Mercado «Abelardo L. Rodríguez», una joya escondida

El esplendor del mercado «Abelardo L. Rodríguez» sigue ahí, oculto bajo el polvo y la grasa, con filtraciones de agua, murales en riesgo de perderse y el cableado eléctrico hecho una maraña.
El mercado Abelardo L. Rodríguez fue inaugurado hace 80 años. En su momento era el centro de abasto más grande de la Ciudad de México, pero le fueron añadidos otros atractivos que lo hicieron único en su tiempo y que aún hoy siguen resistiendo el embate del tiempo.
En sus muros hay pinturas de colaboradores de Diego Rivera (Pedro Rendón, Grace y Marion Greenwood, Ramón Alva Guadarrama, Pablo O’Higgins, Antonio Pujol) e incluso se llegó a decir que el propio muralista guanajuatense pudo haber participado en el trazo de cada obra.
A los murales se les dio un tratamiento especial hace cinco años para revertir en lo posible el deterioro que tenían luego de tres cuartos de siglo en la vida intensa de un mercado público. Hollín del tránsito vehicular que pasa a unos metros de distancia; polvo y grasa que se desprenden desde las cocinas del mercado público.
Los murales, lejos de contar con condiciones de luz especiales, tener vigilancia constante, contar fichas técnicas que expliquen las secuencias de dibujos, están en los pasillos de acceso al mercado, sólo protegidos con una capa de sellador.
En su construcción el edificio marcó varios precedentes. Su superficie de obra era de 11 mil 92 metros cuadrados, una inmensidad para la época.
Se adquirieron fincas por valor de 445 mil 666 pesos para despejar el predio donde sería construido. La obra tuvo un costo de un millón 394 mil 390 pesos de la época, siendo la obra pública más grande de su tiempo. Contaba con 48 accesorias exteriores, 53 interiores y 128 puestos en el pabellón cubierto.
En el momento de su construcción los muralistas estaban plasmando temas del abasto en la capital del país.
En 1935 el artista plástico Isamo Noguchi tendría una estancia de ocho meses en México, periodo durante el cual pintó murales en relieve en la parte alta del edificio; los elaboró con metal, concreto, pintura. Se trata de un discurso socialista que el pintor japonés plasmó mientras se encontraba en México, hospedado por Frida Kahlo y Diego Rivera.
En el techo del mercado, en el ala oriente, donde se encuentra el mural de Noguchi, hay goteras que han deteriorado el piso de madera.
En la pasada temporada de lluvias, los trabajadores de la delegación Cuauhtémoc que laboran en el edificio colocaron bolsas de plástico pegadas con cinta adhesiva para proteger el piso de madera.
El verdadero drama se encuentra en los murales del cubo de escalera del lado nororiente del edificio. En la reciente época de lluvias se registraron filtraciones de agua y desprendimiento del aplanado del techo.
Las filtraciones se desarrollaron en al menos dos puntos de uno de los cubos de escalera del segundo nivel del edificio.
De uno de los puntos de filtraciones de agua se desprendió el aplanado del techo. Las filtraciones ya afectan la parte cercana a la representación de un usurero.
Sólo un listón de plástico amarillo impide el paso al cubo de la escalera en que está el desprendimiento del techo, que cayó sobre los escalones. Las instalaciones eléctricas, además, están en condiciones deplorables, con cables enredados, expuestos en los pasillos del mercado.
Sin inversión
Pese al evidente estado de deterioro del mercado, la delegación Cuauhtémoc, por la oposición de los propios locatarios, no invertirá recursos que ya estaban destinados a ese inmueble.
En las reuniones del jefe delegacional, Alejandro Fernández, con locatarios del Mercado Abelardo L. Rodríguez no se pudo llegar a acuerdos para invertir 14 millones en reparaciones urgentes.
De acuerdo con Fernández, en el inmueble hay problemas de impermeabilización, goteras, instalaciones eléctricas y reordenamiento de los locales.
“En el mercado no se podrá entrar (a darle mantenimiento). Fue un recurso que se gestionó con la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedeco). Parte de las reglas de operación es que firmen una hoja de reconocimiento y no quisieron firmar, suponen que les van a quitar el espacio, pero no se va a poder.
“Era una intervención mayor, de unos 14 millones de pesos y (los locatarios) no quisieron. Hicimos asambleas, cinco intentos, estuve presente en dos y no quisieron firmar. En el Teatro del Pueblo se intervendrán tramoyas, instalaciones eléctricas, restauración de sillas, pisos, y la cabina de audio y proyección, y se impermeabilizará, y se trabajará en la rehabilitación del centro de artes y oficios que está en el ala poniente del edificio”, puntualizó Fernández.
Otra época
El mercado fue inaugurado al mediodía del 24 de noviembre de 1934 por el propio presidente Abelardo L. Rodríguez, quien estuvo acompañado del entonces regente Aarón Sáenz y de Lázaro Cárdenas, presidente electo de México.
La ceremonia fue transmitida en directo por la XFX, una emisora de la Secretaría de Educación Pública, y por la XEO, la emisora del Partido Nacional Revolucionario. Además de los discursos, hubo música a cargo de la Orquesta Típica de la policía capitalina y un grupo de mujeres integrantes de la Casa de Orientación ejecutaron la danza Tianguis.
Durante la ceremonia se inauguraron el mercado, el claustro, el pabellón octagonal anexo al mercado que albergaría el mercado de pescados y mariscos.
El mercado contaría, además, con guardería para hijos de locatarios, locales para sucursales de bancos, agencias de trabajo, exposiciones de artículos, lonja mercantil, etcétera.
En esos tiempos la vida en la Ciudad de México era totalmente distinta a la que conocemos en la actualidad.
El costo de una renta de un departamento rondaba los 45 pesos mensuales en el centro de la ciudad, cerca del nuevo mercado, o 22 pesos en el pueblo de Tacubaya, y 60 en la naciente colonia Roma.
En los días en que fue puesto en marcha el mercado, la urbe se conmovió por el incendio de la Mercería México, con pérdidas calculadas en 150 mil pesos, una fortuna para aquella época.