Ahora que nuestras sociedades viven en la así llamada Era de la Información, paradigma incuestionable que alteró de fondo las percepciones sobre la vida pública y sobre el ejercicio de la política, la importancia del ejercicio archivístico y de resguardo de la memoria colectiva se ha alterado de fondo.
Atrás han quedado las visiones que definían a los archivos públicos y privados como meros activos institucionales, de valor incuestionable pero de utilidad dudosa por aquella burda creencia de que eran de interés solamente para historiadores rancios y ratones de biblioteca.
Gracias al uso intensivo de las tecnologías de la información y la comunicación, de las que los archivos oficiales y las bibliotecas públicas son en más de un sentido responsables y promotores, el caudal de ideas, argumentos, pensamientos y expresiones de toda índole que contienen está más al alcance de quienes desean establecer un punto de referencia para probar algo o simplemente para conocer el pasado reciente o remoto.
En esta labor de aprovechamiento y revalorización de los archivos públicos, los gobiernos nacionales han desempeñado un papel protagónico y central, al ser los principales promotores y financiadores de las iniciativas de rescate, recuperación y reorganización de todo tipo de acervos.
No obstante, otros actores públicos y privados diferentes a las oficinas nacionales han llevado a cabo esfuerzos loables, tanto por el valor de los expedientes y documentos que rescatan, como por la forma en que han incidido en sus respectivas comunidades para hacer de bibliotecas, hemerotecas y archivos instrumentos de uso cotidiano y de aprovechamiento constante.
Uno de los esfuerzos que en esta materia merece ser destacado y valorado es el que viene realizándose en el Archivo Municipal de Guadalajara en Jalisco, desde hace cuando menos un lustro.
Este archivo municipal cuenta con una trayectoria histórica amplia y en su vida han ocurrido eventos de gran trascendencia, como el hecho de haber cambiado en varias ocasiones su sede, a fin de atender los requerimientos de mayor espacio y para asegurar las condiciones de resguardo de sus documentos más antiguos.
Entre los rasgos más valiosos del momento que vive actualmente el Archivo Municipal de Guadalajara destacan la conservación de documentos y piezas históricas con varios siglos de antigüedad, un modelo de gestión documental moderno y acorde a las prácticas más vanguardistas de archivonomía, y un programa editorial centrado en el rescate y proyección de una buena parte de la historia local y regional, desde una perspectiva fundamentalmente costumbrista.
El programa editorial que ha venido impulsándose en los últimos cinco años da buena cuenta de la riqueza y diversidad de materiales y conocimientos que contiene en su acervo. Destaco las publicaciones que se refieren, en especial, a los usos y costumbres que han caracterizado la vida cotidiana de esta ciudad, la así llamada Perla Tapatía o Perla de Occidente.
Gracias a libros -como el dedicado a describir con textos y fotografías los oficios de Guadalajara- es posible conocer no sólo la naturaleza y alcance de actividades como las realizadas por aguadores, vendedores de botellas, escribanos, méndigos y pordioseros, por citar algunos ejemplos.
La obra también da acceso a un conocimiento profundo y detallado de los diferentes tipos de regulación e instrumentos de control que los sucesivos gobiernos municipales han aplicado para dar certeza jurídica al uso del espacio público en los diferentes momentos históricos, sean estos permisos, licencias o meros registros administrativos.
Reconozcamos por ello el valor intrínseco de esta estructura del orden municipal y evitemos que las obsesiones eficientistas y la búsqueda de ahorros moralmente insostenibles den al traste con la memoria colectiva de nuestras ciudades.