Indicador Político

Por Carlos Ramírez

Cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari privatizó Teléfonos de México y escogió a su amigo Carlos Slim Helú como el beneficiario de la venta de una empresa propiedad de la nación, la idea central fue la de abaratar y mejorar el servicio porque el Estado era incapaz de conseguir esas metas.
Ahora se sabe que Telmex se convirtió en un negocio privado para la acumulación familiar de riqueza a costa de un servicio hasta hace poco monopólico y caro, y no contribuyó al beneficio de la nación.
La aplicación de la preponderancia en el sector de la telefonía volvió a revelar que las empresas de Slim Helú pasaron de control público a manos privadas sólo para la acumulación privada de un servicio público concesionado: ante la preponderancia, Slim Helú va a disminuir la propiedad del consorcio América Móvil: escogió el negocio y no el servicio.
Así, la familia Slim Helú seguirá manteniendo precios altos, eludirá la prestación de interconexión y entrará a la televisión de paga. Y no sólo eso, con el anuncio de la desincorporación de América Móvil —un verdadero gambito al rey: sacrificar un peón para recuperar iniciativa— no habrá efecto positivo en el consumidor, luego de haber explotado durante veinticuatro años el manejo de la empresa que Slim Helú controló pagando sólo en 20% de su valor —el porcentaje de control de la empresa— para usufructuar privadamente el producto de la totalidad de la empresa.
La jugada de Slim Helú de vender parte de América Móvil para evitar un servicio que beneficiaría al consumidor fue la prueba de que la venta de empresas públicas que realizó Carlos Salinas de Gortari en su sexenio no fue para beneficiar a la nación sino para crear una burguesía funcional a los intereses de dominación del PRI. Como Televisa, Telmex también es otro de los soldados del PRI y del sistema presidencialista.
Por lo demás, la venta de una parte de América Móvil para eludir la preponderancia podrá ser un negocio no tan bueno; sí subieron las acciones, pero todo lo que sube tiende a bajar; Slim Helú cambió la preponderancia en el mercado de la telefonía a cambio de entrar a la televisión de paga dominada por Televisa y sin posibilidades de televisión abierta. Si Slim controla el 80% de telefonía fija, tendrá que vender el 31%, es decir: perder el 38% del mercado. La utilidad con el 49% será menor. En todo caso, Slim movió sus piezas pero de todos modos perderá ganancias.
La decisión de optar por televisión tiene que ver con los planes de Slim Helú en el mercado político, lo que lo perfilaría como una especie de Berlusconi mexicano: un empresario poderoso en las telecomunicaciones metido a la política. Pero también será negocio de relumbrón: la televisión de paga es bastante deficiente en utilidades; como poder político es importante en regiones del país donde existe debilidad del sistema político institucional, pero no a nivel nacional. Con menos de la mitad de la telefonía, con una empresa que seguirá revendiendo parte del servicio público telefónico concesionado y con televisión privada de paga, el grupo Slim Helú seguirá utilizando servicios públicos concesionados para hacer negocios a costa del consumidor y para construir un imperio económico-político-de comunicación.
Si a nivel empresarial y político el anuncio de Slim Helú de desincorporar una parte de América Móvil fue una maniobra “genial”, políticamente mandó un mensaje de desprecio al Congreso y a las leyes aprobadas y especificó su determinación de seguir medrando con el uso privado y para acumulación de riquezas privadas con un servicio público.
Lo que falta es que el Estado defina su posición preponderante frente al poder soberbio de Slim Helú, el empresario consentido de Salinas de Gortari.