El caos como forma de vida cotidiana

Lo urgente contra lo trascendente, el dilema de siempre en las redacciones. Privilegiar la nota del día sobre lo que puede generar un cambio en la sociedad en su conjunto. Este dilema se ha resuelto desde tiempo ha, como muestra la enorme variedad de información que se acumula, día a día, en las primeras páginas de los periódicos.
A lo que se suman las redes sociales que afirman contribuir a la claridad informativa. Opino lo contrario: no han contribuido en forma alguna a despejar este galimatías, sino antes bien, suman confusión a lo que los reporteros, experimentados en estas lides investigan, profundizan y entregan a los lectores. Para que una persona cualquiera, desde su maravilloso anonimato que a nada lo obliga, descalifique, insulte y acuda al expediente pejelargatiano: al periodista lo maicearon.
No cabe profundizar en esto que con sencillez se puede explicar que no importa cuánto maiceen a un reportero, está obligado por su medio a entregar la información tal cual. En la eventualidad de cambiar los hechos, la pena es total: se le corre por sinvergüenza, porque quien le paga su salario y a quien debe responder es a su medio y a nadie más. Pero esto es cuestión de fe y la mayoría de los lectores carece de ella. Se casan con sus ideas: ¡lo maicearon y ya!
En días recientes el secretario de Gobernación salió a asegurar con gran entusiasmo que en Michoacán todo está resuelto, por lo que ahora abordarán el tema económico y la recuperación de empleos. Eso, simultáneo a la información difundida, eso sí, por las redes sociales, de un grupo de sujetos civiles armados que operan en zonas cercanas a Tierra Caliente. Y la noticia de que media docena de ex Comunitarios, convertidos en Rurales, fueron masacrados por una banda que los emboscó en un camino campirano.
También la información de que los nuevos policías, a los que en ningún momento se les expidió una certificación de confiables, sólo el nombramiento con bendición del delegado Alfredo Castillo, han establecido cuotas de colaboración (ya no de cooperación ni de piso) a productores de limón, aguacate, melón y para comerciantes que quieran trasladar su mercancía de un lugar a otro. Al estilo ranchero, cambiaron de diablo, pero siguen en el mismo infierno.
Miguel Ángel Osorio Chong extendió su optimismo a todo el país. En contradicción con quienes llevan la contabilidad de incidentes graves, y en apoyo a una declaración del presidente Enrique Peña Nieto, dijo que los crímenes violentos han descendido, aunque aceptó que otros han ido al alza. En forma importante, por cierto, el secuestro que muchos estiman que aumentó entre 16 y 30 por ciento.
El hecho es que las redacciones ahora no tienen problema para llenar las páginas; al contrario, enfrentan cotidianamente a la tragedia de valorar la información del día. La moda es importante, por eso se exageró el caso de Mamá Rosa, su albergue y los pillos que desde una posición gubernamental la apoyaron con millones de pesos de los que la señora nunca dio cuenta.
El problema es que coincide con leyes reglamentarias a las modificaciones constitucionales. No importa cuáles porque los legisladores le echaron mano a la Carta Magna y la convirtieron en un juego de adivinanzas. Si la preponderancia debe considerar extensión geográfica, o sólo número de incautos atrapados en las redes comerciales; si los gringos ya se enojaron y ahora tendremos que colocar filtros migratorios de ellos, en nuestra frontera sur.
Y para quedar claros, Perry, gobernador texano, lanzará varios millares de guardias nacionales –militares con otro nombre– a controlar los límites con nuestro país. La preocupación original fueron los niños, 52 mil expulsados de Estados Unidos hacia México, creando uno de los problemas más graves que hemos afrontado en muchas décadas. Debemos solucionar algo generado en el norte, asunto en que México no tiene vela ni antes ni ahora.
Pero el sueño gringo se cumplió: primero intentaron abrir una estación migratoria en el aeropuerto de Tijuana para agilizar trámites e ingresos a Estados Unidos; según los malpensados, no para controlar a los posibles migrantes ilegales, que obviamente nunca usan la vía aérea, sino establecer fichas sobre posibles terroristas y personas con ideologías exóticas.
Y entre todo este tiradero, se nos pierden informaciones de primera importancia. A un lado Oceanografía, olvidados los pillos que medraron con la Línea 12 y que están en guerra intestina por el hueso que significa la conducción de los amarillos, resulta que se descubre un cochupo mayor: la concesión de parquímetros que en estimaciones de quienes han estado hurgando en el asunto, llega a más de mil millones de pesos anuales de utilidades.
Delicadísimo el tema, porque el empresario a cargo de esa rama en el gobierno capitalino, Simón Neumann Ladenzón, entregó concesiones a dos negociantes que al parecer pertenecen a su gremio profesional, los que formaron las empresas cuatro meses antes de las asignaciones.
Se trata de Movilidad y Parqueo y Mojo Real, dos razones sociales diferentes pero un solo dueño verdadero: Cohen y Zapan. Las concesiones son por diez años nunca licitadas, sino asignadas negando información a otros pretendientes, que ahora protestan y han decidido denunciar.
El responsable principal se llama Miguel Ángel Mancera Espinosa.
El gobierno capitalino aclaró que los aparatos “son parte del Patrimonio Inmobiliario del Distrito Federal como bienes del dominio público”, lo que quiere decir que ni siquiera invirtieron en equipamiento. ¿Más cochinitos para la campaña?