Primera novela de Carla Faesler, una historia con ‘corazón’

Un libro como «Formol» (Ed. Tusquets, 2014), primera novela de la escritora mexicana Carla Faesler, es un producto no convencional en el ámbito editorial; se trata de una historia acerca de una familia, aunque signada por la presencia -desde generaciones atrás- de un corazón que reposa en un frasco de formol, perteneciente a un guerrero sacrificado en el último ritual realizado en el Templo Mayor durante la Conquista, pero una especie de pieza donde confluyen lo colectivo y lo simbólico para contarnos, de cierta forma, lo que ocurre en este país en esta época.
La novela de Faesler se debate entre lo real, lo histórico y lo fantástico, algo para lo que, dice la autora, debió acudir a una perspectiva «multidireccional» en la que se entretejen diferentes estrategias dicursivas; no en balde, asegura, su «primera idea» para esta historia tuvo su origen en un relato de Salvador Elizondo, quien resulta una de las numerosas «presencias» literarias en el texto, al lado de Bernal Díaz del Castillo, Sor Juana o fray Bernardino de Sahagún.
Diferencias desdibujadas entre géneros
El relato de Elizondo, refiere la escritora, «me dejó maravillada por la imagen de lo que podía ser como imagen literaria, se me quedó grabada por muchos años, para después desarrollarla. Después, la cuestión fue ver cómo se fue complicando la situación de violencia en México y cómo se resiente; porque ya tenía varios ejercicios realizados en mi computadora acerca del asunto, pero no se resolvía del modo como quería hasta que un buen día me di cuenta que debía hacer uso de varios registros y contar desde una perspectiva multidireccional, usar una estructura fragmentaria».
En este ordenamiento, comenta Faesler, se encuentran sus capítulos «cero», que en su opinión funcionan «como el pensamiento, y se van intercalando en la trama de la historia»; este proceso, complicado desde su origen, parte de que «las diferencias entre los géneros ya se han desdibujado mucho y no está muy claro, y hablar de eso está un poco obsoleto, tal vez. Pasa también en el arte, donde las formas de expresión borran sus diferencias para dar paso a experiencias estéticas más interdisciplinarias».
A cada historia lo suyo
De hecho, señala la escritora, «yo veo más el libro como un artefacto literario, un mecanismo de palabras» que, con todo, atiende a la premisa esencial de «contar una historia»; en este contexto, «los personajes se armaron como puntos de vista sobre el objeto; así como las personas nos relacionamos en el contexto social de diferente manera, las actitudes con que los personajes se vinculan con el objeto -el corazón preservado- son también distintas».