Chucho Reyes decoraba el papel de China que usaba para envolver antigüedades en Guadalajara. Con el tiempo esos papeles empezaron a ser apreciados y sus amigos lo impulsaron a que pintara y expusiera su propia obra pictórica. Fue un joven inquieto que se convirtió en el maestro del color. Muy pronto su trabajo llamó la atención de artistas como Marc Chagall y Pablo Picasso y se convirtió en el inseparable asesor de Luis Barragán, quien no pintaba un muro sin antes consultarlo.
De esa amistad entre Reyes y Barragán nació una de las colecciones más importantes del artista tapatío, con 194 obras resguardadas en la Casa Estudio Luis Barragán. Ahora ese legado de la memoria y la amistad recibe trabajos de restauración. Por ahora, 66 piezas ya han recibido trabajos de limpieza y conservación por el equipo de Alejandra Topete, quien adelanta en entrevista con Excélsior que en noviembre próximo se montará una exposición con algunas de estas obras en la propia Casa Estudio.
Uno de los principales valores de esta colección es que contiene piezas de sus cuatro etapas pictóricas, creadas entre los años 40 y 70. Comienza por la primitivista donde el artista usaba fondos blancos y cuatro colores, con pinceladas muy definidas y temas arquitectónicos, explica Topete.
Le siguió una etapa de globos, donde la cabeza de sus personajes eran óvalos pronunciados; luego una etapa expresionista, que es la más conocida con las obras de gallos, payasos, muñecas, calacas y cristos; y produjo una última etapa mucho más abstracta y poco conocida.
Lo que distingue a esta colección es que se trata de la única que muestra las cuatro etapas pictóricas del artista. Además, se trata de una colección muy viva que refleja la amistad entre ambos artistas, sin demeritar que todas las piezas cuentan con sus colores originales”, señala la restauradora.
La mayor parte de la obra de Reyes utilizó el papel de China como soporte, lo cual hace que sea obra muy difícil de conservar, expresa, quien supone que “jamás cambió el soporte porque fue una técnica que logró dominar, con sus colores y texturas, con diseños que reflejaban lo mexicano de las artes decorativas mexicanas, de la artesanía y de la vida mexicana”. La obra de Jesús Reyes y Ferreira (1880-1977) recibió una importante influencia de José Guadalupe Posada, José Clemente Orozco, y a su vez nutrió la estética de Mathias Goeritz y Luis Barragán. Fue reconocido en México y Europa como gran artista de su época y Carlos Monsiváis definió su obra como “un canto de la felicidad”. Hacia 1927 Chucho Reyes se mudó a la Ciudad de México, con toda su colección de antigüedades, y empezó a comercializarlas. Impulsado por sus amigos empezó a pintar, pero fue hasta los 58 años cuando hizo su primera exposición de pintura, motivada por Barragán, Goeritz, Juan Soriano y otros pintores de la época. En 1942 expuso en Nueva York, tres años después en Londres y en 1950 en la Galería Arquitac de Guadalajara.