Historia de la democracia priísta (7) Krauze: por una democracia sin adjetivos

De 1919 a 1989, setenta años, el Partido Comunista Mexicano representó la imagen de una verdadera y única oposición política al régimen priísta, inclusive en sus años caóticos de 1929-1959. La propuesta ideológica del PCM fue la del comunismo como una alternativa al viaje del PRI de la izquierda nacionalista a la derecha neoliberal. En 1989 el PCM se disolvió y cedió su registro como partido al PRD y ahora ese PCM-PRD está en Morena.
En México el socialismo marxista siempre fue un problema de definición. Lázaro Cárdenas encabezó la corriente del socialismo utópico no marxista que terminó en un capitalismo monopolista de Estado, al grado de que organizó a la clase obrera –argumento de Arnaldo Córdova– como masa y no como clase, en tanto que todos los documentos políticos del PRI asentaban su papel como partido de la clase obrera. Inclusive, en 1976 el entonces presidente del PRI, Porfirio Muñoz Ledo, señalaba que el tricolor era el “parido de los trabajadores”.
El socialismo partidista tuvo otro experimento institucional. El intelectual orgánico Vicente Lombardo Toledano –hombre de ideas que organizó los principales sindicatos obreros– se asumía como marxista, aunque operaba en la órbita de la alianza con la pequeña burguesía nacionalista. Lombardo fundó el Partido Popular en 1948 –luego de romper con el PRI y con el cardenismo en retirada– y en 1961 asumió el apellido de Socialista, aunque jugó en alianza con los candidatos presidenciales del PRI de 1958 a 1982.
El PCM nació como el partido de la clase obrera y su proyecto era la construcción del Estado comunista en México, aunque con muchas contradicciones que llevaron a sus polémicas con José Revueltas, quien acusaba al partido de estar dominado por un grupo oligárquico que lo alejaba de las masas trabajadoras. Aun con esas limitaciones, el PCM mantuvo siempre en sus documentos el lenguaje analítico marxista-leninista y su meta del socialismo para México, aunque manteniendo una sana distancia del Partido Comunista de la Unión Soviética y del gobierno de Moscú. En la crisis de 1968, el PCM condenó la invasión de tanques soviéticos a Praga y estuvo en la dirección colectiva del movimiento estudiantil mexicano. Luego del 68, el PCM se vinculó a las protestas guerrilleras, aunque sin participación orgánica.
En 1977 el PCM resolvió atender la reforma política del gobierno de López Portillo y en 1978 presentó su solicitud formal para obtener el registro como partido político legal comprometiéndose a cumplir con las leyes de la institucionalidad. Hasta medidos de 1978, el PCM era un partido en la semiclandestinidad, reprimido por el gobierno. Sin datos oficiales, un cálculo aproximado le habría dado a la candidatura sin registro legal del líder ferrocarrilero Valentín Campa a la presidencia de la república alrededor de un millón de votos, el 5.6%; fue la elección en la que sólo hubo candidato del PRI, porque el PAN no pudo tener candidato debido a su crisis interna.
El paso del PCM a la institucionalización lo obligó a responder a las reglas del juego del sistema/régimen/Estado priísta y a competir con el último jalón de los políticos priístas del nacionalismo revolucionario, una especie de izquierdismo inofensivo, no marxista y determinado por la ideología populista deslavada de la Revolución Mexicana. En las elecciones legislativas de 1979 el PCM logró 5.2% de los votos y bajó a 3.5% en las presidenciales de 1982, donde por primera y única vez hubo un candidato presidencial comunista bajo el logo de la bandera roja con la hoz y el martillo, aunque con un nombre menos agresivo: Partido Socialista Unificado de México, ya no comunista. En las legislativas de 1985 el PSUM disminuyó a 3.3% de votos. Y en 1988 el PCM-PSUM ya como Partido Mexicano Socialista se unió al Frente Democrático Nacional para la candidatura del expriísta Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
En 1989 el PCM-PSUM-PMS se disolvió y entregó su registro a Cárdenas para la fundación del PRD, pero con la ideología dominante del priísmo poscardenista. El PRD entró en una lógica de partido-cascarón en manos de caudillos y oligarquías y Cárdenas renunció al partido en 2014. En 2012 se había salido López Obrador para fundar, con bases perredistas, Morena, un partido sin ideología. El PRD se había quedado en una socialdemocracia aguada.
La institucionalización del PCM en 1978 fue la oportunidad para meter a la izquierda socialista marxista en la lucha ideológica, pero la burocracia del partido no se atrevió a construir una ideología real. Si la lucha estaba en la construcción de una base obrera y campesina organizada, el PCM se desvió hacia la burocracia de partido y fue abandonando sus precarias posiciones sindicalistas. En esa lógica fue que desde 1962 el ensayista marxista José Revueltas señaló “la inexistencia histórica en México de un partido de la clase obrera” y lo resumió en el título de su trabajo más polémico contra el PCM: “un proletariado sin cabeza”.
Los comunistas del PCM ya en la institucionalización comenzaron a luchar por posiciones de poder, por cargos legislativos y olvidaron sus posiciones sindicalistas. Jalados por la popularidad de Cuauhtémoc Cárdenas, los militantes comunistas en el PRD llegaron a posiciones administrativas en la burocracia de gobierno del Distrito Federal y gobernaron no para la clase obrera, sino para el lumpen social de desclasados que dependían su bienestar de programas asistencialistas gubernamentales y daban los votos para seguir en la burocracia. En 1997-1999 el líder del PCM desde 1963, Arnoldo Martínez Verdugo, fue delegado político en Coyoacán, pero encabezó una administración sin sello y sin ninguna iniciativa social, deslavada, pasiva en términos sociales e ideológicos.
Los comunistas del PCM, muchos de ellos con militancia sólida, llegaron al PRD a posiciones legislativas y luego se pasaron a Morena, un partido sin ideología ni proyecto de clase. Ninguno de esos comunistas uso sus cargos para meterse de lleno a la lucha sindical de clase o para ir al campo a organizar campesinos; todos se quedaron revisando leyes y ahí tampoco produjeron iniciativas de ruptura del régimen priísta.
La agenda comunista definida en la campaña presidencial de 1982 fue la última propuesta del PCM antes de convertirse en agenda populista: nacionalizaciones, organización de la clase obrera, conquista de derechos sociales, lucha contra la burguesía política, empresarial y financiera. La agenda socialdemócrata del PRD retrocedió más en lo ideológico con Morena. Pero lo más grave ha sido la desmovilización personal de los viejos comunistas para convertirse en cómodos burgueses de la institucionalización política moviéndose entre los escombros del populismo priísta.

La relectura del caso del PCM debe hacerse a partir de Revueltas: la inexistencia histórica, como PCM, PRD y Morena, del partido de la clase obrera.

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