El arzobispado de San Luis Potosí en modo alguno colocó una mordaza al sacerdote Ignacio Ortega Aguilar, quien el pasado domingo dijo que se le había advertido, un año y medio atrás, que se abstuviera de ofrecer respuestas a los interrogantes planteados los periodistas de la fuente religiosa, especial y particularmente al tratarse de asuntos que tienen que ver con clérigos denunciados ante la justicia civil: Eduardo Cór-dova, Guillermo Gil, Noé Trujillo y Francisco Javier Castillo.
Ayer el portavoz, Juan Jesús Priego Rivera, avalado por el representante legal de la Arquidiócesis de San Luis Potosí A.R., Marco Antonio Luna Aguilar indicó que, en efecto se instruyó una medida tendiente a evitar confusiones, al respecto, entre la opinión de la iglesia y la de los particulares.
Negó que la medida se haya instruido para coartar la libertad de expresión, ni de este sacerdote en particular, ni de ninguno de integrantes de la curia potosina. Aseguró el vocero eclesiástico, que la declaración vertida el domingo anterior por Ignacio Ortega, no desprenderá ni una sanción ni un reclamo para este.
Insistió en que no hay ninguna intención e interés de establecer medidas de censura, sino que se trata de evitar la duplicidad en cuanto a la opinión oficial y sostenida por la Asociación Religiosa, al través del arzobispo Jesús Carlos Cabrero Romero, del portavoz arquidio-cesano, Juan Jesús Priego y del representante legal, Marco Antonio Luna Aguilar, en lo que se refiere a los sacerdotes o ex sacerdotes denunciados ante la Procuraduría General de Justicia en el Estado.
También afirmó que la tarea informativa de los reporteros asignados a la fuente religiosa no le ha generado inconformidades ni agravios a la Iglesia católica potosina, indicando que “los medios tienen una lógica” que, a su juicio, y no sólo con relación exclusiva al tratamiento informativo de la Iglesia, debiera de cambiar, puesto que describió la actuación de los reporteros, en una lógica antiperiodística de prota-gonismo que describió como “periodismo de estrellas”, demandando a los medios y a sus reporteros, ajustarse a un código deontológico, a un libro de estilo.
No obstante, rechazó que el oficio de los comunicadores, así descrito, haya devenido en una especie de “hoguera de las vanidades”. Asimismo reconoció que algunos “ajustes” a la información recabada, se dan en función del interés “de los dueños” y administradores de los medios de comunicación.
Pidió a los comunicadores en general autovalorar su trabajo, recordando que son los reporteros, no los dueños ni los administradores, quienes dan la cara a la sociedad.