Diez partidos políticos en la boleta electoral del 2015

La noticia de que el reluciente Instituto Nacional Electoral
otorgó registro como partido a tres organizaciones polí-
ticas fue recibida con frialdad, incluso molestia, por la ciudadanía. La pregunta que se hacen todos es: ¿Se necesitan más partidos políticos? ¿Cuánto dinero nos costará mantenerlos? La sociedad no se siente representada, ya no digamos defendida, de manera efectiva por los partidos. La molestia se explica por la pésima reputación que tienen estas organizaciones como lo demuestran las encuestas al colocarlos con pésima percepción ciudadana. Para un amplio porcentaje de la población crear un partido político equivale a poner un buen negocio. Una opción atractiva para salir de pobres, vivir del erario y conseguirle una lana para compadres, comadres y cuates de la infancia. ¿La ideología?… es asunto menor.
¿Esta reacción se deriva de una frágil cultura democrática o de malas experiencias recientes? Si la primera transición política después de décadas de dominio de un solo partido se registró apenas en el año 2000, hace 14 años, es comprensible que la cultura democrática de la mayoría ciudadana sea en el mejor de los casos adolescente, pero la verdad es que los dirigentes de los partidos hacen muy poco para ganarse el respeto del electorado. De los siete partidos que teníamos, dos o tres son una pantomima e incluso negocio familiar. Los ciudadanos ven las casas, camionetas, comilonas de dirigentes de partidos, cuyo único talento es acomodarse a las circunstancias y es natural que los descalifiquen.
Pero en aras de una democracia más representativa existe una ley que marca con claridad los requisitos para constituir un partido y si esas tres nuevas organizaciones las cumplieron, pues ni hablar. Hay que abrirles las puertas, poner más sillas en la mesa del Consejo General del INE y esperar que hagan una aportación positiva y real al desarrollo de la democracia en el país. Para sobrevivir tienen que obtener más del tres por ciento de los votos totales en las elecciones del 2015, lo que no será nada sencillo.
El caso más destacado de los nuevos partidos es el del Movimiento de Regeneración Nacional,
Morena, que dirige Martí Batres, tan brillante como molesto, éste es un partido hecho a imagen y semejanza del político tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. Morena entonces se entenderá que es el único partido que ya sabe el nombre de su candidato presidencial para el 2018. No es que posean habilidades adivinatorias, sino que Andrés Manuel dijo que si sigue con vida y si la gente se lo pide volverá a ser candidato. Lo más probable es que sus doctores hayan hecho un buen trabajo y que exista, en efecto, mucha gente que quiera ver su nombre de nuevo en la boleta.
La irrupción de Morena inquieta más al PRD que a cualquier otro partido. Puede registrarse entre ambas formaciones una lucha encarnizada, pues pelearán por el mismo segmento de votantes. La pulverización de la votación por la izquierda es un riesgo tangible. Lo que AMLO busca es golpear fuerte a los perredistas en el 2015 para obligarlos a respaldar su candidatura presidencial en el 2018. Por lo pronto, se bosqueja un duelo con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, lo que demuestra que también en política la historia se recicla.
El otro nuevo partido es Encuentro Social. El nombre es más bien vago, dice poco, pero pude dar la sorpresa pues se trata, se dice del brazo político de los grupos evangélicos del país que son muchos, hay en todo el país y están en franco crecimiento y en algunas elecciones locales han actuado con éxito parcial. Su actividad inicial se desarrolló en Baja California Norte en el 2001 y unos de sus promotores más conocidos es Hugo Eric Flores Cervantes. No se sabe si sus dirigentes son políticos profesionales o pastores metidos a la grilla. Su aparición, se comenta, es un desafío para el Estado laico. Desde luego, se respetan todas las creencias, sólo se señala un posible enfrentamiento con otros grupos como sería el de la jerarquía católica. El Partido Encuentro Social ha dado con un filón político que se puede aprovechar: la defensa y preservación de la familia y de los valores. Uno de sus líderes más visibles es un antiguo senador panista. Se presenta como una opción para los mexicanos que han visto con preocupación la descomposición ética del país. El partido presentó documentación que acredita que tiene más de 300 mil militantes, que no son pocos si trabajan unidos y con entusiasmo. El otro partido es el denominado Partido Humanista, cuyo nombre genera suspicacias y se vincula con el discurso tradicional de los panistas. De hecho se dijo que la ex primera dama Margarita Zavala era una de sus promotoras. Zavala lo negó y dijo que regresará a la política activa pero como diputada del PAN y de nadie más. Como es “humanista”, no es ni de derecha ni de izquierda, sino todo lo contrario. El nuevo partido, cuyo emblema es un colibrí, señala que pretende dignificar la política, deteniendo su visible deterioro institucional, acercándola a la sociedad que reclama que la lucha no se reduzca a la lucha por el poder, sino que se centre en las cualidades y fama pública de la persona. Tiene por lo pronto una dirigencia colegiada entre los que se encuentran Ignacio Irys Salomón, Ricardo Pinacho y Javier Eduardo López, algunos de ellos, por cierto, vinculados con escándalos políticos de corrupción.
Acaso no debamos sorprendernos por este tipo de revelaciones. Desde hace mucho que la política no atrae a las mejores personas, sino a gente con apetito de poder o vocación de protagonismo, que es legítimo, que suele guiarse por la sentencia de que “el que no tranza, no avanza”. De manera que en la elección del año próximo habrá que hacerle diez cuadritos a las boletas electorales. Será muy remoto que los ciudadanos logremos entender todas las siglas, logos y verdadero objetivo social, si es que lo tienen. ¿Cómo podrán diferenciarse unos de otros? Además, no hay que olvidar que se estrenará la nueva ley electoral por lo que se conforma un escenario muy complejo, quizá de abstencionismo como rechazo popular a la demagogia partidista, quizás porque la sociedad mexicana es indiferente a la vida política o quizá por que decida que SI FUE PENAL. Dos de los tres partidos nuevos, más tres de los llamados chiquitos ya constituidos tendrán muchos problemas para mantener su registro, las elecciones recientes demuestran que solo en coalición con los partidos grandes pueden ganar. La votación será la prueba del ácido. Si consiguen gracias a campañas imaginativas, de impacto, obtener más del tres por ciento de la votación total, lo conservarán y se habrán ganado, en los hechos, un sitio en el quehacer político nacional. Ya veremos cuál de ellos consigue la confianza de los ciudadanos en las urnas, mientras tanto nuestros impuestos trabajan también para hacer vivir y bien a los políticos, pastores o mesías.