Una rosa enferma llamada Anna Ajmátova / ‘La Semanal’

Anna Ajmátova (1889-1966), descendiente de Khan Ajmat, último príncipe tártaro de la Horda de Oro, la hermosa y triste Anna de todas las Rusias, y amiga de los grandes poetas de su tiempo: Ossip Mandelstam, Joseph Brodsky, Marina Tsvetáieva y Mijaíl Bulgakov, entre otros, tras una larga vida de penurias, en 1965 recibió el Premio Internacional de Poesía en Taormina, Italia, así como el doctorado ‘honoris causa’ por la Universidad de Oxford. La tragedia la persiguió infatigable, casi apasionadamente, pero de los infortunios tomó sólo la belleza y desechó el patetismo; en eso radica la grandeza de Anna Ajmátova, para quien el arte de la poesía fue, ante todo, un medio de afianzar la dignidad humana, algo casi imposible en la arrodillada Rusia de Stalin.
Anna Andreyevna Gorenko nació el 23 de junio de 1889, en Bolshoi Fontan, cerca de Odesa. A los diecisiete años publicó sus primeros poemas bajo pseudónimo, pues los poetas no eran bien vistos en su círculo. Adoptó entonces el Ajmátova de sus ancestros maternos, descendientes del Khan Ajmat, último príncipe tártaro de la Horda de Oro. A decir de Joseph Brodsky, Premio Nobel de Literatura 1987, último y más joven de los entrañables amigos de la poeta, la adopción de tan exótico apellido fue el primer arrebato poético de Ánniushka.
Genuina princesa, vivió una infancia idílica en medio de los bosques de Zárkoie Siseló, comiendo moras. Su privilegiada circunstancia le permitió cursar la carrera de Derecho en la Universidad de Kiev, aunque aposentada en Leningrado asistió también a cursos de historia y latín. Quien sería nombrada Ana de todas las Rusias no ostentaba aún los conmovedores pómulos ni la pasional tristeza en la mirada, más allá de la simple belleza, si bien –nos dice Joseph Brodsky–, su físico era maravilloso: “Con su metro ochenta, de pelo obscuro, piel clara, ojos de un gris verdoso y pálido como los tigres polares, su esbeltez y su increíble agilidad, durante medio siglo fue dibujada, pintada, moldeada, esculpida y fotografiada por una multitud de artistas, empezando por Amadeo Modigliani.”