Inmigrantes veneran a santo en iglesias de EU

Un gran número de inmigrantes están acudiendo a iglesias en el sur de California para ver la estatua de madera de un santo venerado por quienes hacen peligrosas travesías para cruzar hacia Estados Unidos.

Muchos inmigrantes afirman que Romo se les ha aparecido durante los difíciles momentos de su viaje hacia el norte y algunos llevan la imagen del santo en sus carteras.

«Le debo todo», dijo José Ochoa, cocinero de 32 años que dio la bienvenida a la estatua en su iglesia en la localidad de Lake Forest.

Antes que Ochoa entrara ilegalmente en 2005 a Estados Unidos con su hijo de 4 años para reunirse con su esposa y su familia, había recibido de su abuelo una pequeña imagen del santo. «No imagino morir sin haber venido a verlo y darle las gracias», agregó.

Romo fue un sacerdote asesinado durante el alzamiento religioso de 1928 en México y fue canonizado hace 14 años.

La estatua de Santo Toribio llegará el domingo próximo a la Catedral de Nuestra Señora de los Angeles, en el centro de Los Angeles.

En la localidad natal de Romo González, Santa Ana de Guadalupe, en Jalisco, decenas de miles de peregrinos llegan cada semana para rendir homenaje a los huesos del santo, que se conservan en un pequeño féretro.

Algunas personas ofrecen llaveros y figuritas de Romo González a turistas, en tanto que algunos negocios, como una farmacia y una heladería, llevan el nombre del santo.

En Estados Unidos, los inmigrantes, en especial los procedentes de México, han venido a tocar al santo.

Una iglesia en Tulsa, Oklahoma, construyó un sagrario para Romo González después que el estado aprobó una estricta ley contra la inmigración ilegal.

Las autoridades eclesiásticas afirman que Toribio no está reconocido oficialmente como el santo patrono de los inmigrantes.

«Es un santo del pueblo», dijo Ed Banioff, director de la Oficina de la de la Nueva Evangelización de la Arquidiócesis de Los Angeles. «Su leyenda ha crecido desde el inicio desde lo más bajo», agregó.

En Commerce, los creyentes celebraron la llegada de la estatua con cánticos y danzas y tocaron en turnos el pecho del santo, donde un hueso del tobillo de Romo González se conserva en una urna de vidrio.

Francisca Romero, de 56 años, dijo que vino a ver la estatua por su preocupación hacia sus parientes y amigos y los miles de niños que han llegado en los últimos meses por la frontera de Texas con México.

«Quiero que este santo los proteja de todo daño y que por favor nos ayude a todos», afirmó.