Invictus

Tal vez haya leído sobre la polémica despertada en la Ciudad de México a causa de la prohibición de los circos con animales, y las protestas de los cirqueros alegando discriminación y que no se les respeta su libertad de ejercer su actividad. O sobre la serie de ciudades y estados donde se está legislando en este mismo sentido, como por ejemplo aquí en San Luis Potosí, donde los legisladores tendrán que ocuparse pronto del tema pues actualmente hay dos iniciativas en revisión.
E igualmente, es posible que haya tenido la oportunidad de leer o escuchar noticias acerca del caso de Invictus, un oso negro americano que fue confiscado por la PROFEPA a un circo en Yucatán hace unos meses, junto con un tigre de bengala que tenía, de acuerdo con El Universal, disfunción en sus extremidades, y un león al que le quitaron garras y colmillos. Al pobre oso de entre seis y siete años de edad, y que llevaba el nombre “artístico” de “Bailarina Nait”, se le obligaba a realizar malabares y andar en bicicleta vestido con falda y zapatillas (que alguien encuentre esto divertido, o pueda justificarlo, es prácticamente una muestra del fracaso moral y ético de la humanidad). Invictus, cuando estaba bajo la “custodia” del circo, se encontraba en pésimas condiciones (pesaba cerca de 80 kilogramos en vez de los 200 que debería), mascaba la jaula lo que le ocasionó una infección en la mandíbula, por lo que se la extirparon, y no podía comer (otra versión dice que lo mutilaron para evitar mordiera).
La operación de poco más de seis horas, fue llevada a cabo el sábado 19 de julio en el Bioparque de Convivencia Pachuca, convertido en la primera Unidad de Rescate y Rehabilitación de Fauna Silvestre en México, y concluyó con el regocijo de un numeroso grupo de 30 especialistas encabezados por el prestigiado médico cirujano, Dr. Ignacio Calleja y los médicos veterinarios, Carlos Flores y Guillermo Díaz, quienes trabajaron de manera gratuita (Excélsior, 21/07). El Dr. Calleja, coordinador de Cirugía Maxilofacial de un hospital, comentó, luego de observar los cortes realizados en su hueso, que al oso prácticamente le fue arrancada la quijada usando unas “pinzas de electricista”.
Después de nueve meses  haber sido mutilado, y a pocos días de su arriesgada operación, Invictus, un guerrero que verdaderamente hace honor a su nombre, ha comenzado a emitir sus primeros gruñidos y a comer trozos de salmón. Aunque este parece ser un caso extremo, y que uno esperaría que no se dé frecuentemente, la realidad es que los animales silvestres, así sean bien tratados, viven en los circos en condiciones que no cumplen con sus requerimientos de especie, lo cual ya en sí mismo implica un maltrato. Sería de esperar que todos estos animales que se encuentran esclavizados en los innumerables circos de nuestro país, reciban pronto la oportunidad de vivir en lugares que, si bien no son sus hábitats naturales, si les permitan vivir una vida digna, permitiéndoles vivir sus comportamientos característicos de especie. Sí a los circos, pero sin animales … GSL