PAN, entre el moche y las quebraditas

El proceso electoral 2015 ya comenzó. No se ha dado el banderazo de salida formal, pero las hostilidades iniciaron y no cesarán ni siquiera después de la jornada electoral. Es momento, en consecuencia, de preguntarnos en qué estado se encuentran los principales partidos políticos del país y qué se puede esperar de ellos en los próximos meses.
Las diferencias entre unos y otros son abismales. Hay unos con maquinarias poderosas y aceitadas, y otros con andamiajes vulnerables para los que la elección federal puede resultar catastrófica.
Ahí está el caso del Partido Acción Nacional cuya candidata presidencial Josefina Vázquez Mota perdió la pasada elección presidencial del 2012, por siete millones de votos en contra de Enrique Peña Nieto.
Esto a pesar de que el PAN era el partido en el poder, lo que es un dato demoledor.
El otro dato que desconcierta es que el dirigente nacional que recibió esa paliza, Gustavo Madero, no sólo no renunció y se fue a esconder a un lugar recóndito, donde nadie pudiera verlo, sino que sigue siendo el dirigente nacional, con aspiraciones de convertirse en “hombre fuerte” y después en candidato presidencial en lo que podría ser el guión de una película de terror político.
Que Madero siga al frente del partido supone una falta de generosidad enorme de parte del personaje, cuya mezquindad es colosal, y una debilidad muy preocupante de sus contrincantes al interior del partido, entre ellos el ex presidente Calderón, su familia y amigos que no pudieron en su momento con Vázquez Mota ni después con Madero; dos derrotas muy dolorosas para un grupo cuya soberbia le impide calibrar sus verdaderas fuerzas. No le ganan a nadie y actúan como campeones invictos.
Se dirá que el PAN se ha mantenido a pesar de todo en las primeras planas. Es cierto que se habla de Acción Nacional pero por las peores razones posibles.
Su racha de escándalos parece no tener fin. Incluye el lastimoso caso de los moches, o sea la gratificación dada a diputados a cambio de canalizar a un estado o municipio recursos federales, en el que están implicados docenas de legisladores y funcionarios panistas; hasta el caso de los panistas detenidos en Brasil, durante el Campeonato Mundial de Futbol por agresión y faltas a la moral, pasando por el video de los diputados en la fiesta de Villa Balboa en Puerto Vallarta, que ya forma parte de la historia local del desprestigio.
¿Qué le pasó al PAN? ¿En qué momento se fue por el mal camino? Hay aves que atraviesan el pantano del poder sin mancharse, y otras que le toman el gusto al lodazal, las aves del PAN son de éstas.
Ganar la Presidencia de la República después de décadas en la oposición fue demasiado. Se recuerda los primeros meses del sexenio de Vicente Fox cuando los nuevos funcionarios panistas sólo estaban interesados en la decoración de sus oficinas y en la posibilidad de contratar a sus amigas y compadres. Se pensó que era un deslumbramiento pasajero, pero no. El poder trituró en cuestión de días la tradición de decencia, honestidad, principios éticos, de los fundadores del partido. Todo se dobló ante el apetito de poder y dinero. La bien ganada mala fama de los priistas comenzó a palidecer ante las jugarretas de los panistas cuyo apetito resultó insaciable. La corrupción los carcomió por dentro y por fuera resultaron ineficaces. Resultaron además sorpresivamente indisciplinados.
La crisis que terminó por sacarlos de Los Pinos tuvo su origen en la decisión de Felipe Calderón —todavía secretario de Energía—, de saltarse las trancas, irse por la libre, y buscar la candidatura presidencial fuera de tiempo y lugar. Su rompimiento con el grupo de Fox fue irreversible. La fractura se transformó en abismo y todavía hoy la herida sigue abierta, infectada, supurando. Volvamos a la pasada elección presidencial. Vázquez Mota le dio la espalda a los 12 millones de ciudadanos que votaron por ella y se fue a un retiro dorado con fondos sacados vaya usted a saber de dónde. Calderón creo una especie de cártel en el Senado de la República donde metió a su camarilla al mando de Ernesto Cordero, un tipo que está peleado a muerte con el carisma, que no genera simpatías en ningún lado y que ha recibido muchas más oportunidades de las que muchos políticos, mejor equipados, nunca tuvieron. A Madero —y este es otro dato que nadie debe pasar por alto—, lo rescató el gobierno priista.
La ambiciosa agenda de reformas de Enrique Peña requería a Madero al frente del PAN y le dio oxígeno, terapia intensiva y vitaminas a través del Pacto por México que sirvió para muchas cosas, entre ellas levantar políticos agonizantes como en su momento era Madero, que hoy anda desatado y hasta con aspiraciones presidenciales. La pregunta que se debe responder para calibrar las posibilidades del PAN con respecto al 2015 es qué piensan sus militantes y simpatizantes de los escándalos de corrupción y faltas a la moral que marcan la pauta de los dirigentes.
¿En qué estado se encuentra su estructura territorial? ¿Tienen capacidad y entusiasmo para atraer gente a las casillas y votar por los candidatos que propongan? Nunca ha tenido una maquinaria similar a la del PRI y en los sexenios de Fox y Calderón no consideraron importante crearla.
¿A menos de un año de la jornada electoral qué posibilidades reales tiene de que los ciudadanos le devuelvan la confianza que le retiraron? Tiene de su parte que el gobierno priista no ha entregado buenas cuentas en rubros decisivos como la seguridad y el bolsillo de la gente y que la izquierda enfrenta otra de las interminables crisis que la dividen, pero no se detectan herramientas para aprovechar esta circunstancia favorable.
Sus dirigentes están mucho más preocupados en conseguir su tajada de recursos y fiesta, que en organizar el trabajo electoral a ras de tierra.
Hay muchos militantes molestos que no saben cómo demostrar su rechazo al desempeño de los dirigentes. ¿Los ciudadanos que votaron por el PAN en las tres o cuatro últimas elecciones lo volverán a hacer, se abstendrán o votarán por otra opción?