La Iglesia Católica Romana, en voz del Pontífice Francisco, ha demandado al empresariado una actuación de mayor sensibilidad humana, invirtiendo en los países que se caracterizan por ser expulsores frecuentes de población y que se encuentran sumidos en una situación de marginación, desigualdad, inseguridad y pobreza.
Destacó la importancia de eliminar en toda su dimensión la expresión del capitalismo salvaje que, en México, se ha adoptado de los vecinos del Norte. Es necesario, aseveró el portavoz diocesano Juan Jesús Priego, el empresariado debe darse cuenta de que si no da a sus trabajadores una buena calidad de vida, ese trabajador al final se va a resentir y en consecuencia, va a afectar su producción.
Necesitamos un capitalismo de corte social, no el capitalismo voraz que hemos adoptado de Estados Unidos de América del Norte; necesitamos un capitalismo con más sentido de lo social, no el socialismo, porque este implica que nadie tiene nada: todo es común. Las personas necesitan, por su naturaleza, tener algo en propiedad.
Las políticas económicas tienen que cambiar, el modelo económico imperante, dejó de funcionar ya. Ya dio lo que tenía que dar; ya se vio que es una fábrica de pobres, deslizó una crítica a la Reforma Fiscal, prediciendo que esta desigualdad que se advierte entre servidores públicos brutalmente enriquecidos y ciudadanos pobres, invitando a los servidores públicos a la medianía republicana recomendada por el Presidente Juárez; llamando a los servidores públicos a la honradez, a la transparencia y rendición de cuentas.
Priego dejó en claro que en este aspecto los resentimientos sociales sólo se pueden curar mejorando las condiciones de vida de los mexicanos.
Pidió a los políticos locales, a los servidores públicos de los tres poderes, ser congruentes con la realidad económica de San Luis y del país, a normar sus emolumentos, a frenar sus ambiciones de concentración de riqueza y a preocuparse más por la realidad social de pobreza extendida.