Empanadas, sándwiches y varias tazas de café al día son algunos de los alimentos más comunes en la dieta de los universitarios. Esto hace que, durante los años de universidad, suban notoriamente de peso y tengan problemas de salud, pese a su edad.
Así lo indica un estudio de la Universidad de La Frontera, en Chile que detectó que, si bien destaca que suelen ingresar sanos a la educación superior, pasados cuatro años los jóvenes suben 1,75 kilos en promedio y además aumenta la prevalencia de hipertensión arterial, hiperglicemia, hipercolesterolemia y dislipidemia.
Esto, sumado a hábitos que se potencian en los años universitarios, como el consumo de tabaco, alcohol o marihuana, y las pocas horas de sueño, hace que los estudiantes a corta edad se puedan transformar en posibles enfermos crónicos y sufran diabetes o hipertensión.
«Como se sienten bien, jóvenes y fuertes, no van al médico, no se hacen los exámenes preventivos y no se dan cuenta de que tienen hábitos que les van a generar problemas en el corto o mediano plazo», advierte la nutricionista Gladys Morales, autora del estudio.
Apunta además que «quienes viven en residencias, lejos del hogar de sus padres, tienen mayores riesgos, lo que demuestra que al ser más libres, eligen un estilo de vida menos saludable».
Los hombres son los que más suben de peso
El estudio también muestra que los factores de riesgo son distintos dependiendo del género y el área de estudio. Así, quienes están en carreras relacionadas con las Ciencias Sociales, Humanidades e Ingeniería tienen un mayor nivel de sedentarismo y un consumo de alcohol, tabaco y marihuana más elevado que quienes estudian Ciencias de la Salud.
A su vez, las mujeres hacen menos deporte que los hombres y, si bien consumen menos grasa que ellos, comen más golosinas. Puede ser por eso -dice la nutricionista- que también muestran mayor prevalencia de colesterol alto e hiperglicemia que los varones. Eso sí, entre los hombres hay más hipertensos y más alumnos con sobrepeso al cuarto año de carrera.
A juicio de Morales, las instituciones de educación superior debieran jugar un rol más activo en este tema. «Una universidad debería no sólo poner a los estudiantes a leer, sino que, sin importar su carrera, tener horas de ejercicio físico a nivel curricular y mantenerlos desde el primer año hasta que egresan», afirma.