Marina Armada, mantener el rumbo en la tormenta

Para que el país encare, con confianza en el futuro, los grandes desafíos del presente, cuenta con dos aliados formidables: las fuerzas armadas, Ejército mexicano y Marina Armada, cuyo desempeño en la lucha contra las bandas del crimen organizado es crucial para la continuidad y viabilidad de la nación, que no es poco decir. Sus elementos ––suena melodramático, pero describe una realidad–– están dispuestos a dar la vida sirviendo a México.
Ambas instituciones sobrevivieron, maltrechas y lastimadas, a la nociva estrategia implementada por el gobierno de Felipe Calderón el sexenio pasado que supuso, en mal momento, que poniendo a competir a soldados y marinos obtendría mejores resultados. Fue una pifia colosal. A nadie conviene que sus principales instituciones se distancien. Calderón las confrontó al grado de que la desconfianza e incluso la falta de respeto entre unos y otros llegó a ser el rasgo distintivo.
El resultado fue pobre, el desgaste gigante y se dio lugar a una desconfianza absoluta. No sólo eso. Agencias norteamericanas siempre movidas por su apetito insaciable de control metieron cizaña.
La nueva administración leyó bien el problema y ordenó una solución de fondo, clarísima: la divisa del trabajo en el interior del gobierno federal será la cooperación integral, el trabajo en equipo, sin estrellas insufribles. Triunfos y derrotas, aciertos y desaciertos serían de todos y la ventanilla principal sería la Secretaría de Gobernación, incluso para los norteamericanos.
La Segob también nombró como vocero de todos los integrantes del gabinete de seguridad a un cuadro de su entorno. El general Cienfuegos y el almirante Vidal no sólo acataron la instrucción, la llevaron al siguiente nivel, el de una relación abierta, alejada de suspicacias, cercana a la colaboración y al trato personal frecuente. El resultado fue que ganaron confianza uno de otro y construyeron incluso una amistad. No es extraño que se estén consiguiendo mejores resultados y en un entorno de mucho menos violencia.
La nueva relación entre los secretarios de Defensa y Marina Armada es una buena noticia que hemos podido comprobar en días recientes gracias a encuentros sostenidos con ambos personajes en entrevistas concedidas a los integrantes del Consejo Editorial de La Crónica de Hoy. En las instalaciones del Ejército, pero también en las de la Marina Armada, vimos fotos de Cienfuegos y Vidal al lado de Peña Nieto, su Jefe Supremo, imagen que en el pasado no se veía. Los secretarios envían así un mensaje a sus respectivas instituciones: la época de competencia quedó atrás y, por lo menos este sexenio y hasta el 2018, no volverá.
Durante la charla con el almirante Vidal, nos explicó que en el combate del gobierno federal contra las bandas del crimen organizado a la Marina Armada le ha tocado, usando un símil futbolero tan de moda en estas horas, jugar de delantero y, por lo tanto, anotar los goles; pero eso no hubiera sido posible si alguien más no le hubiera puesto el pase para anotar.
El almirante no pierde el piso. Sostiene que los logros de los últimos 18 meses son resultado del trabajo en equipo, de la coordinación real, de la colaboración efectiva. La Marina se encarga muchas veces del tramo final de los operativos en contra de jefes mafiosos porque cuenta con unidades óptimas para hacerlo: unidades con poca gente, confiable, bien armada, mejor comunicada, marinos que pueden moverse rápido y capacitados para trabajar en situaciones de alta tensión. Reconoce sin tapujos la relación que existe con la “Navy” norteamericana, institución que pondera el profesionalismo y honestidad de sus colegas mexicanos para darles información de calidad sobre asuntos de alto impacto, como la ubicación exacta de los delincuentes más buscados.
Vidal no se confunde. Sabe que una cosa es superar un momento de emergencia y otra, diferente, alcanzar una solución de fondo en materia de seguridad. El grado de deterioro del tejido social en estados como Michoacán o Tamaulipas en los que el crimen obtuvo perniciosas victorias culturales obliga a pensar que una solución digna de este nombre puede tardar dos décadas de trabajo continuo, sin distracciones. Sí, leyó usted bien, veinte años más. De manera que echar las campanas al vuelo porque los tiroteos se han espaciado, es un ardid político que en poco tiempo quedará al descubierto.
Llama la atención, y el resto de sus colegas en el Gabinete de Seguridad lo tienen que asumir, que tanto del secretario de la Defensa como el de la Marina Armada no ven con buenos ojos la formalización de los grupos de autodefensa en Michoacán y su transformación en Fuerzas Rurales gracias a que el gobierno, a través del comisionado especial, los dotó de uniformes y armas y, en los hechos, los institucionalizó. Pero lo hizo sin haber realizado un ejercicio mínimo de verificación del personal, pues muchos de ellos pueden ser integrantes de un cártel que opera en un país vecino, o simplemente delincuentes que encontraron una forma extremadamente fácil de obtener no sólo impunidad, sino la protección de una placa.La Marina Armada se capacita e instrumenta una política de género de vanguardia.
Se sabe poco, pero ya es posible que una mujer alcance el cargo de secretaria de Marina, gracias a que los planteles educativos han abierto sus puertas para la incorporación de mujeres y van por más. Los planteles educativos de la Marina tienen una fama, bien ganada, de ser de excelencia, de los mejores en América Latina
Antes de concluir, vale la pena recuperar que el titular de Marina tuvo una participación importante en el diseño del Programa de la Frontera Sur que tiene como objetivo poner orden en un espacio que es manantial de problemas. Por ahí pasa de todo a territorio nacional: indocumentados, pero también armas, drogas, dinero. No se trata de blindar la frontera sur, como claman voces intolerantes, sino de conseguir que las personas que quieran entrar a nuestro territorio por lo menos toquen la puerta y le digan a las autoridades mexicanas santo y seña. E
se programa tiene una línea imaginaria, la que corre del Atlántico al Pacífico en el Istmo de Tehuantepec, a partir del cual la vigilancia de las autoridades mexicanas será mucho más estrecha. La seguridad de la frontera norte depende del control efectivo de la frontera sur.