El Penacho de Moctezuma no regresará a México

Abandonó México hace 495 años y es poco probable que vuelva. El valioso Penacho de Mocte-zuma, decorado con plumas de quetzal e incrustaciones de oro, plata y cobre, no puede ser trasladado desde Austria hasta México, al menos hasta que exista la tecnología suficiente para lograr un impacto cero de vibraciones en la pieza durante el viaje.
Esto es lo que han concluido investigadores de ambos países en dos años de estudio del histórico penacho, un regalo de bienvenida del emperador azteca al conquistador extremeño Hernán Cortés a su llegada América en el siglo XVI.
La polémica en torno a la pertenencia del tocado ha estado servida desde 1991 cuando el Gobierno mexicano exigió a Austria la devolución de la pieza, que se conserva en el Museo de Etnología de Viena, y no obtuvo una respuesta.
En 2011, la diplomacia mexicana matizó su petición y ofreció un intercambio temporal del penacho a cambio de la carroza dorada del emperador Maximiliano de Habsburgo que se exhibe en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, en la capital del país.
Ahora el documental Penacho de Moctezuma, plumaria del México antiguo, dirigido por Jaime Kuri y estrenado este mes en la televisión pública de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), devela las investigaciones que confirman el frágil estado del tocado.
La ciencia ha desplazado a la diplomacia: aunque México y Austria llegasen a un acuerdo sobre un préstamo, no sería viable un traslado aéreo, marítimo o terrestre sin dañar considerablemente al objeto.
“En un traslado las vibraciones aumentarían terriblemente y provocarían que las barbas de las plumas se desprendieran de su cañón. También provocarían que el filo de los discos de oro al moverse cortaran las plumas color café (marrón)”, describe María Olvido Moreno, conservadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. El Penacho de Moctezuma ha marcado la historia del antiguo México. Fue parte de una serie de obsequios que el emperador azteca hizo a Hernán Cortés cuando llegó a Tenochtitlán (antiguo nombre de la Ciudad de México) en 1519, en un gesto de bienvenida. Moctezuma, fascinado por la apariencia de los visitantes, entregó objetos de gran valor para los aztecas a los conquistadores.
El emperador desconocía la inminente intención de los españoles de tomar su imperio. Cortés envió a España la pieza como un regalo al rey Carlos I, según describe en su primera carta de relación. Aunque no se conoce la forma en la que llegó a Austria, el penacho está enlistado en el inventario de 1596 del Castillo de Ambras que pertenecía al archiduque Fernando II del Tirol. Desde entonces el conjunto de plumas ha permanecido en Austria y se ha exhibido en museos de Viena.
Con los años el cuidado sobre el penacho se ha vuelto extremo, pero no siempre fue así. Moreno revela que la investigación ha permitido identificar una restauración de la pieza en 1878 en la que se le añadieron pequeñas plumas en la parte inferior, se le reemplazaron algunas piezas metálicas de oro por latón y se hizo un control de plagas a las plumas.
Aunque la técnica de restauración no fue la ideal, la investigadora reconoce su valor: “Si no se hubiera hecho la restauración de 1878, hoy no tendríamos penacho. Lo restauraron pensando que era un estandarte y lo ponen en abierto y plano, le quitan toda su posibilidad dinámica, pierde flexibilidad y tercera dimensión”.
Moreno participó en el estudio y restauración del penacho por encargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y, al lado de la investigadora Melanie Korn del Museo de Etnología de Viena, consiguió obtener información inédita sobre la pieza como los detalles sobre la tecnología plumaria que usaban los antiguos amantecas (artesanos de objetos con plumas) aztecas.
El penacho, confirma la investigadora, a pesar de su tamaño (1.30 m de alto y 1.78 m de largo) era un artefacto con una estructura suficiente para usarse en la cabeza de una persona. La investigadora conoce como nadie la composición de este tesoro azteca y es quizá una de las pocas manos mexicanas que han podido tener contacto con el penacho.
Hasta ahora, la pieza conserva originales todas sus plumas azules largas (de quetzal macho) rojas y marrón, así como 1,544 piezas metálicas (85% de oro, 10% de plata y 3% de cobre). El conjunto de plumas ha sufrido el paso del tiempo, los estragos del almacenamiento e incluso rapiña de sus piezas metálicas, sin embargo el equipo de investigadores ha detectado que su mayor debilidad está en su estructura: en las 27 varillas que sostienen el abanico de plumas hay 29 fracturas.