Siempre que maté a alguien andaba drogado: ‘El Wicked’

Uno de los crímenes de mayor impacto de José Enrique Jiménez Zavala fue el de la activista Marisela Escobedo además de la ejecución de 16 personas en el bar El Colorado, en-tre ellos dos periodistas.
Siempre que maté a alguien andaba drogado, (me metía) toda clase de drogas. Se hizo algo tan común que era como un trabajo. En el momento de disparar no se siente nada, es hasta en las noches, ya después, cuando uno ve a sus propios hijos, a su propia familia, es cuando se sabe que hizo daño a otras personas, a hijos, madres, padres”, a horas de ser detenido, así describía José Enrique Jiménez Zavala a  su actividad como asesino.
Conocido desde joven como El Wicked, el pasado 31 de diciembre murió estrangulado en su celda, víctima de un antiguo cómplice con el que tenía rencillas, pero que inexplicablemente era su compañero de celda; no podría haber sido de otra forma: a Jiménez Zavala, sentenciado a cadena perpetua por varios homicidios, y quien esperaba otra condena por privar de la vida a la activista juarense Marisela Escobedo, lo delataron otros integrantes del cártel criminal al que pertenecía, y él pagó con la misma moneda al filtrar información que lo llevó a la detención de otros delincuentes, incluida la persona que finalmente lo asesinó.
Sin duda era el criminal más “mediático” de las cárceles de Chihuahua, ya que aseguraba ser responsable de la muerte de más de 200 personas en ejecuciones, enfrenta-mientos.
o en sesiones de tortura a miembros de bandas rivales, pero esa altísima peligrosidad nunca fue impedimento para que diera entrevistas, ruedas de prensa, y hasta varias conferencias ‘motivacionales’ a jóvenes estudiantes.
“Sinceramente, es triste levantarte todos los días y saber que pasaré el resto de mis días en una celda; hay veces que quiero creer que todo es un mal sueño, pero siempre, todos los días me levanto en el mismo lugar”, dijo El Wicked, de 31 años, ante 2 mil estudiantes de preparatoria, a los que impartió una plática en abril de 2013.
En la entrevista que dio a este medio al día siguiente de su captura —en un operativo policiaco que se realizó en octubre de 2012 afuera de un centro comercial en el que hacía compras con su esposa e hijos— relató tranquilamente, con un lenguaje educado y con una calma sorprendente, que para él los asesinatos y las drogas siempre provocaron lo mismo: en el momento los disfrutaba, pero horas más tarde venía el arrepentimiento.
Solía vivir en un círculo vicioso, en el que el consumo de heroína era su principal estimulante para matar, y después del crimen era un “alivio” para evadirse de los remordimientos.
“No le puedo decir que dormía a gusto, porque le mentiría”, dijo en aquella charla un hombre todavía joven, quien logró llegar a ser un líder de sicarios en la pandilla de Los Aztecas, el brazo ejecutor del Cártel de Amado Carrillo.
Su adicción a las drogas y el alcohol comenzó cuando apenas era un niño en Ciudad Juárez. El primer crimen llegó a los 14 años, cuando vendió mariguana en El Paso, Texas, a donde su madre lo llevó a buscar una mejor vida, la cual nunca encontró y por el contrario verla prostituirse en cantinas dejó traumas severos en El Wicked, quien narró esa experiencia en repetidas ocasiones a los estudiantes.
Con 18 años cumplidos fue sentenciado a un lustro de prisión por narcomenudeo. Al término fue deportado a México, pero durante ese tiempo hizo los contactos necesarios en la pandilla de Los Aztecas, la cual tiene ramificaciones en ambos lados de la frontera, y lo reclutó unos meses después.
La organización lo envió a la ciudad de Chihuahua, donde dirigía una célula dedicada a matar. Uno de sus crímenes de mayor impacto fue la ejecución de 16 personas en el bar El Colorado, entre ellos dos periodistas.
“Íbamos a matar a una mesera y a un señor que vendía droga en ese bar, pero después nos dieron la orden de matar a todos. Llegamos con un operativo táctico, los pusimos en el suelo, los demás ya sabían que no podían disparar hasta que yo lo hiciera, con el fin de evitar fuego cruzado. Cuando yo disparé, dispararon todos los demás y los matamos”, explicó.
Precisamente, otro de los pistoleros que participaron en ese atentado fue quien privó de la vida a Jiménez Zavala. Se trata de Jaime Noel Cuevas Baeza, quien, según la Fiscalía del estado, lo asesinó por haberlo delatado ante las autoridades, aunque Jimmy Cuevas fue detenido un par de meses antes que El Wicked.
La Fiscalía informó que abrió una investigación interna para determinar si hubo complicidad de algún celador en el homicidio, y de paso conocer las razones de que ambos estuvieran internos en una misma celda a pesar de sus rivalidades y peligrosidad.
El caso Marisela. Esa “efectividad” en el ataque al bar, le valió la confianza de sus jefes, al grado que le asignaron una tarea sumamente compleja: asesinar a Marisela Escobedo, la activista que había perseguido con sus propios recursos al asesino de su hija, Sergio Barraza, a lo largo de todo el país.
El Cártel de Juárez no tenía nada en contra de Marisela, pero fue un favor que le pidieron Los Zetas, quienes necesitaban “callarla” porque estaba llamando mucho la atención de las autoridades en Zacatecas, lugar donde se escondía Barraza, detalló Jiménez.
La privó de la vida justo en las puertas del Palacio de Gobierno de Chihuahua; tras forcejear con la mujer le disparó en la cabeza.
“En el momento no sentí nada, para ser honesto. Yo sabía quién era ella exactamente, lo que andaba haciendo y por lo que andaba protestando”, comentó tras recordar que semanas antes había visto a Escobedo en la televisión y hasta le pareció admirable la lucha que mantenía en busca de justicia.
Al ser cuestionado sobre como fue capaz de matarla en el edificio más importante del gobierno, señaló que tenía una instrucción de sus superiores y “uno nunca puede negarse cuando tiene órdenes. Aunque yo hubiera pensado que estaba mal”.
Por este crimen no llegó a ser condenado, la sentencia vitalicia se le impuso por otros homicidios.
Los últimos 26 meses de su vida los pasó en el Área de Máxima Seguridad del Cereso de Aquiles Serdán. Ahí permanecía 22 horas al día encerrado; comía y se bañaba en su celda, no convivía con otros presidiarios, y la única actividad fuera de esa rutina eran sus discursos ‘motivacionales’.
“No dejes que te engañen, sigue estudiando, investiga todo el potencial que tienes y explótalo al máximo; no te dejes llevar por lo fácil, no te vayas por la puerta falsa como yo. Nunca dejes de esforzarte, yo hice muchas cosas malas en esta vida, de las cuales estoy sumamente arrepentido, con mis acciones llegué a afectar a muchas familias, pero el día de hoy te invito a que escuches mi mensaje y no hagas lo que yo hice, que dejé de soñar”, se despidió de los centenares de estudiantes, quienes escuchaban incrédulos las palabras de superación de la boca de un asesino serial