Invictus y más

Antes que nada una fe de erratas. De alguna manera una frase importante del artículo de la semana pasada se me escondió e hizo la travesura de que no quedara claro un asunto respecto a Invictus.
El oso negro americano confiscado por la PROFEPA a un circo en Yucatán hace unos meses (el circo pagará una multa cercana a los 700,000 pesos por maltrato), sufrió a manos de sus captores (pues no puede nombrarse esto de otra manera), una extirpación de la mandíbula, y al no poder comer, el oso tenía un peso bajísimo para los parámetros normales. Con el fin de mejorar su calidad de vida, se decidió llevar a cabo una complicada operación para implantarle al animal una mandíbula de titanio, con el fin de que recuperara habilidades.
Y si, la operación de poco más de seis horas, fue llevada a cabo el sábado 19 de julio en el Bioparque de Convivencia Pachuca, convertido en la primera Unidad de Rescate y Rehabilitación de Fauna Silvestre en México, y donde pasará Invictus el resto de su vida, una vida que se espera sea muy diferente a que había llevado hasta ahora, y que se desea sea feliz.
Una pregunta que se hace mucha gente es, y la preocupación no deja de tener un buen motivo, qué pasará con todos los animales que se utilizan en los circos, si, tal como va la tendencia, poco a poco se suman más estados a la prohibición de circos o espectáculos con animales.
Los mexicanos no nos distinguimos precisamente por nuestras cualidades de organización o planeación, y no debemos olvidar que muchos animales necesitarán un lugar adecuado para poder vivir, y que animales como elefantes, leones o tigres, requieren cantidades significativas de alimentos, lo que hace costoso el mantenerlos.
En muchos países existen santuarios que albergan a este tipo de animales, pues hay que tomar en cuenta que son animales que no sobrevivirían en libertad. Son lugares que semejan los hábitats naturales, pero donde son cuidados y se les proporciona alimentación. Los animales no viven en jaulas, y pueden llevar una vida muy similar a la que vivirían si estuvieran en libertad.
Estos santuarios reciben animales que se rescatan de circos, o zoológicos, y recuerdo haber leído hace unos meses acerca del traslado de una familia de leones muy maltratada (las crías tenían evidentes señales de raquitismo), desde un país de Europa Oriental hasta un santuario en el África, Lionsrock.
Los costos del traslado fueron cubiertos por grupos de protección de animales de Alemania, Austria y Suiza.
Aquí en México tenemos el Bioparque de Pachuca, pero la cantidad de animales que se encuentran en los circos es muy probablemente superior a la capacidad del lugar. Igualmente, posiblemente se requieran recursos que permitan adquirir a los animales, para nuevos santuarios (o pensar en el traslado a otros países), y para alimentar y atender la salud de estos seres que, al menos al final de sus vidas, merecen disfrutar su vida.
Los protectores de animales tenemos que preocuparnos por liberarlos, pero también por su bienestar futuro. GSL