Historia del Mariachi: una tradición musical en movimiento

Elementos indígenas, europeos y africanos se mezclaron con sus rítmicas, instrumentos y ritualidad para dar origen al mariachi, en tiempos virreinales y no en tiempos de la intervención francesa en la segunda mitad del siglo XIX, como mucho tiempo se creyó. Incluso se llegó a aseverar que la misma palabra “mariachi” provenía del francés, lo que afortunadamente se ha ido desmintiendo con los hallazgos documentales actuales, que la van postulando como un vocablo de origen indígena (de probable procedencia lingüística yuto-azteca) y además con más de un significado, es decir polisémico.
Las investigaciones documentales en un primer momento indicaron que el “mariache” o mariachi era una actividad que fue digna de ser denunciada durante la semana santa del año de 1852 a un obispo por el párroco Cosme Santa Anna –sin parentesco aparente con su “Alteza serenísima”– en la población de Rosamorada, Nayarit; dijo el religioso entonces:
«Al acabarse los divinos oficios en mi parroquia en el sábado de gloria encuentro en la plaza y frente de la misma iglesia se hallan dos fandangos, una mesa de juego y hombres que a pie y a caballo andan gritando como furiosos en consecuencia del vino que beben…y solo que ya sabemos cuantos crímenes y ecsesos(sic) se cometen en estas diversiones, que generalmente se llaman por estos puntos mariachis».
La referencia da cuenta que el vocablo mariachi de inicio, ya era utilizado en años previos (1852) a la Intervención Francesa (1862-1867), por lo atribuirle un origen europeo es descartable.[2] En cuanto a la circunstancia descrita por la cita, es importante rescatar el hecho de que se defina a “los mariachis” como sinónimo del fandango, el desorden ocasionado por las personas que participan de esas “diversiones”. Nuevos hallazgos darían cuenta de que la palabra mariachi no solo definía el ambiente festivo, –la diversión desordenada de algunos individuos–, sino también al grupo de músicos los cuales. Ciertamente eran repudiados por algunos sectores de la población en Guadalajara, de tal manera que en su momento le llamaron “miserable y ridículo mariachi”, cuando tocaba por las calles durante una jornada del año de 1888.
La localización de nuevos documentos permitió descubrir que el mariachi no solo era la música, el grupo o el fandango, sino también la designación de un lugar –ranchos en la zona de Nayarit durante el siglo XIX confirmaron esa acepción-, y hasta la denominación de un instrumento –la tarima donde se zapatea y se acompaña la música–.
Cabe señalar que algunos de los investigadores contemplan al mariachi como una tradición de origen compartido por diversas regiones del occidente: Jalisco, Michoacán, Colima y Nayarit se han considerado como la región nuclear desde donde comenzó a expandirse el mariachi hacia otros estados y regiones; las zonas que hoy constituyen Sinaloa, Sonora, Durango, Zacatecas, Aguascalientes, Guanajuato, Guerrero, Oaxaca y la California novohispana, serían las primeras zonas de expansión y recepción de esos mariachis, que por medio del comercio, los conflictos armados y/o la migración, transmitieron su tradición la cual, al mismo tiempo, fue configurando, adaptando e innovando elementos que la enriquecieron hasta hacerla lo que es hoy.
En dichas innovaciones y adaptaciones estuvo inmersa la instrumentación. Muchos instrumentos transitaron y transitan por el mariachi: la vihuela, la guitarra de golpe, los violines, arpas, la tambora, el guitarrón, la tarima –tambor de pie– y algunos más, se adoptaron y adaptaron para darle vida a canciones, sones, jarabes y minuetes antiguos, géneros mariacheros ejecutados en las primeros tiempos de la tradición. Los corridos, las polkas, el vals, los chotises, las mazurkas y algunos otros géneros, se incorporarían al repertorio mariachero fortaleciendo y renovando al mariachi de cara a su masificación y popularización en los medios de comunicación en pleno siglo XX.
La trompeta se agregaría también a la alineación que se volvería icónica del mariachi, no sin cierta resistencia por parte de algunos mariachis y ciertos sectores del público que gustaban ya del mariachi con base de cuerdas a principios del siglo XX. La incorporación de la trompeta se dio de una manera discreta en algunos grupos de mariachi, muchos de los cuales migraron a la ciudad de México desde el interior de la República, buscando mejores condiciones de vida y a veces huyendo de conflictos bélicos como la Cristiada, conflicto muy activo en la zona occidente del país en las primeras décadas del siglo XX.
En la Ciudad de México, el mariachi comenzó a buscarse un lugar en el gusto del público, aunque para ello debió adaptarse a las condiciones que la ciudad le iba imponiendo. La plaza Garibaldi –y en particular el Tenampa–, se volvieron refugio y plataforma de los mariachis emigrados del interior del país, para tiempo después, pasar al radio y el cine donde se daría a conocer en América Latina y en el mundo, en medio de experimentaciones y transformaciones a lo largo de décadas.