Todos los meses, tres viajeros con ébola de media parten en un vuelo internacional desde Guinea, Liberia y Sierra Leona, los tres países que ahora sufren un brote de la enfermedad. En esta ocasión, los países ricos no pueden aislarse de ese problema africano. En un artículo que hoy se publica en la revista científica The Lancet, además de realizar la estimación de salida de infectados, se cuestiona la efectividad de los controles de temperatura a la llegada de los vuelos de estos países. Esta medida ya se está poniendo en práctica en naciones como Francia, Reino Unido o EE UU y ha sido defendida por Tonio Borg, comisario de Salud de la Unión Europea.
Es improbable que los controles de temperatura “tengan un impacto significativo a la hora de detectar viajeros infectados”, explica Kamran Khan, médico de enfermedades infecciosas, investigador en el Hospital de San Miguel en Toronto (Canadá) y autor principal del artículo. La primera razón es que “la mayor parte de los infectados que viajen no sabrán que lo están porque se encontrarán en el periodo de incubación, que dura entre ocho y diez días de media y puede llegar hasta los 21, y no tendrán síntomas”, señala Khan. Además, entre los que sí desarrollen los síntomas y podrían ser detectados, la mayoría se encontrarán demasiado enfermos para viajar.
Los países con más posibilidades de recibir infectados son Ghana y Senegal
Los autores del estudio analizaron datos de vuelos tanto pasados como previstos para calcular las salidas por avión desde Guinea, Liberia y Sierra Leona hasta finales de este año y cruzaron la información con la disponible sobre la expansión del ébola. Con estas cifras, han calculado que los países con más riesgo de recibir infectados son Ghana y Senegal, y fuera de África, Reino Unido y Francia, que entre los dos tendrían ocho veces más posibilidades que EE UU de recibir a algún viajero con ébola.
Una de los aspectos críticos señalados por los autores es que el 60% de los pasajeros que salen de alguno de los tres países más afectados por este brote de ébola tienen como destino naciones con recursos insuficientes para detectar y tratar de una forma adecuada casos importados del virus. Pese a su preocupación por la posibilidad de que la enfermedad salga de los tres países afectados, en el artículo que hoy se publica en The Lancet, se advierte frente a “trabas excesivas al trasporte aéreo” en esos territorios, que podrían tener “consecuencias económicas graves que podrían desestabilizar la región y, posiblemente, afectar a provisiones críticas para los servicios humanitarios y de salud”.
Khan aclara que ningún tipo de test para los síntomas de la enfermedad aplicado en el aeropuerto será clave para controlar el brote de ébola. Es más, asegura que las pruebas en el momento de la partida de los países afectados sería más eficaz. “La utilidad adicional de vigilancia a la entrada, dada la corta duración de los vuelos desde los países afectados, comparada con el periodo de incubación del virus, mucho más largo, es muy baja”, concluye.
Aplicar restricciones a los vuelos en la zona podría empeorar la situación de su sistema sanitario
El estudio plantea también algunas lagunas que aún existen sobre el funcionamiento del virus que pueden aumentar la incertidumbre a la hora de controlar su expansión por el mundo. “Una incógnita importante [sobre el comportamiento del ébola] es la proporción de infecciones que son asintomáticas o levemente asintomáticas”, plantea el artículo. “Si las infecciones leves suceden y son infecciosas, el control de la enfermedad fuera de África Occidental podría ser cada vez más complicado. Sin embargo, se piensa que este supuesto es improbable”, añade.
Análisis anteriores sobre la capacidad de los termómetros de infrarrojos para detectar a posibles enfermos ya sugerían que la evidencia científica de su capacidad para lograrlo es escasa y que su utilidad va poco más allá de ser un placebo para tranquilizar al público con escasos efectos reales. No obstante, además de plantear controles en los aeropuertos europeos, las autoridades de la UE ya han tomado conciencia de que, para evitar la presencia del virus en su territorio, es necesario combatirlo en África. Los ministros de Exteriores europeos se reunieron ayer para estudiar una respuesta conjunta a esta crisis con una inyección de 1.000 millones de euros del presupuesto comunitario para detener la propagación de la enfermedad.