Juan Guzmán, una mirada precisa y pura

La mirada sobria y preci-
sa, a la vez sensible y
empática, con que Juan Guzmán –seudónimo de Hans Gutmann Guster– produjo 135 mil fotografías en más de cinco décadas, lo mismo en Alemania, Francia e Italia que en Grecia o México, lo convirtió en una suerte de testigo presencial de la historia del mundo y sus instantáneas son una narrativa visual de casi todo el siglo XX.
La paradoja resulta cuando, al indagar en su archivo, se devela que de profesión era ingeniero metalúrgico y, por falta de oportunidades laborales en Alemania, su país natal, durante los años 30, toma la cámara de cine y foto como una labor momentánea, pero al final ésta se convirtió en su modo de vida, e incluso en su puerta de salida del régimen nazi y luego de la Guerra Civil española.
De ello da testimonio el libro Juan Guzmán (RM/Fundación Televisa), en el que se reúnen 950 imágenes de su acervo para trazar su trayectoria como fotoperiodista que, más allá de su conocimiento empírico, se caracterizó por la “precisión” técnica y la “pureza” de su composición, define Alfonso Morales, coordinador de la investigación.
Son imágenes, continúa, de poco ruido visual, claras en su protagonista, enfáticas en su mensaje y tomadas desde una mirada ajena que, si bien parten de una subjetividad, ofrecen un registro “limpio” de los momentos históricos, como la persecución nazi, el gobierno franquista en España y la Olimpiada Popular en Barcelona en 1936.
En 1939, Guzmán (1911–1982) llegó a la Ciudad de México como refugiado español y pronto se integró a la prensa mexicana; primero para periódicos, como Novedades, y después para revistas ilustradas locales.
pero el grueso de su trabajo sobre el país lo realizó entre 1950 y 1970 como corresponsal de Time y Life.

“Había una importante documentación de su trabajo, porque, como buen alemán, era muy disciplinado y ordenado y eso nos ayudó a la investigación para entender el camino que vivió como fotógrafo y, sobre todo, entender cuál fue la relación con el fotoperiodismo nacional y el fotoperiodismo internacional. Y, al final, esta publicación es una gran memoria fotográfica que tiene que ver con el país, y con la historia contemporánea”, describe Morales del acervo que Fundación Televisa adquirió en 2006.

Sus estudios como ingeniero permitieron al también alpinista mantenerse a la vanguardia en tecnología fotográfica, uno de los aspectos que aportó a la imagen mexicana. Mientras que su condición de refugiado lo colocó en una trinchera de observador, desde donde registró a vendedores en los mercados sobre ruedas, usuarios de ferrocarriles, cilindreros, campesinos, voceadores; y a artistas como Frida Kahlo, Gerardo Murillo, Rufino Tamayo, Mathías Goeritz, Jean Charlot y Juan O’ Gorman.

“Desde joven tiene simpatía por los movimientos sociales y de izquierda, y aunque en México no se involucra activamente por su condición de refugiado, sus imágenes sí traslucen esa simpatía por lo social, por los movimientos democráticos. Lo curioso es que su fotografía más sensible es la de paisaje y alpinismo, es casi biográfica.”

Morales considera que, a pesar de ser un hombre austero, de pocas palabras, utilizó la imagen para expresarse y ese frío aparente por el entorno es en realidad una pasión por mostrar la cotidianidad que le sorprendía.

En el libro se trazaron dos líneas de lectura: primero un recorrido cronológico por su trabajo en Europa y luego a partir de su llegada a México, núcleos temáticos de acuerdo con los asuntos de mayor presencia en el archivo. A la vez se entrevé su proceso creativo, pues se incluyen textos que él mismo escribió y facsimilares de publicaciones de la época.

“Lo que importa es el archivo que tiene detrás, más que Guzmán, habla el archivo de Guzmán y, después de tantos años, lo que sorprende es su potencia como memoria.”