El estado que guarda la nación

Hoy en la tarde el presidente Enrique Peña entregará su Segundo Informe de Gobierno al Congre-so de la Unión. Cumple así un mandato constitucional. También es ocasión para implementar un ambicioso operativo de comunicación política del gobierno para dar su versión de los acontecimientos, buscando que la gente vea las cosas desde una perspectiva favorable para el propio gobierno. El presidente en persona se ha puesto al frente de este esfuerzo comunicacional que ha tenido, hasta el momento, luces y sombras. Ocasiones para el reconocimiento pero también para la crítica fundamentada.
Ahí está, difundiéndose por doquier, el paquete de espots promocionales y también las entrevistas en programas de entretenimiento y la controvertida entrevista con líderes de opinión sobre el tema de las reformas.
El objetivo es que la presentación del Informe gire en torno a las reformas que han cambiado el andamiaje legal en áreas estratégicas del quehacer nacional, como la educación, las finanzas, la recaudación, las telecomunicaciones y la energía, entre otras. Lograr esos cambios legales es un logro político que bien puede calificarse de histórico porque alteran -hay que reconocerlo-, disposiciones vigentes por décadas que se habían convertido en la piel, en ocasiones en la costra, del régimen político del país.
Concretar las reformas dentro de un entorno de respeto institucional por parte de los actores políticos involucrados es un logro mayor que le ha merecido a la clase política en su conjunto reconocimientos dentro y fuera del país. Incluso los que votaron en contra, como fue el caso del PRD en la reforma energética, aportaron algo valioso.
Ser parte del debate, darle un lugar especial al recinto legislativo fue un logro que merece comentarios halagatorios.
Esta capacidad para la negociación exhibida por el presidente y un grupo de negociadores del más alto nivel como Nuño, Videgaray, Osorio, Beltrones y Gamboa, ha llevado a los analistas y políticos de todas las tendencias, incluso a la cúpula empresarial que se sintió agredida por la reforma hacendaria, a reconocer que Peña ya obtuvo, sin exagerar, un lugar importante en la historia.
Hasta aquí bien, pero seguramente ustedes, amigos lectores habrán notado que en toda esta fiesta política en la que los invitados son otros políticos y acaso los medios, falta un ingrediente medular: los ciudadanos. Concentrado en el proceso para concretar las reformas el gobierno ha repartido juego a la clase política dejando a los ciudadanos como espectadores desatendidos.
Esto ha sido detectado con claridad por la gente en el gobierno y por eso parte importante de la propaganda oficial es que a partir de ahora las reformas estarán en acción, para trasladar sus beneficios, hasta ahora imaginarios, a la realidad cotidiana de las familias mexicanas. No será nada fácil.
De hecho, la propaganda utilizada durante la etapa de la negociación, incluyó mejores tarifas para los energéticos, cosa que no sucederá pronto. Lo que sí está ocurriendo es que suben de precio con el natural desgaste a los ofrecimientos del gobierno.
Puede decirse en consecuencia que el presidente Peña llega a su Segundo Informe con el reconocimiento explícito o tácito de la clase política que está a su alrededor. El dato de que dos políticos perredistas, Aureoles y Barbosa, vayan a presidir las mesas directivas de diputados y senadores apoya la tesis de que la clase política se siente cómoda con el gobierno de Peña, y al mismo tiempo los ciudadanos atestiguan sin entusiasmo ni nada parecido los logros políticos del gobierno. ¿Qué sigue?
El calendario electoral abre brecha a la competencia y los dirigentes partidistas, incluido César Camacho, saben que cualquier cosa de hagan, digan o piensen a partir de hoy tiene que ver con las elecciones del 2015.
La lógica de la negociación dará lugar a la lógica de la diferenciación, del contraste. Así nos iremos los meses siguientes: el gobierno y su partido, el PRI, diciendo que la bonanza derivada de las reformas ya casi llega, es inminente, está a la vuelta de la esquina y los opositores asegurando que las reformas son un fuego artificial y que en lo esencial, como abrir plazas de trabajo, aumentar el salario, proporcionar seguridad hay déficits importantes. Al gobierno le urge que las reformas hagan ruido aunque sus frutos se conocerán al mediano plazo, lo que para efectos de esta nota supone después y no antes de la jornada electoral.
Su opción inmediata es que el Paquete Presupuestal del 2015 tenga un alto componente social que le sirva a los candidatos del PRI en los debates electorales. Lo que quiere decir que el doctor Videgaray y su equipo no están al margen de la contienda, sino que participan de manera directa y decidida.
Videgaray tiene que crear la sensación de que vamos bien y estaremos mejor y su herramienta principal es un gasto público ejercido en tiempo y forma. Claro que el personaje a seguir para el gobierno en los próximos meses es César Camacho, quien a lo largo de las negociaciones tuvo un rol más discreto que el de los coordinadores parlamentarios, Gamboa y Beltrones que son, como se decía antaño, los muchachos chichos de la película, pero ya no.
Camacho tiene llamado a escena. Es un político sensible, bien preparado, de discurso florido, que sabe que el PRI no la tendrá fácil en el 2015 pues en términos generales la gente vive igual o peor que hace dos años. Su maquinaria y disciplina son fortalezas del partido que le permiten partir como amplio favorito con la condición de que no se tire en la hamaca y suponga que ganará sin sudar la camiseta.
Si no se distrae ni se relaja, el PRI puede ratificar su victoria el año que entra. Lucir las reformas es necesario pero insuficiente. El lucimiento puede terminar cuando la gente diga que quiere resultados hoy, no para dentro de tres años. El estado que guarda la nación genera expectativas de que podemos mejorar pronto, en el corto plazo, lo que supone más empleos y menos mexicanos viviendo en situación de pobreza, pero por lo pronto todo está a nivel de expectativa.
El gobierno ha manejado con destreza esta carta, la de la expectativa, pero pronto tendrá que recurrir a una mejor, la carta de las realidades.