Coreografía explora la identidad humana en Bellas Artes

Hombres y mujeres se confrontaron sobre el escenario, en un intento por validar su existencia, en la coreografía «Complexe des genres» de la compañía canadiense de Virginie Brunelle
Sensual, intensa y con un toque de erotismo fue la presentación de la coreografía «Complexe des genres», de la compañía de danza canadiense Virginie Brunelle, anoche en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, en esta capital.
Bajo la dirección de la propia Virginie Brunelle, la obra en la que participan los bailarines Isabelle Arcand, Claudine Hebert, Susan Paulson, Luc Bouchard, Simon-Xavier Lefebvre y Frederic Tavern, es una reflexión poética de la psique humana.
La coreografía, de poco más de una hora de duración, explora los limitados conceptos de género para poder auto-definirnos; hombres y mujeres se confrontan en un intento por validar su existencia, por sentirse vivos, y en este afán los excesos los llevan a la ruina.
En el escenario, los bailarines colisionan agobiados por sus miedos, «Complexe des genres» muestra la búsqueda de la identidad en las relaciones humanas y la terrible duda y frialdad del deseo obsesivo por la perfección.
Aunque existe esperanza, como seres pensantes honestos, hombres y mujeres experimentan desarrollo, aceptación y amor.
Con una iluminación nítida apoyada por 24 lámparas, la coreografía física y acrobática inmersa en una extraordinaria poesía visual está integrada por cerca de 10 cuadros dancísticos.
En cada uno, sus seis integrantes ofrecen un espectáculo poéticamente dancístico, entregando no solo talento, agilidad, fuerza y coraje, sino cuerpo y alma en el escenario.
El espectáculo arranca con el grupo de bailarines semidesnudos en piso, cada uno con su pareja, las mujeres montadas sobre los hombres; ahí, con el movimiento de piernas por parte de los caballeros, y las damas con brazos, simulan lo que aparece ser una mariposa nacer.
Enseguida, una de las parejas, juega en el escenario con una silla; mientras él mira a ella fijamente a los ojos, la bailarina se lanza encima de él, simulando hacer el amor. Esta escena coreografía se repite hasta en tres ocasiones para pasar a movimientos de piso.
Entre los cuadros escénicos, figura además el solo que hacen ellos y luego ellas, ejecutando una serie de movimiento y contorsiones a lo largo y ancho del escenario, así como en piso, todo ello, apoyado con la música de Mozart, Schubert, Chopin, Beethoven, Max Richter, Phillip Glass y Menomena.
Durante el espectáculo, los bailarines presumen no solo de fuerza, sino de extraordinaria condición física, agilidad y flexibilidad para realizar todos y cada uno de sus movimientos.
Al final, como si fuese niños, el espectáculo concluye cuando los seis participantes lanzan decenas de aviones de papel de abajo hacia arriba; mientras que el público, hace lo propio desde sus asientos hacia el escenario, ofreciendo de esta manera, un enorme mosaico en blanco.