Con “purificar” al país

¡Qué quiso decir el primer mandatario, cuando dijo que quiere purificar al país? ¿Pensará hacerlo por medio del coronavirus? porque al día de hoy (31 de agosto), se registran oficialmente más de 64 mil muertos a causa del Covid-19, una verdadera catástrofe como calificó alguna vez López-Gatell la entonces hipotética cifra de las 60 mil muertes; y al respecto su gobierno no ha hecho nada.
Aunque se ha manifestado enfáticamente contra la corrupción y ha dicho que en su gobierno no habrá impunidad, más tardó él en decirlo que en aparecer los vídeos de Pío López Obrador, ¡su hermano!, recibiendo una gran cantidad de dinero a nombre de él, cuando era candidato; las fotos de uno de sus hijos recibiendo presuntamente dinero de Ovidio Guzmán; una grabación donde Ricardo Monreal, senador morenista, pide, -casi ordenando- al entonces gobernador, y ahora senador Manuel Velazco Coello, la libertad de tres empleadas suyas, detenidas en el estado de Chiapas por delito electoral (compra de votos), acreditándoseles en ese momento la portación ilegal de casi 3 millones de pesos en efectivo.
Además, han sido señalados públicamente: Miguel Barbosa Huerta, gobernador de Puebla, como beneficiario del soborno realizado por Lozoya en el sexenio pasado; Yeidckol Polevnsky por los propios morenistas de desvío de recursos de su partido; Irma Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública, por sus inexplicables propiedades millonarias; así como uno de los secretarios más consentidos del presidente, cuyo hijo vendió al gobierno ventiladores para enfermos de Covid-19, a un escandaloso sobreprecio. Y la pregunta es: ¿por qué la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) no congela las cuentas de todos estos “ilustres” morenistas, junto con las de todos aquellos funcionarios públicos que han hecho compras directas, sin licitación, como lo establece la ley de adquisiciones? ¿Cómo purificar al país, cuando los corruptos son los “purificadores”?
Todo indica que tienen razón quienes afirman que en realidad la UIF está siendo manipulada como garrote para descargar golpes contra la oposición, sin que sus incriminaciones se sustenten en algún procedimiento jurisdiccional. Y llegados a este punto, se vuelve necesario decir que es muy peligroso para el estado de derecho, en el que todavía, por fortuna, vivimos los mexicanos, el hecho de que, el mismo presidente de la República, aliente la violación al debido proceso, a las garantías de ser oído y vencido en juicio por un tribunal competente y se erija, por sí y ante sí, como juez supremo (léase linchador mediático) de sus oponentes, sustituyendo de facto los códigos punitivos y al propio Poder Judicial.
La UIF, que es parte del poder ejecutivo, al confiscar arbitrariamente el dinero de los particulares y exponerlos al desprecio público mediante las órdenes de congelamiento de cuentas, está convirtiendo una simple medida cautelar, en una pena trascendental (de las proscritas hace mucho por nuestra constitución) que ni siquiera está enunciada en alguna ley anterior al supuesto hecho delictivo; y por tanto, está fuera de norma porque su actuar constituye una serie de arteras violaciones y abusos de la misma, que debieran tipificarse como delitos cometidos por los servidores públicos que las alientan y prohíjan.
Así, dice la gente, los grandilocuentes discursos de combate a la corrupción y las tremendistas acusaciones contra sus adversarios por la 4T, vienen a quedar reducidas, en los hechos, al cínico doble racero propio de los auto endiosados: mis oponentes reciben dinero del erario (se afirma, aunque muchas veces jamás se pruebe), por tanto, cometen corrupción, delito que debe investigar la UIF; pero si mis familiares y partidarios también reciben dinero del erario, eso ya no es corrupción, eso se le llama: “aportaciones a la causa”. Pero los mexicanos no nos tragamos semejante rueda de molino, ese argumento que apela al razonamiento maniqueo de que “todas las revoluciones” han recibido financiamiento ilegal. Primero: aquí no hay ninguna revolución. Segundo: falso que exista esa constante como una ley de las verdaderas revoluciones sociales.
La trayectoria de algunos personajes de la 4T está llena de razonamientos tramposos para justificar su actuar doloso, vengativo y represor en contra de sus oponentes políticos, como la de Miguel Barbosa Huerta, gobernador de Puebla, al que ya no aprueba ni el 6% de los poblanos. Y es del dominio público, que él y Lozoya son los inspiradores de la “revolución purificadora” que pregonan el presidente de la República y sus seguidores. Pero ¿quién purificó a semejantes “purificadores”?
El problema es mayúsculo si tomamos en cuenta que los “purificadores” terminan, al final de cuentas, convertidos en tiranos dictadores; como lo demuestran los casos de la época de la guillotina francesa, o la de los supremacistas de la raza aria. Para evitar llegar a esos excesos, es necesario que hagamos un frente común para detenerlos ahora. Ni un voto a Morena en las próximas elecciones. Después ya será tarde.