La Casa Loyola fue sede de la quinta Subasta de Arte organizada por Galería Tsoho y el Centro Ignaciano de Espiritualidad. Previo a las pujas por las obras de arte, los asistentes disfrutaron de canapés, tequila, vino blanco y tinto mientras observaban las obras en venta. Varios de los artistas con obras a subastar estuvieron presentes, como el escultor Adrián Reynoso, Esperanza Beltrán, Andrea Navarro, Gabriela Natera y Carmen Ávalos. El sacerdote Miguel Romero es director de la Casa Loyola desde hace dos meses y medio. Antes de la sesión dedicó unas palabras de bienvenida al público interesado por las artes plásticas y por ayudar a la Casa Loyola: «Esta posibilidad de ayudar a la gente con la espiritualidad ignaciana», que en su opinión está muy cercana al arte: «En cierto sentido la experiencia del silencio y dejar fluir la inspiración tiene mucho que ver con la espiritualidad». El padre también elogió la gestión de Adriana Natera, directora de la Galería Tsoho, por su apoyo para el centro ignaciano: «Hay obras maravillosas, y lo que se llevarán es muy bueno, pero también lo que dejarán lo es». Concluyó con la recomendación de la noche: «Pujen mucho, sé que no es un parto, ¡pero pujen!», lo que despertó el buen humor entre los asistentes. Antes de que comenzaran las subastas, Paulino Partida (el martillero) dio lectura a la guía para postores, donde se especifican las reglas y la dinámica. Partida tuvo una actividad con más de dos horas sin interrupción. En el uso de la voz siempre anunció la obra con una breve reseña.
o comentario sobre el artista en cuestión.
Las piezas empezaron a venderse desde el comienzo, con una obra en técnica mixta (con encáustica) de Rosana Zuber, cuyo precio de salida fue de 250 para alcanzar los 750. Esta obra fue la que tuvo el precio de salida menor. Una de las primeras obras en romper la barrera de los mil pesos fue una serigrafía de Mathias Goeritz, «¡Es un Goeritz!», aclamó el martillero para promover la pieza que se vendió en 3,600 pesos.
De las piezas que multiplicaron su precio de salida destacó ‘Voluptuosidad’, cerámica de Carmen Ávalos. El precio inicial fue de 500 pesos, pero los amantes del arte pujaron hasta que alcanzó los 6,500 pesos. Algunas obras se vendieron con su precio de salida, como ‘Hombre y mujer’, de Javier Arévalo, en 29,500 pesos.
Al principio de la noche, con micrófono y martillo en mano, Paulino bromeó hacer una pausa para leer en voz alta un Whatsapp: se trataba de la siguiente subasta, fuera de la lista de obras. Empleando la misma dinámica con la que subastó el arte vendió una membresía en el restaurante Talento. Durante la noche se subastó media decena de membresías y cenas similares, además de una voluminosa botella de Merlot de tres litros.
El buen humor predominó frases del martillero como «¿Quién me da 800 pesos por los ‘Melocotones’ de Melchor Montoya? ¿Lo dije o lo pensé?», o con obras cuyo título llevaba ya un tinte jocoso, como ‘Los tres hermanos’ de Diego Martínez, una escultura vertical en bronce con tres cerdos.
Partida estuvo preparado para los momentos en los que se retrasó la llegada de la obra a subastar, ya que contó con un par de piezas escondidas en el escenario y fuera de catálogo: fueron un par de tintas de Simón Cruz que el público se llevó a un precio razonable.
Algunas de las piezas, como los Dalí y los Orozco, fueron examinados escrupulosamente por varios pujadores, para valorar su condición.
En total se programaron para la subasta 85 piezas, aunque en el recinto hubo una veintena más que sí estuvieron a la venta. Daniel Kent, Andrea Navarro, Gabriela Natera y José Clemente Orozco fueron de los artistas con más obras en subasta. En cambio, con las esculturas predominó el pequeño formato, desde piezas con menos de treinta centímetros cuadrados hasta obras con una altura de medio metro.