La «Negra Hipólita», la esclava que amamantó a Simón Bolívar y a quien él llamó «madre»

Bolívar dictó varios decretos que buscaban una profunda reforma social.

Pocos días después del nacimiento de Simón Bolívar, su familia tomó una decisión que lo marcaría. Su madre, María de la Concepción Palacios y Blanco, tenía problemas de salud y mandaron traer para que lo amamantara «a una joven esclava que en esos días también había sido madre».

«Se trata de Hipólita, joven de unos veinte años rebosante de buena salud, de agraciada estampa, alta, bien formada y ágil, con opulentos senos que desde entonces y hasta bien crecido alimentarán al niño Simón», escribió Carmelo Paiva Palacios, en «La Negra Hipólita, la nodriza del Libertador».

«Hipólita fue uno de los pilares principales que sostiene el escenario de los primeros años de Bolívar», indicó en la publicación de 1994, del Boletín de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.

El mismo Libertador dejaría testimonio de ello. «Te mando una carta de mi madre Hipólita, para que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella», le escribió a su hermana mayor en 1825, desde Cuzco.

Al cumplirse este 24 de julio 238 años del nacimiento del héroe venezolano, BBC Mundo se adentra en esta figura que pasó a la historia como la «Negra Hipólita» o Hipólita Bolívar, como un recordatorio de que los esclavos en Venezuela llevaban el apellido de sus amos.

La familia

Antes de que naciera el prócer, el matrimonio de los mantuanos Juan Vicente Bolívar y Ponte y María de la Concepción Palacios y Blanco había tenido a María Antonia (1777), Juana (1779) y Juan Vicente (1781). Y cuando nació Simón, debido a los quebrantos de salud que la aquejaban, la madre le pidió a una amiga que la ayudara a alimentarlo.

La cubana Inés Mancebo de Miyares lo amamantó durante sus primeros 30 días. Después llegaría Hipólita, «esclava de la hacienda El Ingenio, en San Mateo, propiedad de la familia», según apuntó la historiadora Irma De-Sola Ricardo en el Diccionario de Historia de Venezuela.

Había nacido en 1763, en esas tierras del norte de Venezuela, en lo que hoy es el estado Aragua, y se había unido a otro siervo de la familia Bolívar, Mateo, de la hacienda de Santo Domingo.

Era una «típica mujer originaria de África Occidental», escribió Reinaldo Bolívar en el ensayo dirigido a niños y adolescentes «Simoncito. Hijo de Hipólita, pupilo de Matea».

Aunque «su estatura está por encima del promedio que consideraban los esclavistas debía medir una ‘pieza'», añadió el que es el director del Instituto de Investigaciones Estratégicas sobre África y su Diáspora.

Los Bolívar descendían de una familia de origen vasco que se había radicado en Venezuela desde finales del siglo XVI.

«Eran reconocidos como una de las cinco familias más ricas de la Capitanía General de Venezuela; en sus haberes tenían propiedades por toda la Provincia de Caracas, por tanto se daban el lujo de enseñar oficios y artes a los esclavizados que iban a asumir tareas domésticas», indica el investigador.

«La excepción de la regla»

Hipólita había sido «esclavizada en el ingenio azucarero de San Mateo», cuenta Jesús Chucho García en el libro «Africanas, esclavizadas, cimarronas, libertarias y guerrilleras».

«La unidad productiva de caña de azúcar era de explotación intensiva», explica, lo cual difería de las que funcionaban en los hatos de ganado o las haciendas de cacao.

«En estas tres unidades productivas la familia Bolívar tenía una especie de red productiva con una gran cantidad de esclavizados y esclavizadas», señala el fundador del Centro de Estudios Afroamericanos Miguel Acosta Saigne de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

De allí, muchos se escaparían hacia cumbes, lugares donde se refugiaban los cimarrones. Y es que «las y los esclavizados eran unos de los mayores bienes de la colonia», evoca García.

«No vamos a romantizar, (decir) que existían unos amos buenos y otros malos, pero si vamos a destacar que la familia Bolívar tuvo un trato diferencial hacia estas dos esclavizadas», indica en relación a Hipólita y otra esclava que también ayudó en el cuidado de Bolívar: Matea. Ambas «fueron la excepción de la regla».

Para el investigador Tomás Straka, miembro numerario de la Academia Nacional de la Historia y director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), tanto Hipólita como Matea reflejan una realidad histórica.

«Fue una sociedad esclavista, existieron ‘esclavos de adentro’ o ‘de la casa’, que casi eran miembros de la familia mantuana, a veces verdaderamente queridos; y un niño de aquel origen tenía ayas a las que solía tributarle un verdadero amor filial», le indica a BBC Mundo.
«Amito blanco»

El rol que desempeñó Hipólita al amamantar a Bolívar no fue excepcional para la época.

«Era uno de los tantos oficios que desempeñaban las esclavas de color en las colonias hispanoamericanas», le indica a BBC Mundo la historiadora María Soledad Hernández, investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UCAB.

Las razones por las que les tenían que dar el pecho a los hijos de sus amos eran diversas. A veces, lo hacían por la muerte de la madre.

«Y era común que surgiese un vínculo afectivo entre la nodriza y el ‘amito blanco’, término común que los identificaba: amo pequeño y de piel blanca.

«Las nodrizas no los llamaban normalmente por su nombre, y cuando lo hacían siempre le antecedía amito o niño». Cuando Bolívar tenía tres años, su padre falleció y su madre quedó a cargo de la administración de la respetable fortuna de la familia.

«En vida de su esposo tuvo un cabal conocimiento de los negocios de este, y apenas se encarga de ellos, procede con inteligencia y decisión no solo a conservar los cuantiosos bienes a su cargo, sino que los aumenta y sanea», señala el historiador Rafael Fuentes Carvallo en el Diccionario de Historia de Venezuela. Pero los problemas de salud la golpearían trágicamente.

«Hipólita no solamente hizo de madre alimentándolo, sino que como fiel y abnegada servidora de la familia se encargó completamente del niño dirigiendo y cuidando sus primeros pasos, enseñándole las primeras palabras, sustituyendo al padre y compensando los mimos que la madre enferma no podía prodigarle». A los nueve años, Simón Bolívar perdería a su madre, quien tenía 34 años.

«Tendrá que conformarse con el afecto maternal y la constante magnificencia de su esclava nodriza», escribió Paiva.

«Hermano de leche»

De acuerdo con Hernández, como las nodrizas tenían hijos coetáneos a los niños que tenían que amamantar, se daba entre ellos un vínculo conocido como el de los «hermanos de leche». «Es el caso de Dionisio, hijo de Hipólita, que creció muy cerca de Bolívar».

Aunque hay pocas fuentes que sustenten lo que se afirma sobre él, aclara, se dice que participó en la guerra de independencia como soldado del ejército patriota.

«Llegó a ser sargento y batalló al lado de Simón Bolívar», indica Reinaldo Bolívar, quien al hacer referencia a una carta que Hipólita le mandó al Libertador, habla de otro hijo que ella tuvo.

«Le pide a Simón Bolívar: ‘Querido hijo y amo, el favor de enviarme 30 pesos’ para pagar la casa donde estaba viviendo porque la iban a sacar y le pedía el favor de hablar con su hermana María Antonia para solventar la situación de sus dos hijos», quienes fueron de su «propiedad».