«Crimen, el verdadero enemigo»: Juan Manuel Santos

Tras un conflicto que ha durado casi medio siglo y dejado más de 230 mil muertos y 6 millones de víctimas, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, pidió al pueblo de México y a su clase política “serenidad, valentía, perseverancia y unidad de fuerzas” para superar una de las pruebas más difíciles en su historia reciente.

“Cuando hay una sociedad que está unida y resuelta. Cuando hay una sociedad que quiere salir de ese túnel [de caos, horror y violencia] siempre podrá encontrar esa luz al final del túnel”, asegura el mandatario en una entrevista con un Diario de circulación nacional y a propósito del ambiente de indignación y protesta que hoy sacude a México tras la tragedia que se llevó consigo a los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero.

“Nosotros, muchas veces estuvimos a punto de tirar la toalla. Pero perseveramos y triunfamos. Por eso, yo le diría al pueblo mexicano, que es un pueblo magnífico y al que queremos mucho en Colombia, que persevere.

“Estoy seguro que pueden recuperar la paz y la seguridad”.

Juan Manuel Santos mide sus palabras. No quiere que el mensaje al pueblo de México sea considerado una intromisión. Lo último que desea es que, en medio del dolor y la indignación de millones de mexicanos, la suya sea considerada como una intervención oficiosa.

En su beneficio, habría que decir que, desde una perspectiva histórica, sus palabras son las de aquel estadista que hoy observa por el espejo retrovisor el paisaje de horror y destrucción que dejó tras de sí una guerra de casi 50 años en su propio país.

Por tanto, sus palabras son fruto de la cruda experiencia. Esa que alumbra mientras incendia, parafraseando a Benito Pérez Galdós.

Pero, también, el mensaje del presidente colombiano a México es el de alguien que está muy bien informado de la realidad mexicana a través de los varios programas de cooperación en materia de seguridad.

Por ejemplo, hasta la fecha, las fuerzas armadas de Colombia han entrenado a casi 6 mil oficiales de las distintas fuerzas de seguridad de México.

Casi ningún estadista, como Juan Manuel Santos, ha pasado por la inusual experiencia de zambullirse en dos trincheras opuestas durante una misma guerra. Primero, como Secretario de Defensa y, luego, como presidente de la República y negociador de la paz en jefe.

El presidente recibió a un Diario de circulación nacional en su despacho en el Palacio de Nariño. Nada más al encontrarnos, una paloma de la paz asoma desde la solapa de su saco.

En uno de los muros de su despacho, el cuadro de El Cóndor, de Alejandro Obregón —que fue robado y recuperado en 2007—, demuestra que en Colombia lo que algunas veces se cree del todo perdido, es capaz de regresar entre el asombro y el alivio de sus ciudadanos.

Con el semblante agotado por una intensa gira de trabajo por Europa, el presidente nos abre un hueco en su agenda, repleta de reuniones y encuentros con los representantes de las distintas fuerzas políticas para valorar los últimos avances del proceso de paz que ha impulsado durante los últimos dos años con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en medio de tortuosas negociaciones en La Habana, Cuba.

Unos cielos encapotados y un tráfico endemoniado —el viacrucis cotidiano de los bogotanos—, sirven de marco a esta entrevista que se nutre del proceso de paz, pero también de los ecos de la violencia y las protestas en México; de la cooperación en materia de seguridad y del debate emergente en favor y en contra de legalizar las drogas.

Señor presidente, usted sabe que en México estamos viviendo unos días difíciles. Muy complicados. Una inmensa mayoría de mexicanos no recuerda haber vivido una época con tanta violencia y tanta zozobra. ¿Desde la experiencia que ha tenido Colombia, con su propia guerra y su dolor, qué se le puede decir al pueblo de México? ¿Es fácil encontrar la luz al final del túnel cuando se viven este tipo de crisis. Cuando el Estado es puesto a prueba por fenómenos de violencia e ingobernabilidad que acorralan a los gobiernos, como parece ser el caso de México?

—Cuando hay una sociedad que está unida y resuelta. Cuando hay una sociedad que quiere salir de ese túnel siempre podrá encontrar esa luz al final del túnel. Nosotros lo vivimos. Nosotros vivimos momentos muy difíciles donde la sociedad colombiana estuvo muchas veces a punto de tirar la toalla, pero perseveramos. Perseveraron nuestros líderes. Nos costó mucho. Perdimos a nuestros máximos líderes. Perdimos a nuestros mejores periodistas. A nuestros mejores jueces. A nuestros mejores policías.

Pero triunfamos. Triunfamos y yo le diría al pueblo mexicano que es un pueblo magnífico y al que queremos mucho en Colombia, que persevere. Estoy seguro que pueden recuperar la paz y la seguridad desde la unidad y la serenidad. Pueden lograrlo. Simplemente es una cuestión de saber unir fuerzas. De apelar a la voluntad de los líderes políticos buenos. Que estén dispuestos a sumar fuerzas en favor de ese objetivo. Y no tener miedo. Hay que ser perseverantes y también muy valientes.

¿Considera que es justa la feroz crítica que se le ha hecho al presidente Enrique Peña Nieto por no haber actuado más de prisa tras los trágicos acontecimientos en Iguala?

—Para mí me es muy difícil opinar sobre los asuntos internos de México. Yo le tengo un gran aprecio al presidente Enrique Peña Nieto. Creo que ha sido un gran presidente. Ha tenido la valentía de acometer unas reformas muy necesarias en México. Y en esto de la seguridad muchas veces la gente tiende a culpar a las personas que no son las responsables directas del daño ocasionado. Cuando los verdaderos enemigos son los criminales. Creo que en eso tendría que haber más claridad.

En el caso de Colombia, ¿es usted optimista sobre el proceso de paz que ya dura dos años para sofocar los rescoldos de una guerra que ha durado casi 50 años y ha hecho un daño tremendo al tejido social y a las instituciones?

—Yo creo que lo puedo conseguir. No yo, sino el pueblo colombiano que es el que se merece la paz. Porque esta paz no es mía, ni de mi gobierno. Este proceso de paz es de todos los colombianos. Creo que los astros están alineados y que hay voluntad por primera vez de la contraparte [las FARC] para llegar a unos acuerdos, para poner fin a este conflicto. Dicho esto, el día en que yo vea que esa voluntad no existe me levanto inmediatamente de la mesa.

Durante esta visita y mi encuentro con representantes de distintos sectores, no he podido evitar las muchas opiniones encontradas en favor y en contra del proceso de paz. Y percibo, de parte de unos, esperanza. Pero, por parte de otros, descreimiento e incluso me atrevería a decir, un poco, o un mucho, de mezquindad hacia sus esfuerzos. ¿Le importa a usted el que haya alguien que muestra esta mezquindad, que lo último que desea es que usted no tenga triunfo?

—Hoy, quien se dedique a la política tiene que tener ya no piel de cocodrilo, sino de rinoceronte y hay que aceptar esas críticas. Porque algunas son bien intencionadas y otras son totalmente mezquinas. Es parte del juego. Lo triste es que existan algunas corrientes políticas que, por razones políticas, se opongan al valor supremo de cualquier sociedad o de cualquier país que es la búsqueda de la paz.

¿Qué es más fácil, trabajar por la paz o trabajar por la guerra?

—No me cabe la menor duda que es mucho más fácil hacer la guerra. Y a mí me ha tocado hacer la guerra. Y, modestia aparte, con mucha efectividad. No hay colombiano que le haya dado más duro a la guerrilla que este servidor. Pero hay momentos para hacer la guerra y momentos para hacer la paz. A Colombia le llegó el momento para hacer la paz. Ha sido difícil, pero no me cabe la menor duda de que ha llegado ese momento.

Hay quien asegura que sus esfuerzos en favor de la paz están más en relación directa con sus ambiciones y su deseo de asegurarse el Premio Nobel de la Paz, no en función de un ideal más elevado. Lo acusan de desarrollar un esfuerzo marcado por la ambición personal, no por un sentido de la historia.

—[Sonrisas]. El premio que más añoro es lograr la paz. Ese es para mí el mayor de los premios. Ese es el premio que me llevaría muy contento a mi tumba…

En el terreno de las relaciones entre México y Colombia en materia de seguridad, no es infrecuente que, desde el Congreso de Estados Unidos, se haga alusión al caso de Colombia como un buen ejemplo de lo que ha sido la lucha contra la violencia de los cárteles de la droga. Algunos congresistas aseguran que México tendría que beneficiarse de la experiencia de Colombia. ¿En qué nivel está la cooperación en materia de seguridad?

—Las relaciones con México viven un gran momento en todos los frentes, incluyendo el de la seguridad. Nosotros hemos entrenado a cerca de 6 mil oficiales mexicanos en materia de seguridad. Tenemos varios programas en los que estamos cooperando para robustecer las capacidades de México contra el crimen organizado, contra diferentes tipos de delitos donde nosotros hemos adquirido experiencia a un costo muy elevado. Hoy compartimos esta experiencia con México y otros países.

En este contexto de cooperación, para responder al fenómeno de la violencia de los cárteles, está el debate de la legalización de las drogas. ¿Usted está en favor o en contra?

—Yo estoy a favor de revisar la política [antinarcóticos] que el mundo ha venido desarrollando en los últimos 40 años. No me cabe la menor duda. Y lo digo como el país que ha pagado el precio más elevado en esta guerra. En esta guerra no hay un país que haya pagado un precio tan elevado como Colombia. Una guerra que se declaró hace 40 años en la Organización de las Naciones Unidas contra las drogas. Una guerra que, desafortunadamente, no hemos ganado. Por eso hay que revisar esa política. Eso es lo que yo he venido proponiendo hace algún tiempo, y por fortuna esta propuesta hoy finalmente se está abriendo paso…

¿Pero revisar el qué?

—Bueno, habría que decir que yo no tengo la solución perfecta. No estoy en contra de la legalización, si eso es lo que la comunidad internacional acoge como la solución para arrebatarle al crimen organizado esas utilidades tan jugosas. Pero entre la legalización de toda la cadena [de drogas] y lo que yo llamo la política asiática que es meter a la cárcel a todos los consumidores, hay un abanico de soluciones prácticas.

Yo estaría abierto a cualquier solución que fuera más efectiva en relación a la política antinarcóticos que se ha aplicado en los últimos 40 años y que no ha funcionado.

Pasando a programas de carácter multilateral en los que se han embarcado países como México y Colombia, ¿qué tan optimista es usted frente a las negociaciones que se desarrollan para expandir los tratados de libre comercio entre Estados Unidos y Latinoamérica hacia la Alianza por el Pacífico?

—Yo creo que es una gran iniciativa. Uno puede decir sin lugar a equivocarse que ha sido el proceso de integración entre países de América Latina más exitoso en toda la historia. El mundo entero está observando a la Alianza del Pacífico con mucho interés. Nosotros somos las cuatro economías de mejor desempeño en toda la región.

Somos economías y países que tienen visiones compartidas y con mucho futuro. Somos los que más estamos creciendo y esta integración nos va a fortalecer a todos y esto nos fortalecerá frente al resto del mundo. Por eso, mi propósito y el de todos los presidentes en este momento es continuar fortaleciendo esta integración…

¿Cuáles son sus pasiones?

—Para mí lo más importante es mi familia. Lo segundo es esta posibilidad de servirle a mi país. Es una responsabilidad que tiene muchos sinsabores, pero también uno puede tener grandes satisfacciones. Finalmente, la lectura. Me gusta mucho leer…

¿Qué es más fácil, ser presidente de Colombia o ser periodista?

—Sin duda alguna ser periodista. Acuérdese que no hay poder sin responsabilidad…