La Arquidiócesis potosina llamó, en el marco de la eucaristía a la Virgen de Guadalupe, a luchar con denuedo y esperanza por la obtención de un nuevo cielo y una nueva tierra para el Estado de San Luis Potosí, México y el mundo, en la unidad, la solidaridad y la entrega en especial para favorecer a los que menos tienen, a los más vulnerables, a los que han perdido la fe.
El Arzobispo Jesús Carlos Cabrero dijo desde el altar guadalupano, que a la Iglesia le apena y le duele en el corazón el sufrimiento del pueblo mexicano, el de los abandonados del amor social, el de los marginados de las instituciones públicas: las etnias, la comunidad que carece de oportunidades reales, la que se ve afectada por la incertidumbre y la violencia en todas sus formas y dimensiones. También dijo que duele a la Iglesia, el dolor que “hemos causado”, por lo que urgió a la restauración, a la recomposición que lleve a despojarnos del egoísmo, de la maldad y de la indiferencia.
Advirtió que circulan entre la sociedad ciertas corrientes de pensamiento “que buscan acabar con el amor a Dios y al prójimo”, con la fe y la esperanza, por lo que llamó a hacer del templo guadalupano, y de los corazones católicos, “un nuevo pentecostés”.
Para ello es necesario que nos reconozcamos todos, dijo, como hijos de un solo padre (Dios) y nos reconozcamos, como hijos de la Virgen de Guadalupe, como hermanos. Nos duelen la falta de oportunidades para nuestra gente más vulnerable, para los migrantes; nos duele la desintegración familiar, el crimen y la violencia.
Definió como urgencia trabajar para cambiar el corazón y el camino, para restablecer y fortalecer la paz, la unidad y la solidaridad entre nosotros; para alentar el fuego de la esperanza en un mejor futuro para todos.