Antonio Sánchez le quita estigmas a la batería

El de Antonio Sánchez (Ciudad de México, 1971) y la batería fue amor a primera vista. “Descubrí la batería a los cinco años de edad. Vi una batería transparente marca Ludwig en casa de un familiar y quedé flechado por el resto de mi vida”, recuerda. Desde entonces su fascinación por la música y la dedicación le han llevado a ocupar un papel protagónico con el instrumento. Algunos críticos de música afirman que es el mejor baterista del mundo; su calidad le ha llevado a sacar del segundo plano a un instrumento que muchas veces se vio sólo como de acompañamiento; su nombre resuena ahora con la misma potencia expresiva que conduce la trama de Birdman (2014), la más reciente película de Alejandro González Iñarritu a la que fue invitado para crear la banda sonora. Sánchez está de regreso en su país: este sábado impartirá una clase magistral y el último concierto del ciclo NY Jazz All Stars 2014, junto con su banda Migration. La historia del baterista puede ser incluida en la de los autoexiliados, en la de aquellos que debieron salir de su propia tierra para hacerse escuchar. La de forjarse un lugar y darle voz propia a la batería, es la historia de Sánchez.Salir de México, dice en entrevista vía correo electrónico, “fue una decisión dura, obviamente, pero estaba determinado a hacer lo más que podía con mi carrera. México es un país maravilloso, pero por desgracia las instituciones nunca han tenido como prioridad darle apoyo al jazz, así que sabía que para llegar lo más lejos posible iba a tener que buscarlo en otro lado”.
Una beca le permitió ir abriendo camino.

Tenía 21 y ya había pasado cuatro años y medio estudiando piano y composición en la Escuela Superior de Música. Una beca para estudiar la licenciatura en Ejecución de Jazz le llevó al Berklee College of Music de Boston y le dio la oportunidad de estudiar con maestros como Kenwood Dennard, Casey Scheurell, Víctor Mendoza, John Ramsay, Ed Uribe, Hal Crook y Jamey Haddad. A la par trabajaba como músico de sesión en varios estudios de grabación y comenzó a tener diversas presentaciones con destacados músicos.

El vibrafonista Gary Burton fue uno de ellos: “Gary es un gran maestro por naturaleza. Siempre se puede aprender de él. Lo que más me gusta es escuchar las historias que cuenta ya que lleva tanto tiempo en el ambiente”, señala. Pero la puerta grande del jazz aún esperaba el arribo de Sánchez; otra beca, ahora de maestría en Improvisación de Jazz en el Conservatorio de Nueva Inglaterra, le daría la llave para traspasarla.

Ahí tuvo como maestro al panameño Danilo Pérez, con quien acabaría tocando con diferentes grupos: “Fue la persona con la que entré a las grandes ligas del jazz. Me enseñó mucho el hecho de haber tocado con él por casi tres años en diferentes formaciones”, recuerda. Pérez le recomendó a Paquito D’Rivera emplear a Sánchez en su Orquesta de las Naciones Unidas, después volvió a llamar al baterista para que le acompañara en una gira y para grabar el disco Motherland.

En uno de esos conciertos por Europa, Sánchez habría de encontrar la forma de subir un nuevo peldaño: el guitarrista Pat Metheny le echó los ojos para convertirlo en el baterista permanente de su grupo.

Improvisación: el lenguaje

“Cuando toco con Pat, las estructuras están muy bien definidas e improvisamos mucho dentro de las mismas; con mi grupo, aunque también todo está muy bien delineado, dejo más espacio para improvisar y crear en el momento”, dice Sánchez. La improvisación era el espacio que el músico buscaba, donde se siente más cómodo y donde logra adquirir una voz propia para el instrumento.

“La improvisación es muy importante para expresarme en lo que hago. Es como hablar. Uno no está pensando las palabras que va a decir durante el día, simplemente hablas. Me gusta sentir que la música puede ser igual que el lenguaje.”

¿Le molesta que el trabajo de la batería pase desapercibido?, “Claro que sí, pero por eso quiero sobresalir con mi propio grupo. Quiero quitarle ese estigma a la batería y que la gente se entere del rango dinámico tan extenso que tiene mi instrumento”, responde.

Otros bateristas como Tony Williamns, Elvin Jones, Roy Haynes, Philly Joe Jones, en el jazz o Stewart Copeland, John Bonham y Neil Peart en el rock, son admirados por Sánchez; unos más explosivos, otros más sutiles, han dado a la batería un lenguaje propio. E l mexicano piensa que hay “un aprieta y afloja constante” entre mostrar la energía del instrumento y su capacidad para volverse sublime. “Hay que saber cuándo hacer patente la potencia del instrumento y hay veces que hay que ser muy sutil. La mejor música siempre esta balanceada”.

Sánchez ha trabajado ya en más de 80 discos de músicos diferentes, tiene siete grabaciones con el Pat Metheny Group y el soundtrack de Birdman, además de cuatro discos con su propio grupo: Migration, Live In The New York, New Life y Three Times Three. Este último, dice, “es un álbum doble que cuenta con la participación de algunos de los músicos más renombrados del mundo.

Son tres tríos diferentes anclados por la batería”. Esos músicos son nada menos que Brad Mehldau, Matt Brewer, John Scofield, Christian McBride, Joe Lovano y John Patitucci.

En diciembre, Sánchez entrará nuevamente al estudio: “vamos a grabar mi sexto disco solista con Migration. Es el proyecto compositivo más ambicioso que he hecho hasta ahora; compuse una Suite de una hora para mi cuarteto con voz que será interpretada por mi prometida Thana Alexa”. ¿Qué se requiere para ser un buen músico?, “Dedicación y muy buen oído”, remata.