Por primera vez en dos siglos de relaciones bilaterales, el gobierno de Estados Unidos ha designado a una mujer como Embajadora en México. María Echaveste, hija de migrantes mexicanos, es la depositaria de esa curiosa distinción. México jamás ha tenido a una mujer como embajadora en Washington.
El nombramiento de María Echaveste está lleno de simbolismos y mensajes, sobre todo a la clase política norteamericana, pero también para los mexicanos. En un momento en que la maquinaria de toma de decisiones se encuentra en punto muerto en Washington, la designación de Echaveste se interpreta como una suerte de catalizador para apaciguar los ánimos en la frontera y sobre todo, para poner de relieve la necesidad de alcanzar una reforma migratoria. Obama nos envía una mujer que está considerada entre las operadoras políticas más astutas y conocedoras dentro del ala demócrata. Como asesora del presidente Bill Clinton tuvo a su cargo la oficina de vinculación con la sociedad civil, lo cual la llevó a negociar conflictos laborales, asuntos migratorios y poner la cara de la Casa Blanca ante las ONG. Sus dotes políticas la proyectaron hasta convertirse en la segunda de a bordo del equipo de la Casa Blanca. Durante los años del gobierno republicano de George W. Bush se replegó a las labores de cabildeo y consultoría política en la famosa Calle K de Washington, donde puso un despacho.
De manera que el Presidente Obama nos envía lo que suele llamarse una “insider”, alguien que conoce muy bien los entretelones de la política washingtoniana. Su potencial de aportar verdaderamente a la relación con México es muy alto. En comparación con su ahora antecesor, el embajador Anthony Wayne, debemos esperar una personalidad más expuesta a los medios, más visible y más dedicada a hacer política, sobre todo con los legisladores de su país.
María Echaveste ha sido hábil para navegar por los circuitos de la burocracia y del poder, pero sin renunciar a sus raíces ni sus convicciones. Es una firme defensora de la diversidad cultural de los Estados Unidos, de la necesidad de una reforma migratoria y de los migrantes mismos. En distintas ocasiones ha revelado en público que de niña trabajó como jornalera, levantando cosechas de fresas, de tomates y de algodón en la zona de Oxnard, California. Para defender a los migrantes ha hecho una pregunta abierta a los republicanos: ¿por qué será que los empleadores prefieren a los trabajadores migrantes que a los nacidos en Estados Unidos? Con esta pregunta ha buscado contrarrestar el cinismo de los políticos anti migrantes que quieren la mano de obra, pero no el cuerpo que va junto a esa mano. En este sentido, Echaveste ha utilizado con frecuencia el argumento de que, gracias a la fuerza laboral migrante la economía de Estados Unidos ha recibido un subsidio que le permite tener baja inflación y alimentos a buen precio y en abundancia.
Cuando llegue a nuestro país, su discurso caerá bien en los oídos mexicanos en lo que hace al reconocimiento de las contribuciones de los paisanos a la prosperidad norteamericana. Tendrá que tomar en cuenta, muy temprano, que el fenómeno migratorio ha cambiado radicalmente en años recientes, pues hoy día son más los mexicanos que regresan al país que los que emigran a Estados Unidos. Este ángulo deberá servirle para sus labores de cabildeo con los congresistas más recalcitrantes de su país.
Sin embargo, la agenda binacional no se agota en la migración. No hay registros que nos permitan saber qué piensa de la seguridad en México, de los centroamericanos que cruzan por nuestro territorio, del envío de la Guardia Nacional a la frontera por parte del gobernador de Texas (y sus declaraciones altisonantes) o de las reformas del actual gobierno de México. Lo iremos descubriendo paso a paso.
En cualquier caso, se observa una designación con alto contenido político, con dedicatoria de la Casa Blanca para que las relaciones con México tengan mayor dinamismo. Llevan el mensaje claro de Obama de que no haber sacado adelante la reforma migratoria es responsabilidad del Congreso.
Y mientras tanto él manda una señal de reconocimiento al voto latino que le llevó a la Casa Blanca.