiones políticas y burocráticas, provoca muchos dolores de cabeza a cualquier conglomerado? social.
En otras épocas, muchos monstruos de la política mexicana, que apenas sabían leer, se hicieron cargo de instituciones financieras, corporaciones de estudios técnicos e incluso universidades, sin más armas que un sentido común de caballo a toda prueba.
Cuando los periodistas y amigos les preguntaban cómo le habían hecho para poder manejar esas estructuras sofisticadas, los gerifaltes contestaban que todo era una cuestión de ocupar el asiento de hasta arriba, y permitirle operar a los que supieran manejar todo, como siempre. Y todos contentos.
Pero una cosa es treparse a una estructura sofisticada y otra muy diferente es hacerlo con soberbia. Creer que porque se es designado, alguien puede abusar de su ignorancia e impericia, y se empeña en cambiar todas las reglas de funcionamiento burocrático y aún técnico de cualquier institución.
Las estructuras funcionan solas. Para eso están diseñadas. La dirección de las mismas sólo debe estar sujeta al sentido? común para apegarse al espíritu original que animó su fundación.
Sin esta hipótesis no se entendería, por ejemplo, cómo funcionan las bancas estatales de desarrollo en nuestro país, que cargan en sus direcciones generales con vástagos de las clases privilegiadas que jamás han sabido cómo se maneja una cuenta de ahorros: Del Mazo, De la Madrid, et al.
Alarman Sucesos en el Sector Energía
Lo que está pasando en el sector energético es para alarmar a cualquiera que tenga dos dedos de frente. En Pemex se pretende, desde la ignorancia, meterles mano a los conglomerados técnicos y humanos que han mantenido con vida a esa paraestatal.
Yo no sé a qué santo se va a encomendar el rubro petrolero del gobierno, ahora que pase a ser una «empresa productiva». Es casi un apodo para una armazón burocrática que, si no se entiende que siempre ha funcionado como oficina de subcontratos para facilitarle las tareas burocráticas a las transnacionales que se encargan de explorar y explotar el recurso natural, entonces no se sabe dónde se está parado… o sentado.
Independientemente de su despatarrada dirección, la brújula de la empresa productiva Pemex no apunta hacia ningún puerto seguro. Su futuro inmediato es incierto y oscuro. La intención de las «reformas estructurales» no corresponde a su funcionamiento.
¿De dónde saldrá el apoyo tradicional que las finanzas de Pemex aportan, consistente en 50 centavos de cada peso del presupuesto público? Al licitar abiertamente las rondas geográficas de producción, aunque las compren regaladas, alegando los bajos precios de los bitúmenes, las petroleras transnacionales van a ser socias y compartirán el negocio.
Al convertirse, ahora sí, en propietarias de la producción obtenida en los pozos explotados (van a ser los mismos que antes perforaban), las petroleras no tienen por qué apoyar el gasto del gobierno, operación que finalmente se hacía cuando eran subcontratistas y en el producto final, Pemex podía disponer de los egresos.
?Los fondos gubernamentales ya no podrán exprimirse de Pemex, a menos que triunfe un remedio funcionalista de la inefable SHCP que consiste en subir el presupuesto de la empresa para de ahí mismo extraer los gastos del «gobierno».
Aún así, esta es una apuesta equivocada, pues el presupuesto del famoso «perro verde» de Marina Nacional se aprobó con una condición mercadológica de 79 dólares por barril, predicción del «atinado» Videgaray para los precios de este año y que bien dice Alfredo Jalife, contribuyó a que el precio bajara de los 100 dólares.
Hoy, como todos sabemos (quienes vivimos y pensamos en este país), los precios del barril rondan, como era previsible, menos para él, a menos de un mes de la predicción de Videgaray, 40 dólares por barril abajo, por lo que el presupuesto de Pemex no alcanzará ya ni para una Coca Cola.
O sea que, después de sólo un mes, pasamos de una economía mono exportadora, monopolizadora del principal recurso mexicano y subcontratadora de empresas transnacionales, ¡¡¡a gatos de éstas últimas, aún antes de que se explote un solo barril!!
Hasta aquí, los huesos de Pemex pasarían a ser igual que los de todas las víctimas de los depredadores mexiquenses que, como ya se ha visto, arrasaron con la economía y el honor nacional.
Lozoyita, Prototipo del Colonizado
Pero ahí no para el estropicio. En el intento por no sólo querer manejar el auto, sino saber demostrar que saben cómo funciona, todavía le echaron encima (Videgaray y Lozoya) al presupuesto de la empresa, una losa de enorme tamaño.
No es otra, más que la obligación de mantener los hoyos presupuestales que provocarán las estructuras burocráticas de cuello alzado de los «entes autónomos «de regulación de hidrocarburos que costarán más que un hijo loco estudiando –¡adivinó!– en el ITAM y el MIT.
Oficinas principescas propias de los sultanatos petroleros en que las iban a convertir los tres chiflados de referencia. Repletos de puro diletante, que en su vida se han parado en un campo petrolero, redrojos todos del régimen vendepatrias del mediocre Ernesto Zedillo, mentecato traidor?.
Para rematar el esquema, el ñoño Lozoya insiste en que todavía falta una inversión de muchos miles de millones de dólares, con cargo a esa «empresa productiva: ¡la «Universidad Petrolera»!
Lozoyita quiere producir doctorados en filosofía del petróleo, cuando lo que se requiere es capacitar a los técnicos en todos los avatares que tendrán que enfrentar para insertarse en la dura competencia por el mercado internacional.
¿Y a quién va a doctorar? A los oficinistas y empleados administrativos del «perro verde», que cree él que no les preocupa su empleo, sino que están que mueren por un título de la nueva aristocracia petrolera (je, je, je).
El joven hijo de Lozoya no ha entendido, después de dos años de echar a perder todo lo que toca,? que, en el concepto de «empresa productiva», es el sindicato el que debe capacitar a los trabajadores, como sucede en todo el mundo.
Son los trabajadores sindicalizados, los que deben recibir esa capacitación, para no perder habilidades que deban fortalecerlos en el competido mercado laboral que se abrirá ante la presencia de trusts internacionales.
De ser un sindicato de empresa paraestatal, el STPRM se convirtió, merced a las famosas » reformas? estructurales», en un sindicato de industria, que tiene que luchar por el empleo y la subsistencia de sus agremiados. Pero esto no lo ha podido entender Lozoyita, como no puede entender ningún proceso industrial o comercial de Pemex. Es normal, hizo su carrera en el ITAM –among all places– a base de boletazos.
El joven ?Lozoya es un aprendiz de tecnócrata. Su trayectoria forma parte esencial de la parafernalia de los ochentas. Del engaño intelectual que ha regresado en forma vengativa, sólo para encabezar la rapiña y las falsas promesas seductoras de teorías fracasadas.
Forma parte esencial de un grupo de tartufos sañudos y cuenta chiles. De yuppies despolitizados, penetrados por ideologías contrarias a sus raíces históricas, si es que las han tenido.