Un viaje en curso con finales provisionales

Para el poeta argentino Mario Ortiz (Bahía Blanca, 1965), la poesía adquiere su potencia inventiva en “el espacio de contaminación de cruces y diálogos entre disciplinas heterogéneas y lenguajes combinados”. Su proyecto llamado Cuadernos de lengua y literatura —una serie de libros que empezó a publicar en el año 2000—, es un viaje en curso, una exploración del lenguaje a través de diversas tentativas de escritura, que conlleva “finales en apariencia provisorios y elementos, ideas o fragmentos que se repiten entre un volumen y otro”.
Ortiz opina que “se escribe como se lee, y viceversa”, y se niega “por principio, a trazar fronteras rígidas entre los géneros literarios”, de tal modo que, además de poetas como Ezra Pound —“y su demencial proyecto de los Cantos o Cantares, un faro que todavía ilumina”—, Francis Ponge y los argentinos Arturo Carrera y Leónidas Lamborghini, también algunos narradores y ensayistas constituyen una presencia decisiva en su aparato de producción literaria: “Pienso en La invención de la soledad de Auster, en 1984 de Orwell, la más y desoladora reflexión sobre el lenguaje y la política que conozco; ensayos como los de Maeterlinck, verdaderos milagros poéticos, agreguemos a Perec, la epistemología de Thomas Kuhn, los experimentos verbales de Raymond Roussel y los libros del parasicólogo argentino Pedro Romaniuk”.
En sus primeros volúmenes Cuadernos de… eran una especie de antologías personales de poesía, pero a partir del Volumen V —titulado Al pie de la letra—, están formados por una aleación de temas y estilos con la que se modifican las formas genéricas de la poesía, la narrativa, el ensayo y la autobiografía.
¿Recuerda cómo apareció la literatura, y en especial la poesía, en su vida?
Cuando tenía 16 años un gran amigo me prestó un libro que casualmente estaba en la sala de su casa. Era la obra de teatro El desierto entra a la ciudad, del narrador y dramaturgo Roberto Arlt. No sé muy bien por qué, ese texto fue algo así como un mazazo en la nuca. Seguí leyendo más de este autor, y a los pocos días ya estaba delineando una obrita de teatro espantosa. Por suerte se perdió esa prueba del delito contra la literatura.
¿De qué modo empezó su formación como poeta?
Atravesé la adolescencia durante la dictadura cívico-militar y la transición a la democracia, luego de la Guerra de las Malvinas. Ninguna época de la historia argentina puede compararse a esta feroz dictadura cuyas consecuencias duran hasta el día de hoy como puede comprobarse en las luchas de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Lo más arriesgado y experimental en poesía circulaba por algunos iniciados con los que yo no tuve contacto.
Conclusión: entré a la universidad como un perfecto idiota creyendo que la poesía debía escribirse con rima y métrica. Eso cambió drásticamente cuando comenzamos la carrera de Letras. Consolidamos un grupo de amigos maravilloso junto con Marcelo Díaz, Fabián Alberdi, Omar Chauvié, Sergio Raimondi, Sergio Espinosa y un largo etcétera de donde surgió el colectivo artístico Poetas Mateístas; era 1985. Al poco tiempo seguí por otros rumbos.
Continué siendo un perfecto idiota, pero al menos ya sabía que los poemas no necesitan escribirse con rima y métrica.
¿Cómo fueron sus primeras tentativas de escritura?
Absolutamente desastrosas. Incluso, pasaron largos periodos de tiempo en los que no escribí una línea. Lo mío fue muy irregular y poco “profesional”, en el sentido de llevar adelante una “carrera de escritor”. Por eso no termino de sorprenderme de que últimamente haya una recepción más bien favorable de mis textos.
¿Por qué llamó Cuadernos de lengua y literatura a su obra en curso?
Es un título que suena a manual de colegio secundario, a cierta función didáctica. Eso me parece muy interesante, siempre que se entienda que no se trata del libro que escribe un profesor, sino de los borradores donde el alumno se ejercita. Cada cuaderno es un trabajo de experimentación con el lenguaje. Por otra parte, el concepto “libro” con un título propio supone un texto relativamente cerrado en sí mismo, una unidad acabada y coherente. En cambio, al emplear un mismo título se sugiere la idea de que la ejercitación no acabará nunca, de que son cuadernos, tentativas, momentos provisorios. Ello permite pasajes entre un cuaderno y otro, diálogos, continuaciones y rupturas, una trama que se expande.
¿De qué modo ocurrió la transición de escribir poesía de formas más convencionales a la amalgama de géneros con la que a partir de Al pie de la letra concibe sus libros?
En un momento determinado me di cuenta de que la forma poética más tradicional con cortes de versos y extensión relativamente breve me resultaba estrecha para la cantidad de cosas que quería pensar y decir. El volumen IV es un cuaderno donde el verso se expande, contorsiona y experimenta con distintos registros para dar cuenta de ciertos hechos de nuestra historia regional. Algo estaba haciendo crisis allí. En el volumen V ya me volqué decididamente a esa amalgama de géneros, como defines, donde se cruzan segmentos poéticos en verso, con momentos de narración, ensayo, autobiografía, etc. Sin embargo, yo los sigo denominando poesía, y no por una comodidad o apego afectuoso al nombre, sino porque la poesía es menos un género definido que un espacio de experimentación. Esto me parece determinante. No se trata de diluir la especificidad de la literatura, la plástica o la música sino más bien de ponerlos en tensión, en diálogo, en contacto con otros lenguajes, incluso no artísticos. Esa es la forma en que un arte o disciplina determinada se oxigena.
En Crítica de la imaginación pura revela “la maquinaria poética” que despliega al escribir, ¿puede decirse que su escritura proviene de instantes epifánicos y de un arduo trabajo habitual?
Exactamente. Epifanía y revelación son dos palabras apropiadas para pensar la poesía, siempre que no se las tome en su sentido religioso sino etimológico: epi-pháneia viene del griego y significa “manifestación”, lo que aparece a los ojos; re-velación implica “quitar el velo”.
Tiene mucho que ver con los sentidos, fundamentalmente la vista y el oído. Un mueble viejo, un camastro, se convierten en el centro de una epifanía y no porque haya en él una divinidad que duerme entre pañales.
El trabajo y la técnica no son momentos posteriores y derivados, que vienen a poner en palabras la visión revelada. La técnica —la tekhné de los griegos— atraviesa todo el proceso: vemos algo porque también hemos entrenado el ojo para ver de determinada manera. Hay un aprendizaje técnico para generar las condiciones de posibilidad de una epifanía.

La cuestión política aparece en sus libros, ¿diría que la poesía es una manera de hacer política?

Sin lugar a dudas. Habito un país que en sus últimas décadas ha sufrido procesos políticos y económicos muy profundos y dramáticos. Una dictadura cívico militar sanguinaria que arrojó el saldo de 30 mil desaparecidos; la apertura democrática y las expectativas de un proceso socialdemócrata durante el gobierno de Alfonsín; crisis económicas, episodios hiperinflacionarios apocalípticos; una década de neoliberalismo durante los años 90 que destruyó la industria nacional, regaló a precio vil las empresas del Estado y agrandó la brecha social a niveles abismales; el colapso de 2001 que casi desintegra la República; las nuevas expectativas y esperanzas de recuperación a través de un proceso político de corte nacional-popular durante el gobierno de Néstor Kirchner. ¿Cómo mantenerse ajeno a todo esto?

La editorial Eterna Cadencia presentará el Volumen VIII de los Cuadernos.

Es una continuidad de la serie que se abrió en el volumen V y supone la clausura de una etapa de mi vida que concluyó con pérdidas afectivas. Un televisor destruido que encontré en una esquina me sirvió como artefacto de tecnología ultrainnovadora para trazar un recorrido por la infancia, las máquinas del tiempo que imaginó la ciencia ficción, la muerte de los seres queridos y la propia.

¿Seguirá el viaje con los Cuadernos?

Estoy seguro de que todos los textos que publique llevarán el mismo título. La serie continuará porque nunca se termina de explorar el lenguaje. Somos alumnos perpetuos. En estos momentos estoy trabajando sobre el volumen IX. Si el VIII giraba en torno al tiempo, este se centra en el espacio, la geografía, la escala humana. Leónidas Lamborghini afirmaba: “las pretensiones son enormes; los resultados son deformes”.