Beethoven: cómo se quedó sordo y aun así pudo crear algunas de las mejores obras

  • Viena, mayo 7 de 1824. Príncipes y nobles, la crema de la aristocracia y la élite cultural vienesa se congregaron en el Teatro Imperial y de la Corte Real de la ciudad para lo que sería un evento extraordinario, el estreno de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven.

La expectativa no era tal sólo porque hacía tiempo que el compositor y director no producía una sinfonía, sino porque no había aparecido sobre el escenario en 12 años.
Pero ahí estaba el gran maestro, en el podio, frente a una de las mayores orquestas jamás reunida para un concierto como ningún otro, que incluiría algo inédito en este género musical: la voz. De espaldas al público, Beethoven dirigió a los músicos con una pasión desenfrenada, sacudiendo su cuerpo y agitando sus brazos al compás de la música.
Tan ensimismado estaba que al final de la pieza continuó gesticulando, hasta que una de las solistas se le acercó y le dio la vuelta para que pudiera ver los estruendosos aplausos que no podía escuchar.
«Estuvo en el podio durante el estreno (de la sinfonía), pero había un director musical a su lado que mantuvo las cosas en orden, porque para ese entonces ya se sabía que hacía tiempo que Beethoven había dejado de ser un director fiable», explica.
Vida compleja, música revolucionaria
En todo caso, esa escena representa en un solo momento la gloria y tragedia que marcó la compleja y contradictoria personalidad de Beethoven, cuyo nacimiento en Bonn, Alemania, hace 250 años se conmemora este 16 de diciembre.
Y fue reconocido y adoptado como una de los músicos más famosos de Viena, una ciudad muy consciente de su legado y estatura en ese ámbito.
«Beethoven fue clave en el establecimiento de esa actitud hacia la música, de elevarla a una forma de arte». Pero al mismo tiempo también tenía fama de irascible, egoísta, narcisista, insociable, huraño, frustrado en el amor, desarreglado, tacaño, hipocondríaco y alcohólico.
Catálogo de males
Lo cierto es que el compositor sufría de muchas afecciones a la salud, por las que estuvo sometido a algunos horripilantes y hasta ridículos tratamientos médicos de la época que, en ciertos casos, exacerbaron sus malestares. Una serie de expertos modernos llevó a cabo investigaciones forenses históricas para tratar de determinar qué enfermedades padecía, cuál era la correlación de estas con su sordera y cómo influyeron en su personalidad y creación musical.
El neurocirujano británico Henry Marsh mostró todo un catálogo de males. Según el doctor, el compositor sufrió una «enfermedad inflamatoria intestinal, síndrome del intestino irritable, diarrea violenta, enfermedad de Whipple, depresión crónica, envenenamiento de mercurio e hipocondriasis».
Un día después de la muerte de Beethoven, el 27 de marzo de 1827, el destacado médico Johannes Wagner realizó una autopsia al cadáver y le encontró el abdomen inflamado y el hígado curtido y de casi un cuarto del tamaño normal; indicaciones todas de cirrosis por consumo de alcohol.
Beethoven tomaba vino con regularidad y en ocasiones sociales, aunque en aquella época era un común sustituto del agua impura, según la profesora Tunbridge. No obstante, «sus médicos le recomendaron que redujera la cantidad, algo curioso porque el daño asociado con el alto consumo de alcohol no se conocía mucho en ese entonces», añadió la experta.
¿Cómo perdió la audición?
Lo que sí es definitivo es que su aparato auditivo quedó profundamente afectado, según lo observó en la autopsia el doctor Wagner. El investigador Meredith le dijo a la BBC que la sordera pudo tener relación con sus males abdominales, ya que ambos se presentaron más o menos al mismo tiempo.
«Además, Beethoven se quejaba constantemente de fiebres y jaquecas, que padeció por el resto de su vida». Otra teoría es la del doctor Philip Mackowiak, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, quien apunta a la sífilis congénita como posible afección.
Como enfermedad «importada» del continente americano, la sífilis arrasó en Europa, causando graves problemas en una población indefensa. En esa época estaba desbocada. En el caso de Beethoven, según Mackowiak, la enfermedad se manifestó como afecciones gastrointestinales y en el tipo de sordera que tuvo.
El trauma de la sordera
Sea como fuere, lo que se ha podido establecer es que los problemas de audición le empezaron entre 1897 y 1898. Y fue posible gracias a una carta que se encontró después de su muerte y que se conoce como el «Testamento de Heiligenstadt».
Es un documento dirigido a sus dos hermanos, que Beethoven escribió en 1802 en la localidad de Heiligenstadt, donde había ido para recuperar la salud.
En él expuso toda su alma y sus pensamientos más profundos, abordando cómo lo asediaba la sordera y cómo eso explicaba su comportamiento errático.»… hace casi seis años he sido golpeado por un mal pernicioso que médicos incapaces han agravado» escribió, detallando como se ha visto obligado a aislarse, a «vivir lejos del mundo, en solitario».
La vibración de la música
A pesar del trauma de su sordera, combinado con la frustración de no haber podido casarse, siguió componiendo y creando las que fueron quizá sus piezas más expresivas, conmovedoras y experimentales. «Lo interesante del Testamento de Heligenstadt es que nunca envió la carta a su hermanos», dijo la profesora.
«(En ella) decide que la vida sigue teniendo valor y que continuará componiendo y que su música lo salvará». El instrumento de Beethoven por excelencia era el piano, así que siguió componiendo con él, con ayuda de varios dispositivos añadidos para amplificar el sonido.
Potencia y exuberancia
Debió haber sido increíblemente frustrante escribir música para que otros la interpretaran y no poder disfrutarla en su totalidad. Pero así como la sordera lo convirtió en una persona difícil y malhumorada, también obligó a Beethoven a inyectarle más potencia a su música y darle una expresión física.El compositor británico Richard Ayres, quien también sufre de sordera y estrenó este año una pieza inspirada tanto en Beethoven como en su propia pérdida de audición, explicó en el documental de la BBC que como resultado el gran maestro tuvo que crear una música «más exuberante».
«Las líneas musicales deben resaltarse más y ser más claras», comenta. «Si no puedes escuchar bien, dependes de la energía de los músicos también para expresar la música».
Eso es lo que Beethoven les exigía a sus músicos, dice Ayres, que pudiera ver sus movimientos corporales y la manera en la que se enfrentaban al instrumento.