La poesía de Alvaro Mutis consuela a sus lectores

Alvaro Mutis (Bogotá, 25 de agosto de 1923-Ciudad de México, 22 de septiembre de 2013), novelista y poeta, fue un gran escritor, una de las figuras centrales de la generación de medio siglo en la literatura hispanoamericana, y, desde luego, su poesía tiene un acento muy particular, personal e irrepetible en otros poetas. El también poeta, escritor y promotor cultural José María Espinasa definió de esa forma a Mutis, en el marco del evento «Conmemoración de la vida» del autor colombiano que obtuvo los premios Príncipe de Asturias de las Letras (1997) y Cervantes (2001), evento creado por la Coordinación de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
«Su memoria entre sus amigos crece cada vez más y más», añadió Espinasa durante una entrevista concedida minutos antes de que José Luis Ibáñez, profesor de carrera de tiempo completo del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) subiera al escenario de la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de mármol.
Ibáñez, quien se ha dedicado profesionalmente a la traducción y dirección de grandes obras dramáticas, y ha sido director de una larga serie de recitales de poesía mexicana y española, realizó una selección de obra de Álvaro Mutis, y se encargó de leerla con voz clara y alta para la gozosa escucha de los asistentes al recinto, el cual lució semivacío.
Antes, Espinasa había comentado «tuvimos la suerte de que Álvaro viviera en México la mitad de su vida y que hiciera aquí mismo a su familia, creara amigos y escribiera sus mejores libros. Así, sus amigos lo recordamos entrañablemente, sus lectores lo extrañamos enormemente, y este año, como suele ocurrir con los autores fallecidos, tratamos de consolarnos con su poesía».
Desde su particular punto de vista, subrayó, La nieve del Almirante (1986) «es un libro prodigioso», y destacó que los lectores pueden llamarlo como gusten y clasificarlo como mejor les parezca. «Es un gran poema en prosa, una novela, un libro inspirado desde la primera palabra hasta la última con eso de milagroso que tuvo Mutis».
Otra particularidad de la obra de Mutis destacada por Espinasa es que reinventó la épica desde el lado de la soledad. «La épica siempre intenta ser una aventura colectiva, y lo suyo fue una aventura del individuo heroico o antiheróico en el sentido épica del tema, donde el héroe lucha contra ladrones, la adversidad y el mundo exterior», ilustró Espinasa.
La poesía de Mutis, agregó, «nos hipnotiza con el ritmo, nos hace oír voces y ecos de otras épocas y puede tomar la voz de Bolívar, la de un caballero derrotado en las Cruzadas o la de un soldado de Felipe II. Lo que hay ahí es un acento antiguo pero a la vez plenamente contemporáneo y moderno, finiquitó el entrevistado para ir a escuchar a José Luis Ibáñez. En el acto donde la Coordinación Nacional de Literatura rindió tributo al famoso escritor colombiano se recordó que alguna ocasión aseguró que «la palabra es un engaño, una trampa que encubre, disfraza y sepulta el precario edificio de nuestros sueños y verdades, todos señalados por el signo de lo incomunicable», evocación también celebrada anoche.
De acuerdo con el INBA, le gustaba decir, al igual que su alter ego Maqroll, que debemos aprender a desconfiar de la memoria.
«Lo que creemos recordar es por completo ajeno y diferente a lo que en verdad sucedió. Cuántos momentos de un irritante y penoso hastío nos lo devuelve la memoria, años después, como episodios de una espléndida felicidad».
La dependencia sostuvo que al poeta, novelista y periodista se le deben todavía muchas cosas, pero las más importantes aparecen en sus escritos, como el siguiente fragmento: «Prolongar la soledad sin temor al encuentro con lo que en verdad somos, con el que dialoga con nosotros y siempre se esconde para no hundirnos en un terror sin salida».
Influido por los escritores surrealistas, en 1947 Mutis publicó su primer poemario, La Balanza, en colaboración con Carlos Patiño. Luego, Los elementos del desastre, en donde aparece por primera vez, en 1953, Maqroll el gaviero; Memoria de los hospitales de ultramar (1959), Diario de Lecumberri (1960) y Los trabajos perdidos (1961).
«Para mí, escribir es una tortura tremenda por la autocrítica», al grado de que quemó dos novelas completamente terminadas, aseguró en varias ocasiones el poeta colombiano. «Que la gente se valga de la literatura para escaparse de todo me parece magnífico», afirmaba Mutis, quien era un entrañable amigo del Nobel Gabriel García Márquez (1927-2014)