Consejo Mexicano de Fotografía, mayor acervo latino

En la calle de Atenas, de la colonia Juárez, un modesto local de pedicurista sirvió como cuartel de un grupo que habría de revolucionar la fotografía mexicana. El fotógrafo José Luis Neyra prestaba aquel espacio para llevar a cabo las reuniones del recientemente nacido Consejo Mexicano de Fotografía. Era el año de 1976 y las sesiones cambiaban frecuentemente de sede a la casa de otros fotógrafos fundadores, ya sea de Pedro Meyer o de Nacho López.
Meyer había sido el de la idea pero también estaba la asesoría de la crítica de arte Raquel Tibol y el impulso de muchos más fotógrafos como Jesús Sánchez Uribe, Lázaro Blanco, Renata von Hanffstengel y Julieta Giménez Cacho. Nacho López se encargó de redactar la declaración de principios y el planteamiento ideológico. Después se unieron también Lourdes Grobet, Felipe Ehrenberg, Aníbal Angulo, Pablo Ortiz Monasterio, Daisy Ascher, Patricia Mendoza y Armando Cristeto.
Después de 37 años, ese grupo que cambió la forma de ver la fotografía en México, que revolucionó la enseñanza y profesionalización de la actividad en el país y que se convirtió en ejemplo y punta de lanza para todo el sector fotográfico de América Latina, dejó de existir de manera formal el miércoles pasado, por decisión de sus miembros y fundadores, reunidos en el aún inconcluso Centro de la Imagen.
Armando Cristeto, penúltimo director del grupo, explica “el Consejo tenía 37 años pero realmente funcionó muy bien durante veinte, de una manera muy activa, muy presente, siendo punta de lanza del gremio fotográfico y siendo ejemplo de otros gremios, realmente fue un organismo de asociación civil, que fue creado e ideado por Pedro Meyer pero la fórmula era magnífica y fue seguida por mucha gente”.
El resto de su existencia fue menos productiva. La asociación logró aglutinar hasta 70 miembros que de manera voluntaria contribuían en la organización y manutención del espacio, “trabajamos bien veinte años, los siguientes cinco o seis fueron muy desdibujados y hace poco más de nueve años que el asunto se tenía que dar por cerrado”.
El último director, Marco Antonio Pacheco, afirma, jamás formalizó ante notario la mesa directiva y su cargo. “Formalmente yo sigo siendo presidente en papel”. La desaparición del grupo conlleva además una importante decisión, la de formalizar la donación al Centro de la Imagen del acervo, que durante más de tres décadas, se fue reuniendo. Tanto la colección fotográfica como la hemerográfica y documental, habían sido llevadas al espacio de La Ciudadela con anterioridad pero su entrega no había sido signada. Será cuestión de tres meses para que las más de diez mil piezas pasen a formar parte de manera definitiva del centro que dirige Itala Schmelz.
Otra cara para la foto
Armando Cristeto afirma que la primera gran hazaña del Consejo Mexicano de Fotografía fue organizar al gremio de una manera aglutinada “para que todos formáramos un frente común ante cualquier circunstancia, el consejo tuvo en prácticamente toda su existencia subsidio de Bellas Artes que nos permitía ciertas cosas, básicamente la renta de los locales, el resto era voluntariado, era autogestivo, generábamos muchos recursos con talleres y liberarías, los miembros dábamos una mensualidad para el consejo y sufragábamos los gastos”.
Si bien ya era encomiable el haber logrado aglutinar al gremio, la gran misión fue “posicionar a la fotografía mexicana a nivel cultural en el país y con todos los eventos que hicimos en América Latina, realmente el consejo fue una cascada, un paradigma para toda la región; logró perfilar la educación fotográfica que en ese momento estaba bastante deshilvanada, se debatía entre lo comercial.