“México es un infierno”, denuncian madres de centroamericanos en SLP

Cuarenta y tres mujeres, madres hondureñas, guatemaltecas, nicaragüenses y salvadoreñas, integrantes del Movimiento Migrante Mesoamericano, arribaron a la Capital potosina por la tarde del martes 25 de noviembre, con la esperanza de localizar a sus hijos desaparecidos en México en su tránsito hacia la Unión Americana.

Al preguntarse sobre el nivel de inseguridad que actualmente guarda México para los flujos migratorios, la representante del MMM, Martha Sánchez, aseguró que en el país no existen datos suficientes para conocer la problemática de las desapariciones, sólo una estadística desactualizada (de 2006) de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en la que se asienta un número que ya ni siquiera es una aproximación: 20 mil desaparecidos, lo que da pauta para asegurar que la realidad entraña a un mínimo de 70 mil a 120 mil desaparecidos, una cifra que llama a la alarma y que sigue creciendo, lamentablemente.

Los migrantes centroamericanos tienen una manera especial de describir su tránsito, desde el Suchiate al Río Bravo: “México está sembrado de minas antipersonales” y, es, también, recordando la tragedia de San Fernando, Tamaulipas: una “gigantesca fosa clandestina”.

La X Caravana de Madres Centroamericanas en Busca de sus Hijos Migrantes se encuentra ya en San Luis Potosí; algunas han corrido con la suerte de reencontrarse con sus hijos extraviados, unos que se emplearon en diversos Estados y otros detenidos e incomunicados en las estaciones de migración.

La Caravana se dirigirá a Guadalajara y, luego al Distrito Federal, para avanzar hacia Oaxaca y Chiapas. En Tapachula se detendrán hasta cuatro días, dado que la experiencia de las anteriores caravanas indica que es ahí donde se ha podido localizar al mayor número de migrantes desaparecidos en el territorio mexicano.
Testimonio: “México es un infierno”, aseguró una mujer hondureña, que aparenta una edad avanzada, aún cuando no es una anciana. Está consumida por la angustia de no saber de su hijo, Gilbert, quien salió de su país en busca, no ya del sueño americano, sino de un trabajo suficiente para mantener a sus cuatro hijos y a su esposa.

“Hemos conocido historias de horror –aseguró doña Francisca Vílchis, de la etnia arahuaca, de la costa atlántica–, historias que no nos dejan dormir. Pero mantenemos en alto la esperanza, sí, porque yo voy a encontrar a mi hijo y lo voy a llevar conmigo a casa”.

Hoy, la Caravana de atribuladas y esperanzadas Madres Centroamericanas, que pernocta en la casa de la Caridad Cristiana-Hogar del Migrante, partirá con destino a la ciudad de Guadalajara, Jalisco.

Madres de migrantes desaparecidos realizan la decima caravana, en esta ocasión conformada por 43 madres originarias de Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala y buscan a sus hijos con quienes tuvieron su último contacto cuando se encontraban en México.

Al término de la misa ofrecida en la Casa del Migrante, una de las integrantes de la misma Martha Sánchez Soler, mencionó que al igual que desde hace 10 años realizan esta marcha para apoyar a los migrantes y conocer la ruta por la que sus hijos pasaron cuando buscaban el llamado sueño americano.

Mencionó que además de celebrar los 10 años, en este 2014 es especial porque hay un grupo de organizaciones sociales que en Italiana están realizando una marcha similar, «debido a que en ese país europeo se están dando los mismos fenómenos que en México en materia de inseguridad».

En esta caravana las madres denuncian la violencia que padecen los migrantes en México, convertido en una gigantesca fosa clandestina y en una frontera vertical de miles de kilómetros para quienes huyen en una migración forzada por la violencia extrema, económica, política y social de sus países de origen,

La ruta empezó en Tabasco, pasando por Veracruz, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí, Guadalajara, Ciudad de México, Oaxaca, Chiapas, donde en Tapachula se van a estacionar por cuatro días puesto que ahí se realizan muchas acciones de búsqueda, por la gran cantidad de migrantes que se alojaron ahí.

 

Jorge Fernando Canseco