Los golpes de pesos pesados son brutales en el boxeo y en la política, también, como ocurre en el Senado, donde Javier Corral (PAN) acusa al gobernador priísta de Chihuahua, César Duarte, de corrupto, y éste lanza un gancho demoledor al decir que le preocupa que el legislador panista responda a los intereses del Cártel de Juárez.
Adrenalina, coraje, tensión y sorpresa colman el ambiente en el salón de la Comisión Permanente del Senado, que semeja una arena de boxeo, con gente hasta las filas más lejanas, en este choque de fuerzas entre ambos, que incluso levanta alguna silbatina de la galería, de voceos que buscan acallar a Corral.
Esta es una de las colisiones agresivas en los anales del Congreso, que coloca en el mismo lugar al panista Corral, que desde septiembre pasado culpa a Duarte de enriquecimiento ilícito, de pasar de vencedor de coches usados a multimillonario.
A César Duarte lo invitó el Senado de la República a explicar qué programas activó su gobierno para abatir la inseguridad pública que colocaba a Ciudad Juárez como la ciudad más violenta del mundo.
El panista y chihuahuense Javier Corral tiene una cartulina en su mesa en la que está escrito: “Fuera Duarte de Chihuahua”. E incluye: “#NoMasCorrupción”.
Parece que ese pedazo de papel incómoda a Duarte. Al centro de los escaños se sienta el coordinador de los senadores del PRI, Emilio Gamboa, flanqueado por su burbuja: Miguel Romo y René Juárez Cisneros. Permanecerá toda la reunión, atento trazador de estrategias.
Habla el gobernador sobre la experiencia de su gobierno en materia de seguridad pública y justicia, que es el tema de las audiencias públicas en que se encuentran. “Dejamos de ser nota roja”, dice.
Tensión en la sala. Javier Corral despliega una cartulina en la que expone que es una vergüenza la participación del gobernante en esas audiencias. En un acto reflejo, “al vuelo”, César Duarte dice que esa es una distracción.
René Juárez va con el panista. Hablan. El norteño se sienta y baja su pliego de queja. El sureño más moreno del Senado se va y se sienta a la izquierda de Gamboa.
Pasan minutos de estar en guardia. César Duarte voltea y dice cosas hacia la burbuja priísta. Gamboa Patrón reparte comentarios o une sus manos para concentrar su atención. Van a la polémica chihuahuenses: Graciela Ortiz que tunde a Corral, “a quien conozco desde que era niño”, y lo acusa de buscar raja política para 2016, cuando se juega la gubernatura de ese estado.
Alejandro Encinas es el presidente del evento y el réferi del choque de estos personajes de largas trayectorias, de recursos de expresión, de reflejos en la defensa y ataque. Orienta la reunión al tema que los llamó, la iniciativa del Ejecutivo sobre seguridad y justicia; pone orden.
Humberto Castillejos, consejero jurídico de la Presidencia de la República, es testigo de primera fila —ring side, en la jerga de peleas boxisticas—. Es de palo. Escucha a un Enrique Burgos ecuánime; al panista Roberto Gil, dentro del tema sustancial, sin tomar parte en la confrontación; Patricio Martínez, priísta ex gobernador que defiende a Duarte: “Chihuahua no es el paraíso terrenal, pero era el infierno”.
Arely Gómez, Cristina Díaz, exponen y solicitan a Duarte más señales de su experiencia en los temas de seguridad. Y el impugnado priísta les da respuesta, y deja para el último a Corral: lo acusa de pretender desestabilizar su gobierno que afectó los intereses del narcotráfico.
Con habilidad, sin esfuerzo, suelta golpes en serie a un área blanda: los hermanos del panista, quien sin oportunidad de revirar va con los periodistas, y argumenta: Ese es el gobernador de Chihuahua, un pandillero que mostró su perversidad.
Hay peleas que son brutales, y en el Congreso de la Unión pocas ha habido como ésta.