Papa Francisco: La gran mentira que lleva la eutanasia

El Papa Francisco denunció hoy la «gran mentira» de la » calidad de vida» humana y que rechaza una existencia marcada por graves enfermedades porque no sería digna de ser vivida.
En su mensaje anual por la Jornada Mundial del Enfe-rmo, difundido este día por el Vaticano, no utilizó explícitamente la palabra eutanasia pero hizo referencia a las actitudes que conducen justamente a la aplicación de esa práctica.
Invocó «la gracia de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados».
«En cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho en la ‘calidad de vida’, para inducir a creer que las vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas», agregó.
En su texto, titulado «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» , destacó que muchos cristianos en la actualidad están junto a los enfermos que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse y para alimentarse.
Reconoció que ese servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado porque es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer.
El Papa lamentó que, a veces, el mundo actual olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque las personas están apremiadas por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y se olvidan de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse y del hacerse cargo del otro.
Advirtió que, detrás de esa actitud, existe con frecuencia una fe tibia y por ello recordó «la absoluta prioridad de la salida de sí hacia el otro» como uno de los «mandamientos principales» para los católicos.
Además instó a todos a íser solidarios con el hermano sin juzgarlo!» porque la caridad lleva su tiempo para curar a los enfermos, tiempo para visitarles y para estar junto a ellos.
«La caridad verdadera es participación que no juzga, que no pretende convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la aprobación y se complace del bien hecho» , apuntó.