El arzobispado reiteró que observa con respeto, simpatía y solidaridad los reclamos de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa y de los padres que buscan justicia para sus hijos y compañeros y que reclaman pública y abiertamente, en su derecho.
Sin embargo, advirtió el portavoz Juan Jesús Priego, no es ni acertado ni conveniente, es crear en la sociedad un ambiente de turbulencias.
—Así, así no se consiguen las cosas –dijo el portavoz—, al llamar a la cordura, la mesura y el apego a derecho a los manifestantes.
No escatimó la responsabilidad de las autoridades públicas, al comentar que sería deseable un Estado en el que las personas pudieran ser escuchadas y atendidas por las autoridades, sin necesidad de recurrir (ambas partes) a la violencia.
Indicó que en la medida en que las autoridades escuchen y atiendan las demandas “en esa misma medida no habrá necesidad de recurrir a estos expedientes violentos”.
Aseguró que, de requerirse así, la Iglesia podría actuar como mediadora en el conflicto, para favorecer el diálogo para buscar soluciones.
Pero es deseable que nuestros gobiernos escuchen humildemente las voces, los reclamos sociales, con sensibilidad y que la población hagan las cosas en paz para salvaguardar la tranquilidad que se requiere.
Hay antecedentes de la mediación de la Iglesia, como la registrada en Chiapas en 1991 durante el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, donde participó activa, central y comprometidamente el Obispo Samuel Ruiz; también –recordó Priego—, el caso de la defensa de los derechos de los migrantes, en los que ha venido participando de manera activa el padre Alejandro Solalinde.
Reconoció que, en el caso de los estudiantes normalistas se ofreció un “mal entendido”, no obstante “la iglesia podría ser una buena interlocutora”.
Reiteró la solidaridad y el compromiso de la Iglesia con los estudiantes normalistas y sus padres; pero también el rechazo a acciones que, en el legítimo reclamo, produzcan turbulencias sociales que rompan la tranquilidad del resto de los ciudadanos; desde luego, la postura de la Iglesia es un franco no a la violencia, explicó.
También llamó a los partidos, a los grupos de interés político, para que se abstengan de politizar el movimiento de protesta de los normalistas. Ningún partido, ningún político –dijo—, puede medrar con esta situación de dolor.