Deportación manda a niños a morir: ONG

We don’t want you! Go home!”. La voz de un hombre desgañitándose sobresalió entre una multitud que coreaba consignas iracundas contra tres autobuses blancos.
Las unidades, con el logotipo del Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos (DHS), transportaban a 140 inmigrantes, la mayoría niños y adolescentes. Los indocumentados venían de Texas, donde fueron detenidos, y se dirigían a las instalaciones de las autoridades de inmigración en Murrieta, California, para ser procesados. Nunca llegaron.
Las cerca de 200 personas que portando carteles con leyendas antiinmigrantes impidieron el paso de los autobuses, haciéndolos cambiar de ruta hacia San Diego, celebraron el pequeño triunfo en su esfuerzo para que los más de 50 mil niños que han llegado a Estados Unidos en el presente año fiscal sean devueltos a sus países.
Lo que los manifestantes no saben es que, si lo logran, la vida de la mayoría de los menores estará en peligro.
El ‘enojo’ de Obama
El lunes 30 de junio, el presidente de Estados Uni-dos, Barack Obama, y el vicepresidente Joe Biden se reunieron con una decena de representantes de organizaciones civiles proinmigrantes de todo el país.
Durante el encuentro el mandatario compartió con ellos la información que un par de horas más tarde haría pública: su intención de tomar acción de manera unilateral —sin solicitar aprobación al Congreso— para solucionar el problema ocasionado por el flujo de niños indocumen-tados, que podría alcanzar los 90 mil al cierre de este año fiscal. “Algunos [congresistas] en la Cámara Baja están usando la situación con los niños como una nueva excusa para no hacer nada”, dijo molesto el presidente sobre la falta de acuerdos entre partidos para lograr la aprobación de una “maldita ley” de reforma migratoria.
Un par de días antes, Obama solicitó un presupuesto de 2 mil millones dólares para reforzar la seguridad en la frontera y atender a estos menores, pero también para agilizar su deportación.