Más fuegos de artificio en el DF

No se trata ahora de la maravillosa pirotecnia con que
celebramos las fiestas patrias, sino la cuestión de
¿qué mejor recurso para desviar nuevamente la atención de los ciudadanos del DF sobre los temas prioritarios que afectan su vida en esta ciudad que distraerlos con los fuegos de artificio de la “reforma política del DF”? En efecto, el presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República, el perredista Miguel Barbosa Huerta, confirmó esta semana “el acuerdo de todos los grupos parlamentarios para, de manera inmediata, discutir y, en su caso, aprobar la reforma política del Distrito Federal en el actual periodo de sesiones”.Recordemos en qué consiste básicamente este juego pirotécnico, que involucra la reforma de nueve artículos de la Constitución de la República. El argumento principal es que los habitantes de esta ciudad estamos en desventaja respecto a los derechos de que gozan los residentes en los estados de la Federación, derechos que con esta reforma recuperaríamos. Para ello, barrocamente se propone convocar a una Asamblea Constituyente que se encargue de aprobar una “Constitución de la Ciudad de México” (este último sería el “nuevo” nombre oficial del DF), mediante la cual las 16 Delegaciones serían convertidas en Alcaldías, integradas por un Alcalde y un Consejo, electos mediante el voto. La Asamblea Legislativa pasaría a llamarse Legislatura y sus diputados podrían ser reelectos. Es dable, pues, preguntarse si es oportuno a estas alturas promover, en el interjuego del toma y daca de las “reformas estructurales”, una nueva alteración a la Constitución de la república y hacerla más rebuscada respecto a la concepción original de nuestra estructura política, con el pretexto de dar nuevos pero ilusorios derechos a los habitantes de la ciudad de México.
Estoy más bien de acuerdo con Juan de la Cosa: “el tema de la reforma política de la capital no es, ni de lejos, un asunto que esté en el interés de los ciudadanos. Está, eso sí, en el apetito insaciable de los políticos, que son dos cosas diferentes, a veces antagónicas. El tema no se comenta en el transporte público, ni en las oficinas, ni en los mercados. No se habla de ello en las comidas familiares. Ni siquiera se ha hecho un lugar en los medios. El tema se trata en los pasillos del poder, en las oficinas de los funcionarios y de los que aspiran a colgarse del presupuesto capitalino”. (La Crónica, 2fe14).Concentradas en este espejismo, las autoridades urbanas harán aún menos caso a las demandas ciudadanas sobre la falta del debido respeto que debe darse al desarrollo sustentable y armónico de esta urbe, sobre las groseras violaciones a los usos de suelo y a reglamentos en construcciones autorizadas. Que aceleradamente están causando la desnaturalización del carácter y tradición urbanas y la pérdida de habitabilidad de amplias zonas de la ciudad, en beneficio exclusivo de los desarrolladores inmobiliarios. Distraído en la pirotecnia reformista, el gobierno de esta capital no oirá el clamor de sus habitantes por la preservación de los espacios públicos que son de todos y que no deberían privatizarse con el pretexto de su mejoramiento. Nos enteramos ahora, por informaciones de Simón Neumann, secretario de Desarrollo Urbano y Vivienda del GDF, que la terminal de transporte Cetram Chapultepec está siendo privatizada y entregada con una concesión de 44 años a corporaciones de construcción y bancarias.
Que invertirán allí casi 4 mil millones de pesos “en un complejo de usos mixtos con un hotel, edificio de 41 niveles para oficinas, locales comerciales, plaza pública y un corredor peatonal con áreas verdes, que conectará al paradero con el Bosque de Chapultepec… obras que iniciarán en enero de 2015”. (Reforma, 8se14). Nada menos, y lo mismo ya se planea cuando se desocupe el actual aeropuerto internacional de esta ciudad, aun cuando todavía se discute la viabilidad económica, de estabilidad de suelo y ambiental del nuevo que se proyecta. ¿Los supuestos derechos ganados por los ciudadanos con la reforma política del DF harán que recuperemos los importantes derechos urbanos que perdemos, con sensible afectación de nuestra calidad de vida como habitantes de esta capital? Por ejemplo, el derecho a la conservación en buen estado de la infraestructura urbana y la calidad de los servicios básicos; a un abastecimiento seguro a largo plazo del agua potable. Sin que tengamos que consumir y agotar agua de los mantos fósiles que están ¡a 2 kilómetros de profundidad!. El derecho a una movilidad moderna concentrada en un transporte de pasajeros y carga eficaz, menos contaminante y bien administrado, y no basada en el costoso contratismo de los segundos pisos que no resuelven el problema de transporte y deterioran la ciudad. Difícilmente la reforma política del DF revertirá el desorden y los abusos de publicistas que inundan de anuncios espectaculares toda esta pintarrajeada metrópoli. Ni terminará con sus grotescos proyectos como el “Times Square” de la Glorieta Insurgentes o los anuncios en vehículos rodantes o hasta en avionetas que sobrevuelan la ciudad con altoparlantes a todo volumen.