Salario mínimo, manéjese con cuidado máximo

A pesar de haber surgido en plena recta final del proceso legislativo de las leyes secundarias en materia energética, el tema del salario mínimo se ganó de inmediato un lugar en las primeras planas de los diarios nacionales.
Se convirtió en tema de debate entre representantes de los sectores productivos, empresarios y obreros, y autoridades.
Lo anterior deja en claro que es un asunto que aguardaba su turno para brincar al centro del escenario público, es una preocupación real de la población mayoritaria y que merece ser objeto de un debate nacional generoso y realista.
Es verdad también, y nadie puede pecar de ingenuo, que se perfila como una poderosa arma electoral.
La propuesta de debate sobre los salarios mínimos en boca de Gustavo Madero parecía una ocurrencia del dirigente del partido conservador, aliado natural de los organismos empresariales y que en voz de Miguel Mancera se pudo interpretar como un intento de rescate personal.
Es verdad también que la primera respuesta de funcionarios públicos federales se pudo interpretar como mezquina y con poco tacto.
Lo importante, me parece, mas allá de esas primeras impresiones, es sentar las bases para abordar un tema que debe ser tratado con cuidado pues representa oportunidades pero también riesgos enormes.
Como se sabe el salario mínimo se usa como unidad de cuenta y referencia de otros elementos no relacionados con el ámbito laboral y pudiera propiciar una escalada inflacionaria que inhiba el propio aumento y perjudique todavía más a la clase trabajadora. La percepción es determinante.
No se trata de que los ciudadanos supongan que el gobierno federal y los empresarios quieren mantener salarios raquíticos ni tampoco de que se tache de populsita al Jefe de Gobierno capitalino. La cercanía del proceso electoral federal 2015 y la necesidad que tiene la izquierda de contar con una bandera, que lo acerque a los ciudadanos, se conjugan para que el tema se politice al extremo con lo que se corre el riesgo de que nadie tome en serio los argumentos técnicos, y lo que sí es posible hacer y lo que sería un disparate.
Para el gobierno federal es necesario no aparecer ante la opinión pública como insensible, sino de plantear las repercusiones negativas de un incremento arbitrario de los salarios mínimos para los propios trabajadores.
Entre esas repercusiones negativas el gobernador del Banco de México Agustin Carstens señaló la posiblidad concreta de que se decida trasladar el aumeto en los costos a los precios que paga el consumidor final. La inflación tira cualquier aumento de sueldos.
Los lectores que tienen edad sufciente para recordar las crisis inflacionarias de la década de los años 70 y también de los 80 saben que esto es cierto.
Otra repercusión indeseable podría ser que se contrajera el empleo formal, regulado por el salario mínimo, y se disparara otra vez la informalidad. Eso se entiende, pero decir que antes de pensar en un aumento es necesario que las reformas se consoliden, lo que puede ocurrir en cuatro o cinco años desalienta a la población y le asfalta el camino a aventureros de la política que ofrecen soluciones mágicas inmediatas.
Lo que todo mundo acepta porque es evidente es que el salario está muy castigado.
Desde hace tres décadas, México ha tenido un crecimiento anual promedio del PIB de 2.4 por ciento, lo que es a todas luces insuficiente, a lo que debe agregarse, porque es real, una dismunición en la podructivad, lo que sumado a las todavía altas tasas de crecimiento de la población, no permite mejorar las condiciones de empleo.
Claro que la mejor opcion es que las reformas en relidad traigan más inversiones que den lugar a empleos mejor pagados, pero se tienen que explorar otras alternaivas que sin causar todos los efectos indeseables ya citados, contribuyan a aliviar la situación de los trabajadores mexicanos que tienen muchos años de vacas flacas.
Si lo primero es desvincular al salario mínimo de otras tareas que no sean el pago a los trabajadores, pues háganlo tan pronto como sea posible. Después de todo si se llegó al salario mínimo por un decreto, un decreto puede hacer los cambios que se juzguen necesarios. No se trata de desechar a las primeras de cambio la propuesta, sino de profundizar en las acciones. Se debe y se puede ver el tema con una mirada diferente.
Los voceros del gobierno y las cúpulas empresariales tienen que aceptar que la concepción original del salario mínimo ha sido ampliamente superada por la realidad.
No es posible con ese ingreso sostener una familia.
En el otro frente, Madero y Mancera saben que un paso en falso puede tirar al país por el tobogán de la inflación y regresar a los tiempos de sueldos millonarios que no servían para nada.
¿Cuántos lectores recuerdan que se le tuvieron que quitar tres ceros a la moneda? De manera que los ciudadanos, sobre todo los que viven en los linderos de la pobreza, merecen de los políticos un debate serio que no tenga la mirada puesta en la elección del año que entra sino en el futuro del país y sus habitantes. Los salarios están castigados y se deben buscar alternativas inmediatas para mejorarlos pues en el largo plazo todos estaremos bajo tierra.
Esas alternativas deben evitar a toda costa que el remedio sea peor que la enfermedad. Quedó dicho en el título: al tema del salario mínimo hay que tratarlo con cuidado máximo.