La exquisita elegancia de la alta costura francesa de los años 50, edad de oro nunca igualada aún, se expone en el Palacio Galliera hasta el próximo 2 de noviembre en la muestra«Les années 50» , reunión de 120 modelos creados por los más grandes modistos de la época.
De Christian Dior a Chanel, de Balenciaga al Lanvin dirigido por el también modisto español exiliado de la Guerra Civil Antonio Cánovas de Castillo; de Jacques Fath a Schiaparelli, el Museo de la Moda de París retrata a partir de mañana la evolución de la silueta femenina en aquella década clave.
O más bien de las siluetas, pues ante la mujer comenzaron a abrirse un sinfín de posibilidades indumentarias, aunque el modisto dominante del momento fue sin duda alguna Dior, con el celebrado «new look» de ajustada cintura, espaldas redondeadas y faldas de amplio vuelo.
Una de ellas fue la línea «tonneau» (tonel) , de volúmenes «evasé» , ideada por Balenciaga, inventor también en los 50 de la amplia silueta «baby doll» , ambas opuestas a la entallada silueta «reloj de arena» de Dior, que desde 1947 acabó con el espíritu austero y militarizado de la posguerra.
Muy diferentes ambas del estilo Chanel, que, si a principios de siglo había lanzado entre otros hallazgos el famoso «vestidito negro» todavía en juego hoy, en su retorno a París tras la II Guerra Mundial, en 1954, innovó con sus trajes de chaqueta rectos y estrictos.
Las asimetrías de Jacques Fath; la refinada delicadeza de Jacques Heim, introductor del algodón en la alta costura; el sentido de la proporción del joven Hubert de Givenchy o los fluidos plisados de Grès son algunos de los ejemplos citados.
En total, alrededor de una treintena de modistos están representados, de los más conocidos hasta los que han caído en el olvido, comentó su comisario y director del museo, Olivier Saillard.
Modelo a modelo, separados según los momentos del día, la muestra refleja cómo la clienta de alta costura tenía a su disposición vestidos de mañana, de tarde, de media tarde, de cóctel, de baile o de gala, pero también de playa, de excursión campestre, de almuerzo, de cena, de gran cena o de gran baile.
Lo usual era cambiar de ropa seis o siete veces al día, según dictase la agenda, recuerda el comisario.
El común de las mortales tampoco se vestía de la misma manera de noche y de día, ni salía a la calle sin su sombrero, añade Saillard, quien colocó en el interior de varias vitrinas algunos ejemplos de joyas, accesorios y ropa interior de lujo.
«Tan ‘hollywoodienses’, tan glamur» , dijo, los años 50 son un período idealizado todavía hoy y «constituyen sin duda el sedimento más refinado y sofisticado» en materia de indumentaria femenina.
Aquel fue un momento de gran fantasía que llevaba hacia el consumo, el deseo y la exuberancia, tras el duro decenio de la guerra y la posguerra, de las restricciones y del pudor, resaltó.
Dior, que aparece en 1947 y desaparece en 1957 súbitamente, a los 52 años, está presente en toda la exposición. «Fue uno de los enormes éxitos de la alta costura. Él solo -recordó- vendía más de la mitad de las exportaciones de moda francesa» .
Con esta exhibición en el bello edificio de inspiración renacentista construido por Paul-René-Léon Ginain entre 1879 y 1894 para la duquesa de Galliera, Saillard quiso mostrar igualmente la influencia que tuvo aquel «último gran periodo de todas las elegancias» en años posteriores.
Luego hubo otros muy modernos, decisivos, recordó el comisario, «que se deshicieron de toda esa moda que podía impresionar a la mujer con la idea de una feminidad exacerbada» , pero los cambios se fundaban ya en una forma de emancipación, de liberación del cuerpo.