Nuevo AICM en el contexto del transporte

La obra pública siempre ha sido una de las armas más importantes de la estrategia política de cualquier gobierno, porque genera resultados visibles de cara a los ciudadanos.
A tal grado que es común recordar a un gobernante por los grandes proyectos de infraestructura que se iniciaron o realizaron durante su periodo de gobierno.
Esta semana el presidente Peña Nieto anunció el gran proyecto que seguramente se convertirá en un punto de referencia de su administración: el nuevo aeropuerto de la ciudad de México.
Inmediatamente, nos hemos puesto a comentar sobre las fotos espectaculares del proyecto y sobre los dos arquitectos responsables de llevarlo a cabo; pero es importante que como ciudadanos veamos más allá del símbolo que constituye construir en México un aeropuerto moderno y comparable con los mejores del mundo, y contemplemos la foto completa de la infraestructura del transporte.
El nuevo aeropuerto de la ciudad de México con sus 120 mil millones de pesos de inversión es el proyecto individual más importante del sexenio en el ámbito del transporte, pero aun así es solo el 10% de los 1,3 billones de pesos de inversión programada para Comunicaciones y Transportes en este sexenio.
Para que México realmente saque provecho de su atractiva situación geográfica (justo en el centro del continente americano y con costas tanto en el Pacífico como en el Atlántico), toda la inversión se debe orientar a construir infraestructuras de transporte y logística que permitan insertar a nuestro país en las rutas globales más importantes para flujos de pasajeros y mercancías.
En términos de flujos de pasajeros, está claro que un aeropuerto con mayor capacidad en la capital nos permitirá competir como punto de conexión regional.
Actualmente en el AICM solo 21% de los pasajeros están en conexión, mientras que la misma cifra para Sao Paolo es de 35% y para Panamá de 54%.
En términos de flujos de mercancías, si realmente queremos convertir a México en un “puente terrestre” que compita con Panamá y otras rutas regionales por el Pacífico y el Atlántico, tienen que pasar dos cosas: 1) Aumentar la capacidad de los puertos para manejar mayores volúmenes de contenedores en tránsito (que son la forma más eficiente de transportar mercancía) y 2) Generar rutas entre puertos que además de más rápidas, permitan un menor gasto de combustible por unidad transportada.
En el primer punto, el programa de infraestructura de este sexenio contempla inversiones para generar mayor capacidad en cuatro puertos estratégicos (Altamira, Veracruz, Manzanillo y Lázaro Cárdenas), que ya mueven el 96% de la carga en contenedores.
En el segundo punto hay mucha inversión programada en carreteras porque el 55% de la movilización de carga en el país se hace en camiones, pero si realmente se quieren bajar los costos, se tiene que invertir más en infraestructura ferroviaria que es mucho más económica y eficiente.
Tenemos todavía mucho por recorrer para competir con los 12 millones de contenedores que mueve el canal de Panamá al año (nuestros puertos en total mueven cerca de 5 millones). Para lograrlo, además de invertir en los “fierros” de la infraestructura tenemos que generar una visión estratégica coordinada, que nos permita hacer una oferta integral a las empresas globales navieras y transitarias que son las que deciden los flujos de mercancías del mundo.
Para generar esta visión estratégica será importante la tarea que realice el Observatorio de Transporte y Logística que está diseñando el Instituto Mexicano del Transporte, para generar un sistema de información eficaz que nos permita contar con datos confiables que hoy no tenemos y diseñar las rutas de manera inteligente.