José Cardozo le sacó provecho a su furia

José Cardozo vive el futbol como una gran injusticia. Cada marcación del árbitro, en contra o a favor, o cada movimiento de sus pupilos, le significan intensos corajes, reclamos airados y sonrisas irónicas.
Especialmente esta tarde en que el Toluca se quedó con un jugador menos por la expulsión rigorista de Édgar Benítez, el paraguayo vivió un partido en el que particularmente fue el árbitro Fabricio Morales su enemigo predilecto, a quien al final del primer tiempo casi corrió a reclamarle la roja del «Pájaro», secundado por varios de los jugadores escarlatas.
Como energúmeno y frecuentemente fuera de quicio, el entrenador de los Diablos Rojos no conoce la banca porque de principio a fin vive los juegos en el área técnica. Desde el efusivo abrazo con el timonel de Pumas, José Luis Trejo, antes del comienzo, hasta el silbatazo que decretó la gran victoria de los suyos.
De saco y corbata en el primer tiempo, Cardozo terminó el encuentro con la camisa arremangada hasta arriba de los codos.
Quizás por ello el temor del plantel rojo para inconformarse con el empate pese a jugar diez contra once. En cambio, tal vez por ello la comodidad que con el empate parcial mostraban los Pumas, cuyo técnico no conoce de euforias y quien para colmo de males esta vez se llevó una mirada asesina de Daniel Ludueña cuando salió de cambio en el segundo tiempo. Todo ello se vivió en un Estadio Nemesio Díez casi lleno, donde por momentos fueron más escandalosos los cánticos de la «Rebel», que abarrotó una de las cabeceras del inmueble.
Para volver más vergonzosa la derrota, los Pumas la sufrieron ante unos Diablos mermados, ya que en las gradas estuvieron dos de sus hombres clave: Isaac Brizuela y Miguel Ponce, quienes por una infección en la garganta y por una suspensión, respectivamente, hoy sólo fueron felices testigos del resultado y al menos se libraron de los útiles regaños y alaridos de su timonel Cardozo.