Mariposas de la suerte con Peña y Abe

TEOTIHUACÁN, Méx.— Desde la madrugada, esta milenaria ciudad está bajo la mirada de vigías militares, camuflados, encumbrados en los vestigios, que observan el cielo y la tierra, los rincones de este lugar donde los hombres se convierten en dioses.

A las 12:30 horas, en medio de mariposas que encontraron en la parte más alta de la Pirámide del Sol, donde el presidente Enrique Peña Nieto y el primer ministro de JapónShinzo Abe, pedirían en secreto un deseo y conocerían la leyenda en torno al futuro de un par de políticos japoneses.

Es temprano, se siente fresco. Apenas hay unas nubes en el cielo, pero 24 grados a la sombra. A las 11:30 horas un helicóptero blanco sobrevuela Teotihuacán. El presidente Peña Nieto nuevamente llevaría a territorio mexiquense a uno de los líderes mundiales.

El Estado Mayor Presidencial ha tomado bajo resguardo este antiquísimo centro ceremonial. No hay vendedores ni turistas, sólo un puñado de mexicanos y japoneses que han decidido estrechar lazos. Apenas se siente una brisa fría.

La nave lleva abordo al presidente Enrique Peña Nieto y al premier Abe, a sus esposas Angélica Rivera y Akie Abe, y a sus invitados. En tierra los esperan el gobernador Eruviel Ávila; su hija Isis Ávila Muñoz; el presidente del Conaculta, Rafael Tovar, y la directora del INAH, María Teresa Franco.

El presidente Peña Nieto y el premier Abe tocan tierra sagrada para los antiguos. Los mandatarios caminan juntos, con sus esposas, y rodeados por una nube de funcionarios de ambas naciones. Desde lejos, fotógrafos, camarógrafos y reporteros siguen cada paso.

Mientras escuchan la guía de un especialista del INAH miran hacia la Pirámide de la Luna, caminan, suben a un vestigio que esta frente al monumento y sonríen a las cámaras. Ahí mismo llevó el presidente Peña Nieto a Francois Hollande. A Toluca llevó a Obama.

El premier Abe pide que le tomen una foto con su teléfono personal. Luego el presidente Peña Nieto toma el papel de fotógrafo con el móvil de la señora Abe, la señora Rivera de Peña se coloca a un costado y observa, discreta, cómo su esposo fotografía a sus invitados.

Cada vez hay más sol. Mientras caminan unos metros hasta el Templo de Quetzalpapalot. Suben unas escaleras y entran al edificio, escuchan la explicación sobre el uso que le habrían dado.

Entonces caminan por la Calzada de los Muertos, hablan francos. Japonés y mexicano platican en inglés. El presidente Peña Nieto ríe, el premier Abe sonríe, el visitante se ve feliz, cómodo. El presidente Peña Nieto sabe que ha reforzado una amistad sólida y la confianza de que se refuerza la alianza con Japón, que el comercio crecerá.

Nuevamente fotografías oficiales. De repente inicia ese juego de fotografías personales. Es la señora Abe la que captura las imágenes. Antes fue Peña Nieto quien les tomó imágenes. Suben.

Son las 12:20 horas. El presidente Peña Nieto y el ministro Abe inician el recorrido. Suben sólo con unos cuantos. Tardan 10 minutos. Se quedan 15 minutos en la parte alta. “Yo creo que no está tan pesada como parece. Pues sí, hay que llevar ritmo y, sobre todo, cuidar dónde pisa uno”. Recuerda que la vista del valle desde la parte superior “es preciosa” y luego apunta: “Además, se aparecieron unas mariposas allá, lo que es de buena suerte y, sobre todo, pedimos deseos allá, que no los revelo porque no se cumplen”.

Luego cuenta: “Hay la historia de un canciller que vino y que subió y que después fue primer ministro, algún otro que vino y no subió y no llegó a ser primer ministro”.

Refiere que el premier Abe estuvo “muy contento de estar aquí, muy contento de subir”. Y se notaba por las sonrisas.