Más de 50 novedades editoriales cada mes y, para cada una de ellas, los autores deberán cumplir con una larga jornada de entrevistas con la prensa, presentaciones y una agotadora firma de ejemplares. El escritor, ávido de reconocimiento, verá cómo su nombre aparece en la lista de los libros más vendidos y poco a poco será invitado a participar en discusiones donde será el centro de atención.
“La figura del autor es enfatizada debido en gran parte a que es mucho más fácil vender autores que obras”, afirma Patricio Pron (Argentina, 1975). El autor, agrega, ha sido en cierta forma cómplice de las circunstancias que han contribuido a que la literatura esté muriendo en cierta forma, por lo menos desde los últimos doscientos años. “Creo que los escritores también hemos sido responsables de una cierta inopia, hemos sido responsables de que, más en este periodo que en otros, no parezca necesario leer libros para acceder a un conocimiento más específico del mundo.”
“Hemos sido cómplices en dos sentidos; en primera instancia, aceptando que la discusión acerca de los libros y sus vínculos con la sociedad pasase por nuestra persona en lugar de aceptar el hecho, muy bien conocido por cualquier autor con el mínimo de experiencia, de que los libros no responden a nuestros intereses, sino a los intereses de nuestros lectores y participar en discusiones en las cuales no tenemos necesariamente que participar”, explica.
La otra forma de complicidad que el escritor argentino distingue es bien conocida en México. “Se pone de manifiesto en cierto tipo de autores que han decidido convertir a la literatura en un medio y no en un fin, autores que han convertido la literatura como un medio de acceso a la gestión de gobierno o al funcionariado, ven la literatura como una forma de aproximarse al poder y tan sólo necesitan producir periódicamente textos para ser reconocidos por ese poder, sin que necesariamente esos textos se impongan o se sostengan por sí mismos”.
Pron, a quien la revista inglesa Granta distinguió en 2010 como uno de los 22 mejores escritores jóvenes en español, ha puesto el dedo en la llaga con su último título —el primero en el género del ensayo— El libro tachado (Turner, 2014) donde hace un repaso de aquellos libros que, por alguna razón, jamás se pudieron leer. Ya sea por censura, autocensura, apropiación, falsificación o cualquier otro factor, relacionado con el autor o no, dejaron de escribirse, jamás se leyeron o simple y sencillamente desaparecieron. El libro tachado surgió después de que el escritor leyó una serie de autores que denominó “pesimistas culturales”, autores que en los últimos tiempos han afirmado que la literatura está en proceso.