No debemos dejar de advertirnos acerca de la proliferación de los signos de la degradación del medio ambiente y de la sustentabilidad en muchas áreas de nuestro maravilloso país, como parte de un fenómeno mundial, cuando ya la población humana del planeta llega a 7,200 millones de habitantes. Y no dejar de preocuparnos, ya con urgencia, acerca de las mejores formas de contrarrestar esa tendencia, que nos pone en situación de riesgo a un corto plazo.
Pues nos mantenemos atrasados en el manejo de desechos; y en las normas de control de emisiones contaminantes de vehículos automotores, como advierten especialistas que participan estos días en reunión sobre Armonización de Políticas para Vehículos Ligeros Nuevos en América del Norte, realizada en la Semarnat.
En la Junta de Gobernadores del Consejo Mundial del Agua, realizada el 25 y 26 de junio en la ciudad de México, el presidente Peña Nieto reconoció que “se acabaron los tiempos de agua fácil y abundante… hoy 35 millones de mexicanos tienen poca disponibilidad de agua en términos de cantidad y calidad, y su disponibilidad per cápita ha disminuido de 18 mil 035 metros cúbicos que tenían en 1950 a 3 mil 82 metros cúbicos en el 2013”.
El modelo económico seguido tiene serias fallas, por lo que hay que cambiar a uno de energías más limpias. Pero la petrolización de nuestra economía ha venido aparejada con importantes daños ambientales y sanitarios, cuando se producen derrames o explosiones de pozos petroleros, oleoductos o gasoductos, que en tierra afectan la salud de las personas, del ganado y otros animales, los cultivos y provocan daños en casas o infraestructura; en el mar, dañan la pesca, las playas y los ecosistemas marinos.
Ya se anuncia, para el día 23 del mes en curso, una movilización en esta capital de organizaciones de productores del campo, ambientalistas y luchadores por los derechos humanos, en contra de los posibles graves efectos contra el medio ambiente, los recursos naturales y las actividades agropecuarias provocados por la reforma energética y sus leyes secundarias a favor de empresas petroleras y mineras. También exigirán que su participación en la anunciada reforma al campo sea tomada en cuenta.
La producción agropecuaria insensata o mercantilista lleva también a efectos indeseados de deterioro ambiental, ya sea con la contaminación de tierras o aguas por desechos de la explotación o matanza de ganado, de pollos, por el manejo inadecuado de fertilizantes o por la invasión desordenada de suelos de conservación o áreas protegidas para dedicarlos a usos agrícolas o de vivienda. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente registra 108 zonas críticas de tala clandestina, muy dañinas, en particular las realizadas por bandas de talamontes.
La deforestación es así muy grave: 155 mil hectáreas anualmente, como se informó al dar inicio a la Campaña Nacional de Reforestación 2014, que tiene una pesada tarea por delante, ya que según cifras oficiales, en México 18.3 millones de hectáreas deterioradas ambientalmente requieren con prioridad labores de restauración, ¡un 9.3% del territorio nacional!
Es necesario y urgente reactivar las actividades agropecuarias, pero con métodos sustentables. Ya desde octubre de 2010 la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación exploraba los “Retos y oportunidades del sistema agroalimentario de México en los próximos 20 años”, cuyos extensos análisis y conclusiones no han sido seguidos por las entidades oficiales.
Desafortunadamente, porque la propuesta, además de hacer insistencia en el incremento de la eficiencia en la producción primaria a fin de asegurar el abasto suficiente de alimentos para la población y en otros temas muy importantes de política agropecuaria, daba atención prioritaria a los objetivos medioambientales, a la aplicación de “estrategias de política agropecuaria orientadas a enfrentar y minimizar los efectos del cambio climático sobre el sector”, destacando también que “el deterioro de los suelos, la disponibilidad del agua y la contaminación son temas de gran relevancia para las políticas alimentarias futuras.
El adecuado balance entre el crecimiento, en términos económicos, del sector y la sustentabilidad de los recursos naturales es necesario para fomentar la oferta agroalimentaria en el presente, y garantizar la disponibilidad de esta para las futuras generaciones”. ¿Por qué nos cuesta tanto a los mexicanos defender y comprometernos con el cuidado del patrimonio natural? Esta y otras muchas preguntas al respecto se hace en artículo reciente Julia Carabias, ex secretaria del Medio Ambiente (Reforma, 21jun14).
Indudablemente, mucho tiene eso que ver con la falta de esfuerzos serios, dirigidos en forma organizada y generalizada a toda la población, en materia de educación, información y capacitación para el cuidado ambiental; en buscar desde ya la urgente complementación de la explotación racional y sustentable de combustibles fósiles con una renovada confianza en el desarrollo y las ventajas de las energías renovables, en las que tenemos mucho potencial, eso sí, cuidando al máximo los derechos de todos, en particular de pueblos y comunidades donde se asienten presas hidráulicas o campos de energía eólica o solar. Hacer también hincapié en el ahorro y el reciclaje de energía, tanto en la producción como en el consumo.
Todos deberíamos compartir estas preocupaciones porque en ello nos va la preservación y el disfrute de este país por nosotros mismos, por nuestros hijos y nietos y por las generaciones futuras.